Los poderes de la imaginación
Reconozco que es pura imaginación, pero ¡cuántas veces la imaginación es la madre de la verdad!
Sherlock Holmes en El valle del terror.
Los poderes de observación de Holmes no bastan por sí solos, no se trata solo de percibir signos, sino también de conectarlos, ya que es necesaria una gran imaginación para construir historias a partir de detalles e indicios dispersos. En varias de sus aventuras, Holmes se refiere a la imaginación como una herramienta imprescindible, que echa en falta en policías como Gregory («De estar dotado de imaginación, podría llegar muy lejos en su profesión[170]»), Lestrade («La imaginación no figura entre sus grandes cualidades[171]»), MacKinnon («Se necesita un poco de imaginación, inspector, pero vale la pena[172]»), e incluso a veces en sí mismo: «He estado lento en mis deducciones y me ha faltado esa mezcla de imaginación y realidad que constituye la base de mi arte[173]».
Jean-Claude Carrière, que fue guionista de películas de Luis Buñuel como Belle de jour, La Vía Láctea o Ese oscuro objeto del deseo, o del Amadeus de Milos Forman, entre muchas otras, cuenta un ejercicio creativo que practicaba tanto con Buñuel como con Jacques Tati. El juego consistía en sentarse en un café y observar a las personas que había alrededor e imaginar la vida de aquellos desconocidos, pero hacerlo no de manera puramente fantasiosa, sino a partir de la observación cuidadosa de su modo de vestir, de sus gestos o de sus acciones. Siguiendo este ejemplo, en mis clases de guión suelo entregar a mis alumnos una transcripción del encuentro entre Sherlock y Mycroft en «El intérprete griego», para que intenten desarrollar sus capacidades de observación y de fabulación coherente, como hacían Buñuel, Tati y Carrière, observando a los desconocidos en la terraza de un bar o en el banco de un parque. Esa capacidad de obtener mucha información a partir de ciertas apariencias es, al fin y al cabo, lo que debe ser capaz de hacer un guionista al escribir: sintetizar en dos o tres acciones y descripciones el carácter de un personaje, para que los espectadores puedan elaborar en un instante, de una manera intuitiva e inmediata, una historia coherente en la sala de cine o frente a la pantalla de su televisor o su ordenador. Nada más instructivo para un guionista que las charlas entre Holmes y Watson, que también podríamos comparar con la corrección o revisión de un guión que un guionista experimentado le haría a un novato. O, si se prefiere, Holmes podría representar el papel de un buen director de cine que lee, descifra y visualiza un guión, lo que le permitirá señalar en el rodaje lo que la cámara debe mostrar para que no pasen inadvertidos al espectador detalles o aspectos fundamentales, aunque eso se consiga a veces de manera sutil: una lámpara que después veremos en otro lugar, como hace Ernst Lubitsch en Un ladrón en la alcoba; un gesto revelador, un parpadeo o una mirada fija en un juicio, como la de Marlene Dietrich en Testigo de cargo, de Billy Wilder. Precisión y efectividad, claridad frente a efectismo, como señala Holmes cuando Watson describe un lugar:
—Justo en medio de todo eso, como una isla de comodidad y cultura antigua, se alza su vieja casa, rodeada por una tapia alta, tostada por el sol, moteada de liquenes y coronada de musgo, el tipo de tapia…
—Déjese de poesía, Watson —dijo Holmes con severidad—. Ya me doy cuenta de que es una tapia alta de ladrillo[174].
Las anteriores son algunas de las semejanzas entre el arte de la ficción audiovisual y los métodos de Holmes, pero hay muchas más, como la delicada mezcla entre verdad y mentira, verosimilitud y fingimiento, apariencias y realidades, signos transparentes y signos equívocos.
Ahora bien, si Holmes se limitara a leer y a poner en marcha su imaginación, no se diferenciaría mucho de su hermano Mycroft, quien desde sus dependencias del gobierno resuelve cualquier caso… siempre que le proporcionen todos los datos. Cuando Sherlock le pregunta a su hermano por qué no resuelve él mismo un caso complicado, puesto que «tú tienes tan buena vista como yo», Mycroft responde:
Dame los datos y yo, sin moverme de mi sillón, te daré una excelente opinión de experto. Pero eso de ir corriendo de aquí para allá, interrogando a guardas del ferrocarril y arrastrándome por los suelos con una lupa delante de los ojos, no es para mí[175].
No basta, pues, con tener buena vista, no es suficiente con leer signos, y tampoco con tener imaginación para conectarlos, sino que también es necesario ser capaz de emprender una búsqueda activa de otros signos, incluso de crearlos. Porque, aunque Holmes es aficionado a leer en todo lo que le rodea, es también un creador de signos y de lecturas para los demás, no solo para su cronista Watson, sino también para los criminales, a quienes a menudo conduce, mediante falsos signos, a una trampa.