¿Qué director ha sabido rentabilizar mejor las enseñanzas de Alfred Hitchcock?
Emparentada por generación y amistad con Coppola y Scorsese aparece la figura de Brian De Palma, un director controvertido como pocos. Su excesiva dependencia de la influencia de Alfred Hitchcock, su afición por la violencia y la sangre (en Hollywood le pusieron el apodo de «Brian de plasma») y su tendencia a dejarse arrastrar por el virtuosismo de la cámara, han irritado a buena parte de la crítica cinematográfica, despertando adhesiones y admiración en otros sectores. Su cine, inevitablemente, siempre atrae o repele.
Brian De Palma empezó rodando cortos psicodélicos. Sus primeras películas se situaron dentro del cine underground. El broche de oro a esta primera etapa lo puso con El fantasma del paraíso (1974), una mezcla disparatada de comedia, terror y rock and roll. Pero por entonces el director ya había descubierto el filón que iba a determinar buena parte de sus producciones. Con Hermanas (1972) De Palma inauguraba un género que le iba como anillo al dedo: el suspense con toques de terror. El argumento era un homenaje a Psicosis y a La ventana indiscreta. Una fórmula, la de los guiños a Hitchcock, que seguiría explotando película tras película. Vértigo en Fascinación (1976); El hombre que sabía demasiado en La furia (1978); Psicosis de nuevo en Vestida para matar (1980), y otra vez La ventana indiscreta y Vértigo en Doble cuerpo (1984). Los críticos no sabían cómo calificarle, si de saqueador o de alumno aventajado del maestro del suspense.
Con Carrie (1976), una de las cumbres del terror de los setenta, De Palma demostró, además, que podía ser un director muy taquillero. En los ochenta conseguiría repetir el éxito gracias a El precio del poder (1983) y, sobre todo, a Los intocables (1987); pero también empañó su currículum con resbalones como La hoguera de las vanidades (1990). En los últimos tiempos Brian De Palma ha apostado por las películas de alto presupuesto y ambiciosas aspiraciones. El título más comercial de su carrera le llegó en los noventa con Misión imposible (1996), adaptación al cine de una popular serie de televisión.