¿A qué se llama western crepuscular?
Son aquellas películas del oeste que muestran el final de aquella época, de ese mundo, de ese universo. Sus protagonistas son personajes desubicados, descolocados, que se mueven fuera de la realidad, como si estuvieran en un callejón sin salida, añorando tiempos pasados que no volverán. Son películas, en definitiva, en las que se desmitifica la épica tradicional del western y en las que, además, se critica de forma velada el comportamiento político de Norteamérica ante diversos aspectos de su historia contemporánea, como la guerra de Corea o de Vietnam. Títulos de este subgénero son Pequeño gran hombre (1970), de Arthur Penn, Soldado azul (1970), dirigida por Ralph Nelson, o Dos hombres y un destino (1969), de George Roy Hill. El máximo representante de este tipo de cine es Sam Peckinpah.
Peckinpah nació en 1926. Era nieto de un jefe indio, de ahí que le resultara cercano el espíritu que envolvía a muchas de sus historias. Creó para televisión diversas series, como, por ejemplo, El hombre del rifle. Desde sus primeras películas Peckinpah trataba su tema predilecto: el de los «perdedores». Así, Duelo en la Alta Sierra (1962) contaba la última cabalgada de un antiguo sheriff y de su ayudante, un hermoso canto a la amistad lleno de nostalgia. En sus siguientes trabajos —Mayor Dundee (1965), Grupo salvaje (1969), La balada de Cable Hogue (1970) y Pat Garrett y Billy the kid (1973)— continuó narrando esta agonía del hombre del oeste. Después de rodar Perros de paja (1971) Peckinpah dio un giro hacia temas contemporáneos y filmó películas como Junior Bonner (1972), la historia de los fracasos de un campeón de rodeo en declive, o La huida (1972), una historia que guarda el aroma del más puro cine negro. Después de Convoy (1978) se retiró durante cuatro años, pero volvió a los estudios para filmar una película de espionaje, su último título: Clave omega (1983). Murió el 28 de diciembre de 1984.