Cuando todas las piezas encajan

Amberley era un extraordinario jugador de ajedrez, lo cual, Watson, es indicio de una mente calculadora.

Holmes en «La aventura del

fabricante de colores retirado».

En su libro Juegos de ajedrez y Sherlock Holmes, el gran lógico Raymond Smullyan hace que Sherlock Holmes y su fiel ayudante Watson recorran el mundo resolviendo problemas de ajedrez. Pero no se trata de los problemas tradicionales, en los que tenemos que averiguar cómo dar jaque mate en dos jugadas, sino de problemas en los que hay que descubrir, viendo una posición en el tablero, qué es lo que sucedió en jugadas anteriores. Son problemas de ajedrez retrospectivo, un raro entretenimiento al que era muy aficionado Vladimir Nabokov, y que también forma parte de la intriga de La tabla de Flandes, de Arturo Pérez-Reverte. En mi ensayo acerca de la identidad, Nada es lo que es[286], seleccioné uno de los problemas de ajedrez del Sherlock Holmes de Smullyan para mostrar lo difícil que resulta definir la identidad de una simple pieza de ajedrez. En esta ocasión, propondré al lector, al que ya supongo aficionado a emplear el «pensamiento Holmes» frente al «pensamiento Watson», otro problema que Holmes define como un ejercicio, «ya que es demasiado simple para merecer el nombre de problema[287]». Para animar a los lectores que no sean aficionados a este juego, les diré que según todos los estudios realizados hasta la fecha, el ajedrez ayuda de manera muy clara a evitar el deterioro cognitivo, incluido el alzhéimer, sin duda porque activa el pensamiento Holmes y en especial la memoria y la capacidad de concentración. En una investigación realizada en el Hospital Clínico de Valencia en 2009 se concluyó que la práctica regular del ajedrez estaba asociada a una clara mejoría cognitiva en el 65% de los sujetos. ¿Es suficiente estímulo para afrontar este pequeño desafío?

Holmes y Watson están examinando un tablero de ajedrez en el que tan solo quedan cuatro piezas. Los jugadores no están allí, pero se sabe que la partida todavía no ha terminado, así que el detective y su ayudante se proponen descubrir cuáles han sido los últimos movimientos. No parece difícil con tan pocas piezas y, además, al fin y al cabo, se trata de uno de esos problemas de «habitación cerrada» típicos de las novelas de detectives. Es decir, conocemos todos los elementos en juego: un tablero y cuatro piezas, y sabemos que en ese tablero se jugó una partida reglamentaria de ajedrez, en la que solo se pudieron usar las piezas legales y las jugadas reglamentarias. Vamos a ver el tablero:

Holmes conoce de antemano un dato importante: la última jugada la hicieron las negras. La pregunta es: ¿cuál fue esa última jugada que hicieron las negras?

Dejo al lector esta línea de texto para que piense la respuesta.

¿Lo ha descubierto ya?

Watson, que después de tantos años junto a Sherlock ya parece haber aprendido a activar el «pensamiento Holmes», deduce la respuesta: «El rey negro acaba de escapar del jaque que le daba el alfil blanco».

Watson lo ha deducido correctamente, pues sabe que el rey negro solo pudo llegar a la casilla a8 desde alguna de las tres casillas adyacentes (a7, b7 o b8). También sabe que dos reyes nunca pueden estar juntos sobre el tablero. Por lo tanto, la única casilla en la que podía estar el rey negro era la a7, pues como diría Holmes:

«Una vez descartado lo imposible, lo que queda tiene que ser la verdad».

Ya sabemos que la última jugada de las piezas negras consistió en mover el rey desde a7 a a8, pero ahora Holmes hace una pregunta un poco más difícil: antes de ese movimiento del rey negro, ¿qué jugada hicieron las blancas?

El lector puede intentar encontrar la respuesta, aunque debo advertirle que aquí Watson no va más allá de sí mismo, del «pensamiento Watson», y admite que no sabe qué decir. A primera vista, en efecto, parece imposible hallar una solución, pues si el rey estaba en la casilla a7, entonces el alfil estaría amenazándolo desde su posición en g1, pero solo puede haber llegado a esa casilla desde la diagonal en la que se encuentra. El problema es que si el alfil se hallaba en otra casilla de esa diagonal, entonces ya estaba dando jaque al rey, y es imposible que una pieza que está dando jaque se aleje en sentido contrario, porque lo obligado sería dar jaque mate, es decir, comerse al rey. Así que el blanco tendría que haber movido otra pieza en vez del alfil, pero es obvio que el peón blanco tampoco se ha movido, pues se encuentra en la posición de inicio de la partida. En cuanto al rey blanco, podría haber hecho cualquier movimiento, si no fuera porque es imposible que el blanco mueva a su rey en vez de comerse al rey negro con el alfil que le amenaza.

