¿Cómo era el estilo Almodóvar?
Sus mejores personajes eran los femeninos, en todas sus películas incluía la parodia de algún anuncio de televisión, rescataba canciones para subrayar las emociones del argumento, le gustaban las escenas de sexo explícitas y algo rocambolescas y los colores del decorado y vestuario eran siempre vivos y llamativos. Cualquier espectador era capaz de definir y reconocer el estilo almodovariano, y entre sus ingredientes no podía faltar, por supuesto, el humor. Almodóvar no renunció a él, pero en los años siguientes trató de demostrar que no solo hacía comedia, que también podía convertirse en un maestro del melodrama. Títulos como Tacones lejanos (1991), La flor de mi secreto (1995) o Carne trémula (1997) revelaron un Almodóvar mucho más maduro y ambicioso. El joven provocador y escandaloso se había convertido en un señor respetable con el que a todas las actrices les gustaría trabajar, el director español más famoso en el mundo, muy conocido en Estados Unidos y admirado en Francia más que en ningún sitio. Pero, eso sí, en este viaje hacia la madurez no había hecho concesiones. Almodóvar seguía siendo almodovariano. Porque en Todo sobre mi madre (1999), su mayor éxito y, para muchos, su mejor película, había travestidos, transexuales, monjas embarazadas, drogadictas y prostitutas. Solo que esta vez, en vez de escandalizar, logró, mágicamente, emocionar hasta a los sectores mejor pensantes del público internacional. Hasta el punto de que la supuestamente conservadora Academia de Hollywood le concedió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. El tercero del cine español.