El método inductivo

La información es poder.

Francis Bacon.

Francis Bacon, el inspirador de los científicos que crearon la Royal Society y del modelo de científico que era admirado por Sherlock Holmes y sus contemporáneos, propuso un método casi mecánico para recolectar datos. Su pretensión era huir de los peligros de opiniones precipitadas e infundadas y, al mismo tiempo, «igualar los ingenios» y hacer que cualquier persona pudiera contribuir al avance de la ciencia. Del mismo modo que en la Nueva Atlántida había imaginado una nueva utopía que reemplazara aquella Atlántida de la que Platón habla en la República, en su Novum Organum, propuso un nuevo órgano o instrumento que sustituyera los métodos lógicos y deductivos del Organon aristotélico. El método de la ciencia, dice Bacon, no debe consistir en postular principios y a partir de ellos deducir la realidad, sino en todo lo contrario: lo que hay que hacer es observar la naturaleza para luego deducir sus leyes. Bacon podría haber escrito lo que dice Holmes a Watson en diversas ocasiones: «Es un error capital teorizar antes de poseer datos. Insensiblemente se comienza a distorsionar los hechos para que encajen en las teorías, en vez de hacer que las teorías encajen en los hechos[228]». Conviene, por el contrario, aplicar el método empírico e inductivo, propio de ciencias como la química, la física o la biología: a partir de observaciones, elaborar hipótesis que luego puedan ser contrastadas por experimentos y por nuevas observaciones. Para lograr este objetivo, Bacon propuso unas tablas en las que debían ordenarse los datos según diferentes categorías, en concreto veintisiete. Durante la recopilación de los datos también se deben llevar a cabo ciertas manipulaciones experimentales, para «hacer hablar a la naturaleza». Una vez reunidos todos los datos relacionados con el asunto que pretendemos investigar, hay que plantear comparaciones entre las diversas situaciones en las que se han obtenido esos datos, para distinguir entre lo contingente y lo necesario, o como dice Holmes: «Es de la mayor importancia no dejar que los datos inútiles desplacen a los útiles[229]». De este modo llegaremos, por el llamado «método de inducción por eliminación», a las primeras hipótesis acerca del fenómeno en cuestión.

En las tablas baconianas se recogen características que hemos podido observar; por ejemplo, todos los casos en los que está presente el calor: cuerpos que se frotan, el fuego, los rayos del sol o los animales, en especial los mamíferos. Pero también se apuntan las características ausentes, por ejemplo, fenómenos similares a los anteriores pero en los que no se produce calor, como los rayos de la luna, que iluminan como los del sol pero no calientan. Si comparamos esta tabla de ausencia con una de las inferencias de Sherlock Holmes, podríamos decir que el célebre incidente del perro que no ladró por la noche estaría en la tabla de ausencia referida a las «situaciones en las que un perro no ladra por la noche cuando alguien entra en los establos»:

El perro está muerto.

El perro ha sido narcotizado previamente.

El perro ha perdido la voz por alguna razón.

El perro lleva un bozal que le impide ladrar.

El perro no ladra porque quien entra en los establos es su amo…

Podemos suponer que cuando Holmes piensa en ese dato «ausente» del perro que no ladró, enseguida pasan por su mente las posibilidades que he enumerado y muchas otras, mientras que los policías o Watson ni siquiera piensan en esas posibilidades, sencillamente porque no han llegado a considerar que eso, el hecho de que el perro no haya ladrado, sea un dato. Como es obvio, cualquier dato incluye ya, en tanto que dato, una cierta teorización, porque, de no ser así, la tarea de un científico consistiría en registrar no ya miles de datos, sino absolutamente todo lo que ve, cualquier hecho, suceso o particularidad. Cuando a Holmes le cuentan las cosas que han sucedido en un determinado caso, sus interlocutores casi siempre han seleccionado ya lo que ellos consideran datos, aunque es obvio que existen ciertas circunstancias, detalles o sucesos que no cuentan al detective, ya que es imposible mencionarlo todo:

Era una noche de luna llena y la hierba estaba húmeda y yo había salido de mi casa a las ocho de la tarde, después de cenar; busqué los guantes de color beige con ribetes dorados en el armario de la cómoda, y al abrirlo me hice daño en un dedo, pero no le di importancia y busqué el abrigo, que estaba en el perchero del dormitorio, y lo cepillé ligeramente antes de ponérmelo, pero…

Imaginemos el disparate que supondría un relato en el que hubiera que contarlo todo: ¿dónde nos detendríamos? Habría que explicar todas las circunstancias que rodeaban al suceso, pero también las circunstancias que rodeaban a las circunstancias. Ni los investigadores pretenden conocer todas las circunstancias y detalles que rodean a un fenómeno determinado, ni Holmes pretende que le cuenten todo lo relacionado con un acontecimiento criminal, porque su paciencia tiene un límite. Por eso, y este es un asunto crucial, lo que hace Holmes es buscar el dato, es decir, preguntar. Preguntar, por ejemplo: «¿Ladró el perro por la noche?». Esa pregunta apunta a algo que para él es un dato, pero que no lo es (o no lo era hasta entonces) para sus interlocutores, ya que no lo han incluido en su relato de los acontecimientos por considerarlo irrelevante. Ya hemos visto que el método de las preguntas, propio del diagnóstico médico, es una de las claves de todas las investigaciones que emprende Holmes.

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