El palacio mental de Sherlock
Como regla general, en cuanto percibo la más ligera indicación del curso de los acontecimientos, suelo ser capaz de guiarme por los miles de casos semejantes que acuden a mi memoria.
Holmes, en «La liga de los pelirrojos».
La perplejidad ante la teoría del desván semivacío ha provocado todo tipo de interpretaciones y, como ya he dicho, la más verosímil en mi opinión es la que sostiene que Holmes no creía que el cerebro fuera un ático vacío, sino más bien que en el cerebro había un ático vacío, además de muchas otras habitaciones. A favor de la idea de que Holmes almacenaba cantidades asombrosas de datos es la descripción que hace del cerebro de la persona que más se parece a él, con permiso de Moriarty, por supuesto, su hermano Mycroft:
Posee el cerebro más claro y más ordenado del mundo, con la mayor capacidad para almacenar datos. Las mismas facultades que yo he aplicado a la investigación del crimen, él las dedica a esta actividad especial suya[245].
En lo que se refiere a los dos hermanos Holmes, podríamos hablar, como se hace en la serie Sherlock, de un «palacio mental» en el que Holmes encuentra prácticamente todo, aunque en el ático, quizá situado en una de las alas de ese inmenso palacio, se encuentren las cosas más interesantes o las herramientas que nos permiten pensar mejor.
La idea del palacio mental es una de las más célebres variaciones de un antiguo método memorístico llamado de los loci o lugares, cuya invención se atribuye al poeta Simónides de Ceos. Según cuenta Cicerón, Simónides fue invitado a un banquete por el noble tesalio Skopas. Tras recitar un poema en alabanza a los gemelos Cástor y Pólux, los héroes que eran también hermanos de Helena de Troya, Skopas no quedó satisfecho y pagó a Simónides solo la mitad de lo acordado, diciéndole que pidiese a Cástor y Pólux el resto. En ese momento, un criado avisó al poeta de que preguntaban por él a la puerta de la casa. Simónides salió y no encontró a nadie, pero entonces la casa entera se derrumbó, aplastando a todos los asistentes. Al parecer, quienes habían preguntado por Simónides eran dos gemelos… Pero lo importante, al menos para la historia de la mnemotecnia, sucedió cuando nadie logró identificar los cadáveres, de tan destrozados que habían quedado. Simónides lo consiguió porque recordaba todas las estancias de la casa y dónde estaba cada uno de los invitados, así que le bastó con ir recorriendo las ruinas, y las habitaciones correspondientes en su memoria, para identificar a todos los muertos. El método de los lugares, pues, consiste en imaginar un sitio conocido, ya sea una ruta, una casa o un palacio, para ir dejando en cada lugar o habitación las cosas que queremos recordar. Después basta con recorrerlo para encontrar allí todas esas cosas que hemos dejado. Puedo asegurar al lector que el método funciona y que, sin ser un experto, he memorizado en apenas unos minutos una lista de sesenta cosas, sin ninguna relación entre unas y otras, «depositándolas» en mi antigua casa de la calle Infantas de Madrid, para después recordarlas en el mismo orden en el que me fueron dichas, tan solo recorriendo de nuevo la casa en mi imaginación.
El método de los loci en Dous locorum (1520), de Gulielmus Leporeus[246], El primus locus o primer lugar está en la puerta de la residencia o jardín. Desde allí girando hacia la izquierda se van encontrando los demás, hasta llegar al decimus locum.
Es muy posible que Holmes tuviera su propio palacio mental, porque se trata de una técnica muy conocida, no solo en la Antigüedad y en la Edad Media, sino también en su propia época e incluso en la nuestra: la emplea Patrick Jane, el protagonista de El mentalista, pero también el de El silencio de los corderos, Hannibal Lecter, quien revela que ha podido soportar los largos años de cautiverio recorriendo su palacio de la memoria:
El doctor Lecter puede recorrer los vastos salones de su palacio de la memoria a una velocidad sobrenatural. Con sus reflejos y su fuerza, con su penetración y agilidad mentales, el doctor Lecter está perfectamente armado contra su mundo físico[247].
Holmes, según su propia descripción, también tiene un trastero mental lleno de objetos amontonados, que le permite encontrar aquello que necesite cuando lo necesite, esté o no en ese trastero. En el caso de la aventura «La melena de león», poco después de recorrer su trastero o palacio mental y darse cuenta de una manera confusa de que existe algo que se puede relacionar con el caso que le inquieta, recurre a otro desván:
En mi casita hay un amplio desván abarrotado de libros. Me zambullí en él y estuve rebuscando durante una hora. Al cabo de ese tiempo salí con un pequeño volumen de color chocolate y plata. Busqué ansiosamente el capítulo del que guardaba un confuso recuerdo.
Como se ve, Holmes no lo guarda todo en el desván o palacio mental, no lo memoriza todo, porque sabe que cuenta con obras de consulta externas. Lo que sí guarda en su cerebro es la clave, la señal diría un semiólogo, que le indica en qué otros lugares debe buscar.