¿A qué diablos se dedicaba Sherlock Holmes?

Cuando quería, Holmes podía ser un magnífico conversador, y aquella noche estaba bien dispuesto. Parecía encontrarse en un estado de exaltación nerviosa. Jamás lo he visto tan brillante. Habló sobre una rápida sucesión de temas: autos sacramentales, cerámica medieval, violines Stradivarius, el budismo en Ceilán, los barcos de guerra del futuro…, tratando cada tema como si lo hubiera estudiado a fondo.

Watson sobre Holmes

en El signo de los cuatro.

Científico, semiólogo, connoisseur, detective, químico e investigador forense, médico, coolhunter, experto en arte, grafólogo, criptógrafo, taxista, psicólogo, jugador compulsivo… Además de todas las habilidades de Holmes que han sido mencionadas hasta ahora, Watson, con una malicia tras la que podemos reconocer la envidia de Conan Doyle hacia su personaje, añade: «Violinista, boxeador, esgrimista, abogado y autoenvenenador a base de cocaína y tabaco». Podríamos añadir apicultor, pues Holmes se retiró a una granja y escribió un manual práctico de Apicultura, con algunas observaciones sobre la segregación de la abeja reina; y también inventor, si recordamos un pasaje de Estudio en escarlata.

¿Por qué no adoptan este modelo en Scotland Yard? —prosiguió, mientras sacaba de un cajón unas esposas de acero—. Fíjense en lo bien que actúan los resortes. Se cierran de una manera instantánea.

Y aun con todas las anteriores, quedarían por mencionar muchas habilidades que se han atribuido a Holmes y que todavía no se han mencionado o no llegarán a mencionarse siquiera en este libro, como: sociólogo, catador y gastrónomo, músico y melómano o creador de juegos de rol. Quién sabe si también deberíamos considerarlo maestro espiritual, como han propuesto diversos autores, que examinan sus enseñanzas a la luz del zen, el tao o cualquier filosofía o religión imaginable, incluido el cristianismo, como Stephen Kendrick en Pistas sagradas, el evangelio según Sherlock Holmes[198]. En cierto modo, también podríamos considerar a Holmes ladrón y delincuente, puesto que se salta la ley decenas de veces en sus historias, entrando en casas sin orden judicial y abriendo cajas fuertes privadas: «La de ladrón de casas ha sido siempre una profesión alternativa que yo habría podido adoptar, y no me cabe duda de que habría sido de los mejores[199]». También deja en libertad al menos a catorce culpables que debería haber entregado a la justicia, según las cuentas de Klinger[200]. En más de una ocasión, Holmes parece sentir cierta nostalgia por esa existencia arriesgada y emocionante que habría vivido si se hubiera pasado al otro bando: «Este grandioso y sombrío escenario está montado para algo más digno; es una suerte para esta comunidad que yo no sea un criminal[201]».

La única profesión que parece no haber practicado Sherlock Holmes es una de las que sí ejerció su creador, Arthur Conan Doyle.

Resulta curioso, en efecto, y es una muestra de la coherencia del personaje, el hecho de que ni siquiera Conan Doyle se atreviera a atribuir a Holmes su propia segunda profesión, la de espiritista. Incluso cuando ya recorría el mundo dando conferencias y preparando con su mujer sesiones en las que convocaban a los fantasmas de los muertos, Conan Doyle dejó claro en varios relatos que su detective no compartía su manera de pensar, en especial en el cuento «El vampiro de Sussex»: «¿Vamos a prestar seriamente atención a esta clase de cosas? Esta agencia pisa fuertemente el suelo, y así debe seguir. El mundo es suficientemente ancho para nosotros. No necesitamos fantasmas[202]». Holmes, al contrario que el profesor Challenger, al que Conan Doyle hizo protagonizar una apología del espiritismo, se mantuvo hasta el final de su carrera como un detective que emplea solo los métodos propios de la ciencia, aunque también aportó su propio estilo y maneras de investigar, desconocidas para otros detectives y otros científicos y que le han convertido en pionero de tantas disciplinas. Sherlock Holmes ha mostrado todas estas habilidades que se le han atribuido y ha sido considerado precursor de todo tipo de ciencias y de disciplinas porque es la viva encarnación del método científico, o quizá deberíamos decir de los métodos científicos, como enseguida veremos. Por eso, el magnífico libro Sherlock Holmes contra Houdini debería titularse Arthur Conan Doyle contra Houdini, no solo porque ese fue el verdadero duelo que tuvo lugar, sino porque Holmes se habría aliado sin dudarlo junto a Houdini contra su propio creador[203].

Aunque se han publicado muchos libros que examinan las aportaciones concretas de Sherlock Holmes a la ciencia, como La ciencia de Sherlock Holmes, de James O’Brien, pocos autores se han preocupado de examinar lo que hace verdaderamente especial a Holmes, que no es este o aquel descubrimiento particular, sino el empleo de los métodos propios del descubrimiento científico para resolver cualquier enigma que se le presente. Para entender la atracción constante que Holmes ejerce más de un siglo después de su primera aparición, y descubrir por qué ha influido e influye en profesiones tan diversas, es necesario conocer no solo su capacidad para buscar y encontrar todo tipo de signos, como hemos hecho hasta ahora, sino también su manera de interpretarlos, de extraer de ellos toda la información posible y de establecer complejas cadenas de causas y efectos, llevando las capacidades de razonamiento hasta su máximo nivel. De eso trata la segunda parte de este libro.

No tan elemental
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