El razonador analítico
Ahora vamos a empezar, no por la dama, sino por el ataúd, y razonaremos hacia atrás.
Holmes en «La desaparición de Lady Francés Carfax».
Holmes lanza una atrevida afirmación en su artículo «El libro de la vida»: se podría «inferir de una gota de agua la posibilidad de la existencia de un océano Atlántico o de un Niágara sin necesidad de haberlos visto u oído hablar de ellos». Esta es sin duda la afirmación de Holmes que más burlas ha recibido, no ya por parte de Watson, sino de casi todos los estudiosos, que coinciden en que el detective se ha dejado llevar por la soberbia o por la ingenuidad. Sin embargo, tal vez no sea una afirmación tan descabellada y se puedan encontrar ejemplos que casi igualan la dificultad de deducir un océano a partir de una gota de agua. En primer lugar, vale la pena señalar las fuentes de la temeraria afirmación de Holmes. Una de ellas es el célebre poema de William Blake cuyos primeros versos son una apología de la importancia de los pequeños detalles, de las minucias que tanto interesaban a Holmes por la capacidad que tenían de revelar algo más grande:
Para ver el mundo en un grano de arena y el cielo en una flor silvestre sostén el infinito en la palma de tu mano y la eternidad en una hora[291].
Otra inspiración es sin duda la de los científicos que eran capaces de deducir sistemas enteros a partir de la observación de detalles minúsculos, como los arqueólogos o los paleontólogos. No cabe ninguna duda de que Holmes piensa en un científico de este estilo, célebre en su época, Georges Cuvier, ya que lo menciona de manera explícita en un pasaje similar al de la gota de agua:
El razonador ideal, cuando se le ha mostrado un solo hecho en todas sus implicaciones, debería deducir de él no solo toda la cadena de acontecimientos que condujeron al hecho, sino también todos los resultados que se derivan del mismo. Así como Cuvier podía describir correctamente un animal con solo examinar un único hueso, el observador que ha comprendido a la perfección un eslabón de una serie de incidentes debería ser capaz de enumerar correctamente todos los demás, tanto anteriores como posteriores[292].
Cuvier (1769-1832) fue uno de los pioneros de la paleontología y la anatomía comparada y presumía de ser capaz de reconstruir un animal entero a partir de la observación de un solo diente. La hazaña era posible gracias a su teoría de la correlación, que permite deducir a partir de los fragmentos el conjunto:
Todo ser organizado forma un conjunto, un sistema único y cerrado, cuyas partes se corresponden mutuamente y concurren en la misma acción definitiva por una reacción recíproca. Ninguna de estas partes puede cambiar sin que las otras cambien también y en consecuencia, cada una de ellas, tomada por separado, indica y proporciona todas las demás[293].
Para demostrar esta correlación, Cuvier realizó diversas exhibiciones deductivas en público, rodeadas de gran aparato teatral, como cuando, a partir de los dientes de un animal encontrados en unas canteras de yeso de Montmartre, anunció que al romper el yeso se encontrarían los huesos de un marsupial del tipo opossum Ante la vista del público expectante, se abrió el yeso y se comprobó que la predicción de Cuvier había sido correcta. Russell Shorto cuenta otra divertida anécdota, «probablemente apócrifa», pero muy holmesiana, que se atribuye a Cuvier:
Una vez los estudiantes de Cuvier disfrazaron a uno de los suyos con cuernos y piel de vaca, y desafiaron al maestro a que identificara a la bestia. Cuando el profesor entró en la sala, el estudiante exclamó: «¡Soy el demonio y vengo a devorarte!», a lo que Cuvier respondió algo así como: «No seas ridículo. Tienes pezuñas, por tanto, solo comes hierba[294]».
Holmes pensaba en esta capacidad de reconstruir un conjunto mediante el estudio de una de sus más ínfimas partes cuando hablaba de deducir un Atlántico o un Niágara a partir de una gota de agua. No he logrado descubrir si alguien ha intentado averiguar si es posible o no inferir el Atlántico o el Niágara a partir de una única gota de agua, aunque sospecho que deben existir importantes diferencias entre una gota de agua del océano Pacífico y otra del índico o del Atlántico, y tal vez una gota de agua puede contener elementos minerales o animales que permitan deducir bastantes cosas acerca del elemento líquido del que procede. Por de pronto, su sabor ya indica con bastante certeza si procede de un río, de cualquier masa de agua terrestre o del mar.