¿Es cierto que Coppola estuvo a punto de enloquecer durante el rodaje de Apocalypse now?
«Mi película no es una película. Mi película no es sobre Vietnam. Es Vietnam. Así es como fue en realidad. Una locura. Y nuestra forma de hacerla se parece mucho al camino que recorrió mi país en la guerra. Estábamos en medio de la selva. Éramos demasiados, teníamos acceso a demasiado dinero, a demasiado equipo, y poco a poco la jungla nos volvió locos.» Con estas palabras Francis Ford Coppola se dirigía a los periodistas en el Festival de Cannes de 1979 tras ganar la Palma de Oro con Apocalypse now. Como el capitán Willard de la película, Coppola también quería una misión y por sus pecados le fue concedida: llevar al cine una versión libre de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas. Los doscientos treinta y ocho días que duró el rodaje en la selva de Filipinas estuvieron plagados de incidentes: el calor insoportable, los mosquitos, tifones y lluvias que arrasaron los decorados, ataques de la guerrilla rebelde; hasta un infarto sufrido por el protagonista, Martin Sheen, al que un sacerdote llegó a administrar la extremaunción. Casi todos los actores tomaban drogas y muchas de las escenas las interpretaban bajo sus efectos. Este cúmulo de circunstancias fue convirtiendo la película en un ser con vida propia. Una experiencia extraña que influía en todos los que trabajaban en ella, en especial en Coppola, cuya salud mental corrió grave peligro. Como explicaba la esposa del director, Eleanor, «la película se había transformado en una metáfora del viaje al interior de uno mismo, lo que obligó a Francis a enfrentarse a todos sus miedos: miedo al fracaso, a la muerte, a perder el juicio».
Tras el rodaje, Coppola estuvo trabajando dos años en la sala de montaje hasta conseguir el magnífico resultado final. Pocos filmes han reflejado tan eficazmente la locura y el horror de la guerra. Apocalypse now estaba llena de secuencias memorables, como la del ataque de los helicópteros al son de La cabalgata de las valkirias, de Wagner. Era fácil ver en ella una obra ambiciosa y espectacular. Pero al mismo tiempo la película era un tratado filosófico intimista sobre el ser humano. Lo que empezaba como un film de guerra iba derivando poco a poco hacia una reflexión sobre la naturaleza del mal. Brando, que pidió al director que le rodara entre sombras, ya que se sentía avergonzado de su exceso de peso, volvió a bordar su personaje. Probablemente el último gran trabajo de su carrera.