¿Y qué hicieron Truffaut y los otros cineastas?
Truffaut y Chabrol, a diferencia de Godard, derivaron, poco a poco, hacia un cine más clásico y más del gusto de los grandes públicos. François Truffaut contó, película a película, la vida de Antoine Doinell, el chico que había protagonizado su primer film, Los cuatrocientos golpes (1959). Los espectadores pudieron verlo en el ejército, trabajando de detective o de dependiente en una tienda de zapatos en las películas El amor a los veinte años (1965), Besos robados (1968) y Domicilio conyugal (1970). La vida de Antoine Doinell era, en buena parte, y bastante dulcificada, la vida del propio director.
Truffaut había estado internado de pequeño en un reformatorio. Luego se enroló en el ejército y desertó. Se intentó suicidar un par de veces y pasó una larga temporada en un psiquiátrico. Amó el cine y a las mujeres, y mantuvo apasionados romances con actrices como Jaqueline Bisset, Catherine Deneuve y Fanny Ardant. Amó también a los niños y su mundo. Y fruto de todas estas pasiones nacieron películas como La noche americana (1973), sobre un rodaje; El amante del amor (1976), acerca de un obsesivo enamoradizo, o El pequeño salvaje (1970) y La piel dura (1975), en las que los niños eran los protagonistas. Durante la fiebre anticultural que siguió al Mayo del 68 la voz de Truffaut se alzó defendiendo el valor de la cultura como forma de superación personal. Fahrenheit 451 (1966) es una de las más hermosas historias de amor a los libros que jamás se han hecho.
En 1984, coincidiendo con el 25 aniversario de la aparición de la nouvelle vague, François Truffaut murió de un cáncer cerebral. El hombre que amó la vida había llegado al final de la larga carrera que inició Antoine Doinell y que terminaba dramáticamente frente al mar. Pero cada película de Truffaut era una pregunta abierta, como esa mirada congelada con la que terminaba Los cuatrocientos golpes.