Dame un titular

Un segundo significado debía esconderse en aquella extraña combinación de palabras.

Sherlock Holmes en «La corbeta Gloria Scott».

Los títulos de los capítulos y apartados de este libro tienen una intención orientativa e informativa, eso es obvio, pero en muchos casos también contienen algún tipo de guiño al lector, un doble sentido, una referencia o algún juego de conceptos o de palabras. Es algo que hago en todos mis libros, y supongo que también lo hacen otros ensayistas.

¿Supongo?

En el párrafo anterior, he estado tentado de dejarme llevar por la manera de pensar de Watson y no tomarme la molestia de comprobar si otros ensayistas hacen eso o no; incluso pensé escribir «como hacen todos los ensayistas», sin el precavido «supongo». Pero Holmes me ha llamado la atención, me ha sacado de mi pereza y me ha obligado a comprobar si los ensayistas hacen eso o no lo hacen. ¿Buscan un doble sentido, una broma, un rasgo de ingenio, una referencia o un guiño en los títulos de sus capítulos y apartados?

Tras hacer una rápida y nada exhaustiva prospección entre algunos ensayos de mi biblioteca, el resultado me ha sorprendido, en cierto modo ha sido también decepcionante y ha refutado mis ideas previas, que es lo que suele suceder cuando investigamos a fondo cualquier asunto. Esperaba encontrar muchos títulos de capítulos que fuesen un poco más allá de lo informativo, pero me ha costado encontrarlos. He descubierto que Umberto Eco muestra su ingenio en los títulos de sus libros (Apocalípticos e integrados, Decir casi lo mismo, Kant y el ornitorrinco), pero que no suele aplicar el doble o triple sentido en los capítulos y apartados, a no ser que se trate de una recopilación de artículos, cada uno de ellos, claro, con su título ingenioso. El argentino Juan José Sebreli se lo permite muy raramente en libros como Las aventuras de la vanguardia, mientras que Daniel Kahneman apenas lo hace en su voluminoso Pensar rápido, pensar despacio. Por fortuna, no me han decepcionado tres autores que situé de manera intuitiva entre los más traviesos antes de iniciar mi pequeña investigación. El primero es Nassim Nicholas Taleb, que en El cisne negro ofrece títulos de capítulos como «La historia no gatea: da saltos», «Educación en un taxi», «No todos los zoogles son boogles», «La realidad, ¿para qué?» o «El error de Dios». El segundo es Paul Watzlawick, quien, en ¿Es real la realidad?, tiene apartados como: «El caballo neurótico», «La rata supersticiosa», «Cuanto más complicado, tanto mejor» o «Donde todo es verdad, también lo contrario». Pero el que resulta insuperable es Marshall McLuhan en Comprender los medios de comunicación. «Los relojes: el olor del tiempo»; «El dinero: tarjeta de crédito del pobre»; «La fotografía: el burdel sin muros»; «El coche: la novia mecánica». Lo bueno es que cada uno de esos títulos tiene su sentido, no se trata de simples ocurrencias o rasgos de ingenio sin más trascendencia.

Este tipo de juego también lo practican los guionistas de series de televisión. Si se revisan los títulos de series, en especial las de Estados Unidos, se encuentran todo tipo de bromas, algunas casi privadas de la profesión o del equipo de guionistas, otras evidentes y algunas muy sutiles. En Policías de Nueva York el capítulo cinco de la segunda temporada se titula «Simone says», no «Simón», como en el célebre juego de imitación, sino «Simone», que es el nombre del nuevo policía que llega a la brigada y marca la pauta a imitar. En Los Soprano, la mítica serie creada por David Chase, hay muchos ejemplos: «Pax Soprana», «Meadowlands», mezclando el nombre de unos humedales de New Jersey con el nombre de la hija de Tony Soprano, Meadow, que en ese episodio enseña a su hermano el territorio por el que se mueve la familia Soprano; «Un tipo entra en el despacho de una psiquiatra», imitando el comienzo de un chiste, o «¿Desde dónde a la eternidad?», una clara referencia cinematográfica. En Mad Men, la serie creada por Matthew Weiner, encontramos referencias de todo tipo: «Smoke gets in your eyes», la célebre canción, da título al primer capítulo, dedicado a la publicidad de tabaco en una época de dificultad; «Las bodas de Fígaro», para señalar un paralelo que se hará evidente a lo largo del capítulo entre el protagonista de la serie, Don Draper, y el personaje de la obra de Beaumarchais (naturalmente en un momento significativo sonará un aria de la ópera de Mozart, «Voi che sapete»); en otra ocasión, Weiner imita el título-chiste de su maestro David Chase: «Un tipo entra en una agencia de publicidad».

