La misteriosa profesión de Sherlock Holmes
Si preguntamos a cualquier persona cuál es la profesión de Sherlock Holmes, seguro que nos responderá que era detective. ¿Acaso no sabe todo el mundo que Holmes es el más célebre de cuantos detectives han existido? Muchas personas dirían sin dudarlo que fue él quien inventó esa actividad. Sin embargo, la verdad es que Sherlock Holmes no inventó la profesión y él mismo ni siquiera se consideraba detective, al menos no un detective como los demás.
Cuando Watson conoce a Sherlock Holmes, se pregunta a qué se dedica, pero no consigue encontrar una profesión en la que se necesiten los dispersos conocimientos que parece poseer aquel extraño joven. El misterio aumenta cuando observa que su amigo recibe en la casa de Baker Street a todo tipo de personas y que le pide que le deje usar la sala común: «Me es indispensable servirme de esta habitación como oficina de negocios, y estas personas son clientes míos». ¿Qué tipo de clientes?, se pregunta Watson, sin atreverse a pedir una explicación a Holmes. La respuesta a sus inquietudes viene de manera inesperada cuando lee en una revista un artículo que se titula «El libro de la vida», en el que el autor describe la llamada «ciencia de la deducción» y asegura que alguien bien entrenado en la observación sería capaz de deducir la profesión de cualquier persona. Watson señala a Holmes lo presuntuoso de tal aseveración y califica todas esas teorías de ciencia de salón: «Me gustaría ver encerrado al autor en un vagón de metro y que le pidieran que fuese diciendo las profesiones de cada uno de sus compañeros de viaje. Yo apostaría mil por uno en su contra[1]». La sorprendente respuesta de su compañero de piso es: «Perdería usted el dinero. En cuanto al artículo, lo escribí yo mismo». Holmes explica entonces que, gracias a su dominio de la observación y la deducción, le es posible ganarse la vida de manera respetable. Acto seguido, sin necesidad de ninguna pregunta más, Holmes le revela su misterioso oficio: «Tengo una profesión propia. Me imagino que soy el único en el mundo que la profesa. Soy detective consultor, y usted verá si entiende lo que significa».
«Detective consultor» (Consulting detective), esa es la profesión oficial de Sherlock Holmes, inventada por él mismo. Ahora bien, ya sabemos que no hay que confundir esta ocupación con la de un detective sin más, pues, como el propio Holmes explica: «Existen en Londres muchísimos detectives oficiales y gran número de detectives particulares». Como resulta evidente que Watson no entiende qué es un detective consultor, Holmes se ve obligado a ser más explícito: «Siempre que esos señores no dan en el clavo vienen a mí, y yo me las ingenio para ponerlos en la buena pista[2]».
Parece entonces que Sherlock Holmes, más que un detective, es un asesor de detectives, «el último tribunal de apelación[3]» al que se puede recurrir cuando todos los métodos de investigación han fracasado, pues, como él mismo dice con su inmodestia habitual: «Ni existe ni ha existido jamás un hombre que haya aportado al descubrimiento del crimen una suma de estudio y de talento natural como los míos[4]». Para convertirse en ese genio de la investigación, Holmes ha tenido que dedicar largos años de estudio, pero no limitándose a las materias propias de los detectives profesionales, sino ampliando su punto de vista hasta abarcar tantas actividades y profesiones que, como se verá, resulta difícil enumerarlas sin olvidar alguna.