¿Cómo cambió el término «cine negro» de acepción?
A finales de 1991 las estadísticas de producción del cine americano ofrecían un saldo curioso: se habían rodado diecinueve películas dirigidas por actores de raza negra y con argumentos relacionados con la cultura afroamericana. Muchas de ellas eran producciones independientes, pero, visto que el público de color suponía una minoría considerable, también los grandes estudios habían decidido invertir en este nuevo fenómeno cultural. El caso más llamativo fue el de John Singleton, al que la Columbia dio la oportunidad de dirigir con veintitrés años Los chicos del barrio (1991), una cinta en la que reflejaba la vida de los jóvenes negros en los barrios marginales de Los Ángeles.
El arranque de este nuevo «cine negro» había que situarlo dos años antes, y su gran impulsor fue Spike Lee. En Haz lo que debas (1990) Lee había contado una historia de enfrentamientos entre italianos y afroamericanos en el Brooklyn neoyorquino. La película era dura, sin ninguna concesión, enérgica e impactante.
Perilla, gorra de béisbol y mirada desafiante, a su innegable talento cinematográfico, Spike Lee añadía una actitud y un discurso público muy agresivos, que podían interpretarse como una llamada a la venganza contra la raza blanca opresora. Años más tarde, Spike Lee, con dinero de la Warner, rodó la biografía del líder radical negro Malcolm X (1993), su película más ambiciosa. El director se movía como pez en el agua en la controversia, aunque a menudo recibiera en ella sus buenos reveses. Empezaron a tacharle de impostor porque, por mucho que denunciara en sus películas las condiciones de vida en el gueto, su padre era músico y su madre profesora de literatura, así que había crecido en un ambiente acomodado. Sus florecientes negocios tampoco se adecuaban demasiado bien con sus pretensiones marginales. Rodaba videoclips para Michael Jackson y montó una cadena de tiendas dedicadas a vender todo tipo de productos relacionados con sus películas, lo que daba pie a otra acusación: un enorme afán de protagonismo. Entre una cosa y otra, Spike Lee no hizo más que alimentar titulares. Tantos que, aunque sus películas posteriores ya no tuvieron la misma repercusión y aunque la moda del cine afroamericano se fue desinflando, la industria tiene desde entonces más en cuenta la cultura y el público de color. De paso, el término «cine negro» ganó una nueva acepción.