¿Qué era el expresionismo alemán?
En 1920 se estrenó una extraña película alemana que rompía drásticamente con todo lo que el público estaba habituado a ver hasta entonces. Era El gabinete del doctor Caligari, de Robert Wiene. La historia de un asesino hipnotizado por un diabólico doctor. Visualmente Caligari era una sucesión de planos oníricos en la que el decorado tenía una gran importancia, ya que asumía un valor simbólico: chimeneas oblicuas, pasadizos, formas retorcidas llenas de reminiscencias cubistas; una escenografía desquiciada, en definitiva, que creaba una atmósfera amenazadora que contribuía a transmitir la torturada vida interior del protagonista. La película tuvo un éxito tremendo. Fue exhibida ininterrumpidamente en el mismo cine de París desde 1920 hasta 1927, un récord que solo superaría Enmanuelle en 1974. Pero por encima de todo El gabinete del doctor Caligari se convirtió en el punto de partida del expresionismo, un movimiento cultural que primero cuajó en las artes plásticas y la literatura, para posteriormente desarrollarse en el cine en los años veinte.
Frente a la fidelidad al mundo real, el expresionismo imponía la interpretación subjetiva de ese mundo. Proponía una evasión hacia la imaginación y los sueños para huir de la triste realidad de la posguerra. Sus preferencias iban por los personajes atormentados, de psicología compleja, que se movían en el mundo de la fantasía y el terror: vampiros, locos, asesinos, monstruos, tiranos… La estética de las películas trataba de expresar los estados de ánimo de esos personajes por el simbolismo de las formas, los decorados de pesadilla y una iluminación repleta de contrastes. Curiosamente esa fotografía tan particular tuvo su origen en las restricciones de electricidad que sufrió la Alemania de la posguerra, que llevaron a soluciones estéticas como pintar luces y sombras en los decorados.