¿Qué mito cinematográfico masculino puede compararse al de Marilyn?
El de James Dean, que, gracias a sus papeles de rebelde, sintonizó como nadie con las inquietudes de los jóvenes de su generación. La personalidad torturada que interpretó en la pantalla era similar a su forma de ser en realidad, y precisamente eso fue lo que le abrió las puertas del cine. Elia Kazan, que era profesor en el Actor’s Studio, buscaba nuevos rostros para la adaptación de Al este del Edén (1955), la novela de John Steinbeck. Dean superó todas las pruebas de selección. En la última se encontró con otro joven aspirante que se llamaba Paul Newman, pero fue, según cuenta Elia Kazan en sus memorias, un dato de la vida personal de James Dean lo que inclinó definitivamente la balanza a su favor: «Cuando Dean vino a Los Ángeles yo acudí al aeropuerto para llevarle a los estudios. Íbamos por la carretera cuando me pidió que parase porque quería saludar a su padre, que trabajaba en un lugar próximo. Entró en un edificio y salió acompañado de un hombre. Me lo presentó. Era obvio que entre los dos había una fuerte tensión. Me pareció que a su padre no le gustaba su hijo. Se quedaron de pie uno frente al otro y pronto se despidieron. En ese momento comprendí que el papel de Al este del Edén tenía que ser para él porque la historia de la película era la suya propia.»
La película se centraba en las tensiones entre un hijo y su padre, y Dean, en efecto, sabía muy bien qué era aquello. Había nacido en Indiana. Cuando tenía cinco años sus padres se trasladaron a California, pero después de la muerte de su madre, cuatro años después, el pequeño Dean había vuelto a su pueblo natal, donde, alejado del padre, se crio con unos tíos. Comenzó a actuar en la escuela, en donde llegó a ganar un premio. Más tarde se matriculó en Arte Dramático en la Universidad de Los Ángeles. Trabajó en anuncios de televisión, pero muy pronto quiso probar suerte en la otra costa y se matriculó en algunos cursos del Actor’s Studio de Nueva York.
Elia Kazan no se equivocó en su elección. Sin que Al este del Edén se llegara a estrenar, la Warner propuso a James Dean rodar un nuevo título, un drama juvenil titulado Rebelde sin causa (1955), que iba a dirigir Nicholas Ray. Su siguiente y última película fue Gigante (1956), de George Stevens, con Rock Hudson y Elizabeth Taylor de compañeros. En esos tres títulos Dean encarnó la poética del perdedor y el incomprendido. Las chicas suspiraban por él y los chicos trataban de imitarlo. Pero si algo convirtió a James Dean en un mito imperecedero fue su muerte prematura.