¿Por qué Buster Keaton no se reía nunca?
Varias cartas de admiradores habían llegado al despacho de Fatty Arbuckle con esa misma pregunta: «¿Por qué no se ríe nunca ese hombrecillo que aparece en sus películas?» Fatty, que hasta entonces no se había dado cuenta, visionó las tres cintas que habían hecho juntos y comprobó que era verdad. En la siguiente le ordenó que sonriera en la secuencia final, pero el público abucheó la escena. En ese momento Fatty y el propio Keaton decidieron que ya no se reiría jamás y lo impusieron por contrato. Se habían dado cuenta de que cuanto más serio permanecía el actor, más se reía la gente.
Joseph Frank Keaton era hijo de una pareja de actores de vodevil. Con tres años el niño se le cayó a su madre por las escaleras y el mago Houdini, que era el jefe de la compañía en la que trabajaban, exclamó al ver la caída: «What a buster!» («¡Vaya porrazo!»), y con ese nombre, «Buster», quedó rebautizado. El número de los Keaton consistía básicamente en hacer caer al niño, estrujarle, zarandearle e incluso lanzarle contra el público sin que el pequeño moviera un solo músculo de la cara. Así que, con su experiencia como «bayeta humana» (ese era el nombre por el que se le conocía en el mundo de la farándula), Buster no tuvo muchos problemas para cumplir luego, de mayor, el contrato que le obligaba a permanecer serio.
Keaton creó un estilo cómico único basado en el estoicismo. Su inexpresividad chocaba con la disparatada actividad en la que se veían envueltos sus personajes: viajando por los peligrosos rápidos de La ley de la hospitalidad (1923), acosado por cientos de mujeres en Siete ocasiones (1925), conduciendo una locomotora a través de las líneas enemigas en El maquinista de la General (1926) o penetrando literalmente en el interior de una pantalla en El moderno Sherlock Holmes (1924). Sus personajes se movían entre el heroísmo y la resignación. Siempre sin una sonrisa. Como director Keaton elaboraba espectaculares secuencias cómicas de compleja realización. Además, contaba con una increíble capacidad física. Él mismo realizaba en la pantalla los ejercicios más peligrosos sin utilizar nunca dobles. Todo ello hizo de él una de las estrellas más populares, ricas y de mayor éxito de los años veinte.