La compleja situación es esa: ¿cómo es posible que el blanco haya movido una pieza cualquiera en vez de comerse al rey con su alfil? O bien: ¿cómo ha logrado hacer llegar al alfil al lugar en el que está sin antes dar jaque al rey rival? Ahora que hemos reconstruido todos los aspectos del problema, ¿puede el lector encontrar la respuesta?

Antes de que renuncie, le daré una pista: la pieza que movió el jugador blanco en la penúltima jugada ya no está sobre el tablero.

¿Otra pista? La pieza que movió el jugador blanco fue comida por el rey negro en la última jugada.

¿Una última pista? Esa pieza era un caballo.

Supongo que ahora cualquier lector, incluso los que no estén muy familiarizados con el ajedrez, se habrá dado cuenta de qué sucedió exactamente en la última jugada del rey negro. Es cierto que el rey negro movió a la casilla a8, pero no solo hizo eso: al mismo tiempo que se movió, se comió un caballo rival que estaba allí.

En consecuencia, la jugada penúltima de las blancas consistió en mover ese caballo. Y como el caballo se encontraba en la casilla b6, así se explica que el alfil no estuviera amenazando al rey negro en ese momento. Cuando el caballo se movió a la casilla a8, al mismo tiempo despejó la diagonal de su alfil, que pudo decir al rey rival: «¡Jaque!». Como respuesta, el rey negro se comió al caballo.

El problema anterior contiene muchas de las características de los casos de Sherlock Holmes y es un buen ejemplo del aspecto retrospectivo implicado en todas las conjeturas de Holmes. Sabemos que se ha cometido un crimen, o al menos que ha sucedido algo difícil de entender[288], podemos examinar el terreno y, en cierto modo, interrogar a los culpables y deducir qué podrían haber hecho y qué no podrían haber hecho; ciertas circunstancias, como en un crimen misterioso, parecen señalar a una situación imposible, como la posición del alfil. Sin embargo, acabamos descubriendo un elemento con el que no contábamos: un caballo que ha desaparecido, no de su cuadra, como Silver Blaze, sino del tablero. Ese descubrimiento permite que todas las piezas del problema (nunca mejor dicho) encajen. Estas y otras similitudes se pueden resumir así:

1. Se ha de averiguar lo que ha sucedido (en la vida/en el tablero).

2. Por lo general, se ha cometido un crimen o se va a cometer (matar al rey del ajedrez/un acto delictivo a menudo mortal).

3. Se obtienen datos mediante la observación (de la escena del crimen/de la disposición de las piezas en el tablero).

4. Se ignora algún hecho fundamental (quién puede haber estado allí/qué pieza o qué jugador hizo el último movimiento).

5. Lo que ha sucedido se ha de ajustar a unas reglas.

Esas reglas son conocidas por el analista de ajedrez retrospectivo, porque son las reglas del ajedrez. No resulta tan sencillo en el caso de Holmes: hay unas reglas, las de la realidad, pero son muy amplias y nadie las conoce por entero. Tan solo sabemos que hay que descartar lo imposible.

6. Hay una y solo una solución posible. Podría haber otra en ambos casos, pero, si sucediera en el ajedrez retrospectivo, se trataría de un problema mal planteado; si sucediera en un caso detectivesco de Holmes y hubiese realmente dos soluciones, entonces nos hallaríamos ante una situación que, como él mismo declara, excede los límites de su arte. Estaríamos en el terreno de la pura magia o de lo paranormal, o en algún problema de universos paralelos de la física cuántica[289].

La gran diferencia es que los problemas de ajedrez retrospectivo son reducibles a reglas lógicas y siempre permiten una deducción, mientras que los de Holmes necesitan de la aplicación de todo tipo de métodos, como la observación, la inducción, la abducción, la consulta de diversas fuentes de información y la aplicación de razonamientos lógicos.

Parece evidente, en consecuencia, que Holmes, como sugiere Smullyan al hacerle resolver problemas de ajedrez hacia atrás, emplea casi siempre el análisis retrospectivo en sus aventuras, algo de lo que el propio detective era consciente y a lo que llamaba precisamente «análisis» (por contraste con «síntesis»):

El gran factor, cuando se trata de resolver un problema de esta clase, es la capacidad para razonar hacia atrás. Esta es una cualidad muy útil y muy fácil, pero la gente no se ejercita mucho en ella. En las tareas corrientes de la vida cotidiana resulta de mayor utilidad el razonar hacia delante, y por eso se desatiende [el razonar hacia atrás[290]].

Como Watson no entiende a qué se refiere, Holmes le asegura que por cada persona que sabe analizar, hay cincuenta que saben razonar por síntesis:

Son muchas las personas que, si usted les describe una serie de hechos, le anunciarán cuál va a ser el resultado. Son capaces de coordinar en su cerebro los hechos, y deducir que han de tener una consecuencia determinada. Sin embargo, son pocas las personas que, diciéndoles usted el resultado, sean capaces de extraer de lo más hondo de su propia conciencia los pasos que condujeron a ese resultado. A esta facultad me refiero cuando hablo de razonar hacia atrás; es decir, analíticamente.

No tan elemental
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