Pensar despacio rápidamente

Lo resolví sentándome sobre cinco almohadas y consumiendo una onza de tabaco.

Sherlock Holmes en «El hombre del labio retorcido».

Ya sabemos que la intuición de Holmes («tengo una especie de intuición») no es ese depósito de prejuicios adquiridos que cualquier persona acumula hasta los dieciocho años, sino que se trata de una intuición educada y creativa, bajo la que se esconde un complejo proceso en segundo plano. A ello se añade, como hemos visto, una actitud que es, al mismo tiempo, concentrada y dispersa, focalizada y flotante, lo que permite y favorece el agitarse constante y la combinación más o menos azarosa de observaciones e ideas que a veces parecen no tener ninguna relación, pero que al final resulta que sí la tienen.

Podemos observar algunos detalles de este complejo proceso cuando, en su primer encuentro, Sherlock asombra a Watson al decirle: «Usted ha estado en Afganistán», pero enseguida le explica que tras esa inferencia ha habido un proceso subterráneo en su mente: «Por la fuerza de un largo hábito, el curso de mis pensamientos es tan rígido en mi cerebro, que llegué a esa conclusión sin tener siquiera conciencia de las etapas intermedias. Sin embargo, pasé por esas etapas». Haciendo un esfuerzo, Holmes consigue reconstruir el proceso mental oculto, pero racional y razonable, que le ha llevado a inferir que Watson ha estado en Afganistán:

El curso de mi razonamiento fue el siguiente: «He aquí a un caballero que responde al tipo del hombre de Medicina, pero que tiene un aire marcial. Es, por consiguiente, un médico militar con toda evidencia. Acaba de llegar de países tropicales, porque su cara es de un fuerte color oscuro, color que no es el natural de su cutis, porque sus muñecas son blancas. Ha pasado por sufrimientos y enfermedad, como lo pregona su cara macilenta. Ha sufrido una herida en el brazo izquierdo. Lo mantiene rígido y de una manera forzada… ¿En qué país tropical ha podido un médico del Ejército inglés pasar por duros sufrimientos y resultar herido en un brazo? Evidentemente, en Afganistán». Toda esa trabazón de pensamientos no me llevó un segundo. Y entonces hice la observación de que usted había venido de Afganistán, lo cual lo dejó asombrado[333].

¿Un segundo para observar y calibrar tantos datos? Parece imposible, pero ya hemos visto, al hablar de la lectura en frío, que podemos percibir muchísima información sin ser conscientes de que lo estamos haciendo. Esa es la razón por la que resulta recomendable que escuchemos las respuestas inmediatas que nos ofrece nuestra intuición, aunque después debamos examinarlas: Holmes, sin ir más lejos, debería revisar sus conocimientos geográficos, después de considerar que Afganistán es un país «tropical».

Ahora bien, como explica el detective, su rápida respuesta es fruto de «un largo hábito», que es más o menos lo mismo que Picasso le dijo a un visitante que se asombraba al verle pintar un cuadro en una hora: «Una hora para pintar un cuadro y toda una vida para poder pintar un cuadro en una hora»; ya sabemos que Gladwell mostró en Fueras de serie que los «genios» dedicaban más de diez mil horas de pasión y reflexión a su estudio.

¿Quiere el lector una demostración de la cantidad de operaciones mentales que se pueden hacer en un segundo? Siéntese delante de un ordenador y escriba en Google dos términos que sospeche puedan estar relacionados con algún asunto más o menos complejo que le interese, por ejemplo: «Sherlock Holmes» y «Poincaré». ¿Existirá alguna relación entre ambos, aparte de la que yo mismo he propuesto en este libro? Acabo de hacer la prueba: el primer resultado que me ofrece Google es «Henri Poincaré, Sherlock Holmes, John Maynard Keynes y Daniel Kahneman se encuentran en un bar[334]». Se trata de un artículo interesantísimo, que no conocía, y que difícilmente habría encontrado de otra manera, acerca de la ley, el caos determinista y otros asuntos, varios de ellos muy relacionados con este libro. En el artículo se menciona no solo a Poincaré y a Holmes, sino al Kahneman que nos advertía de las virtudes de pensar despacio, a Keynes y a Nassim Taleb, a quien conocimos al hablar de los cisnes negros. Google ha tardado menos de un segundo (0,59) en ofrecerme este resultado, que podría competir por su interés con la conversación de un interlocutor de alto nivel intelectual. Ahora bien, aunque los ordenadores nos hayan superado en el ajedrez y sean capaces de procesar en un segundo cientos de jugadas, nuestro cerebro todavía puede ser más rápido que el mejor de los ordenadores, incluso cuando piensa despacio; quizá no superemos a Google en capacidad de almacenamiento de datos, pero seguimos siendo superiores en búsquedas no relacionadas de manera explícita o directa, así como en capacidad de procesamiento. El proyecto Blue Gene de IBM, usando ni más ni menos que 147 456 potentes procesadores conectados, ha logrado simular un modesto 4,5% de la capacidad de nuestro cerebro.

La rapidísima deducción de Holmes acerca de Watson en menos de un segundo resulta, en consecuencia, perfectamente verosímil, teniendo en cuenta, eso sí, que el cerebro de Holmes ha sido entrenado durante años para observar los más pequeños detalles y signos, y para ser capaz de manejarlos de manera efectiva mediante todo tipo de métodos. Del mismo modo que Google superó a los buscadores rivales no por la capacidad de almacenamiento, sino por los algoritmos o instrucciones que le permitían buscar mejor en esos océanos de información, Holmes supera a Watson y a cualquiera de nosotros por su capacidad para rastrear información útil de manera eficiente en su caótico desván mental. Tal vez era a eso a lo que se refería cuando afirmaba que había que mantener en buen uso el desván y no ser sobrepasado por información inútil, es decir, mal archivada y de difícil acceso:

El artesano hábil tiene muchísimo cuidado con lo que mete en el ático del cerebro. Solo admite en el mismo las herramientas que pueden ayudarle a realizar su labor; pero de estas sí que tiene un gran surtido y lo guarda en el orden más perfecto.

Si le damos las instrucciones correctas, nuestro cerebro es capaz de trabajar muy bien para nosotros, tanto en primer término como en segundo término, es decir, de forma inadvertida. Ahí es donde debe intervenir el pensamiento Holmes o el sistema 2 de Kahneman, que es capaz, en situaciones que se salen de lo ordinario, de no conformarse con una primera impresión, con la primera respuesta intuitiva, sino de contemplar la realidad yendo más allá de nuestra subjetividad y de nuestros prejuicios. El control de los prejuicios es uno de los últimos aspectos del pensamiento holmesiano que nos queda por examinar en detalle.

No tan elemental
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