¿Y quiénes eran los galanes más destacados?
Para dar la réplica a estas princesas cinematográficas existía el prototipo del «gran amante». El que mejor encarnó esta figura fue un emigrante italiano llamado Rodolfo Valentino. Consagrado en 1921 con Los cuatro jinetes del Apocalipsis se convirtió en la primera estrella que levantó olas de verdadero fanatismo. Actor mediocre, su éxito se fundamentaba en su físico, en especial en su mirada lánguida y desafiante, y en la intensidad abrasadora de sus personajes, siempre enmarcados en ambientes exóticos: torero en Sangre y arena (1922), corsario en El águila negra (1925), árabe en El Caid (1921)… Todas las mujeres de América soñaban con ser raptadas por él y llevadas a su tienda en el desierto, como sucedía en esta película. El secreto de su atractivo se lo llevó a la tumba cuando murió repentinamente en 1926, víctima de una peritonitis. Su entierro multitudinario, con suicidios de varias admiradoras incluidos, demostró que el star-system que diseñó Zuckor había cuajado definitivamente.
El mejicano Ramón Novarro fue su rival número uno entre los latin-lovers. El director Rex Ingram le convirtió en una estrella dándole el protagonismo de El prisionero de Zenda (1922), éxito que aún sería superado por otra de sus películas, la superproducción Ben-Hur (1925), dirigida por Fred Niblo.
Otro de los seductores de la pantalla era John Barrymore, al que llamaban «el gran perfil», porque ese ángulo de su cara era el que mejor daba ante la cámara. Poseía el magnetismo de un donjuán cínico y elegante y fue considerado por muchos el mejor actor de su tiempo. Películas como El hombre y la bestia (1920), Gran hotel (1932) o Cena a las ocho (1933) le convirtieron en uno de los grandes del cine americano, como también lo fueron otros miembros de su familia, Lionel y Ethel, componentes de una saga de actores que se prolonga hasta el presente con su nieta Drew Barrymore.
Más corta fue la carrera de John Gilbert, un galán arrollador y varonil de títulos como La viuda alegre (1925) o El gran desfile (1925). Formó pareja sentimental y cinematográfica con Greta Garbo, con la que rodó algunas de las escenas de pasión más ardientes del cine mudo. Su decadencia fue tan espectacular como lo habían sido sus éxitos. En solo cinco años, de 1928 a 1933, pasó de ser la estrella mejor pagada de Hollywood a convertirse en un hombre completamente acabado. Su historia de fracaso inspiraría el personaje del actor alcohólico del clásico Ha nacido una estrella (1937).