En cuanto a la serie Sherlock, hace honor a su protagonista y cada título esconde uno o varios huevos de Pascua, guiños a los holmesianos y dobles sentidos. Así, el primer episodio se titula «Estudio en rosa», en vez de Estudio en rojo o Estudio en escarlata; el episodio «His last vow» también cambia levemente el título original de «His last Bow» («Su último arco»), en este caso porque vow, con «v», significa «promesa» o «juramento» y en este capítulo el momento más importante ocurre durante la boda de Watson y el discurso que Holmes pronuncia allí: «No he hecho ninguna promesa en mi vida y después de esta noche no haré ninguna más, así que frente a vosotros haré aquí mi primera y última promesa…». El cuento de Conan Doyle «Un escándalo en Bohemia» se convierte en «Un escándalo en Belgravia», por el exclusivo barrio londinense; mientras que «Reichenbach Fall» es una referencia traviesa a «the Reinchenbach falls» («las cataratas de Reichenbach»), porque en ese episodio presenciaremos la caída (fall) de Holmes y Moriarty, pero no por unas cataratas (falls) de Suiza, sino desde un edificio de Londres; en cuanto a «The empty hearse» («La carroza fúnebre»), es una broma muy ingeniosa respecto a «The Empty House» («La casa vacía»), el cuento en el que Holmes regresa después de varios años de ausencia y su aparente muerte en la lucha final con Moriarty. En cuanto a huevos de Pascua y juegos de todo tipo escondidos en las tramas de la serie, los holmesianos aficionados a Sherlock son capaces de encontrar decenas en cada capítulo. El lector interesado puede consultar los enlaces sugeridos en danieltubau.com/notanelemental, donde se ofrecen las investigaciones de los fans de la serie capítulo a capítulo.

Como no podía ser menos, los títulos de muchos de los apartados de este libro esconden algún juego, a veces puramente intuitivo o que acudió a mi mente sin que yo casi me diera cuenta. Al revisarlos, he encontrado cuatro que consisten en combinar el mundo holmesiano con mundos ajenos: «Johannes Kepler de Baker Street», «Elemental, mister Hooke», «Sherlock Holmes en la bañera de Arquímedes», «El significativo incidente del perro de Palov»; varios títulos de novelas, a veces levemente modificados: «Orgullo y prejuicios», «La educación de John Watson» (por La educación de John Adams), «El oficio de vivir»; «Cómo ser un buen empirista» (es el título de uno de los primeros libros de Feyerabend, al que se menciona en capítulos posteriores); «Los cisnes negros», plural de El cisne negro, de Taleb; «Pensar despacio rápidamente», que es una variación nada casual del título de Kahneman Pensar rápido, pensar despacio. También hay, cómo no, frases shakesperianas: «Palabras, palabras, palabras». Por cierto, ¿sabe el lector que casi todos los títulos de las novelas de Javier Marías son frases shakesperianas?: Mañana en la batalla piensa en mí (Ricardo III), Corazón tan blanco (Macbeth), Negra espalda del tiempo (La tempestad) o Tu rostro mañana (La segunda parte de Enrique IV). En cuanto a mi capítulo «Una extraña forma de vida», se refiere a la extraña forma de vida de Holmes, por supuesto, pero el título acudió a mí al recordar el fado portugués «Una extraña forma de vida». Al revisar este libro, he sabido que Enrique Vila-Matas publicó una novela titulada Extraña forma de vida, también por el fado, protagonizada por alguien que es al mismo tiempo escritor y espía. No la he leído, pero es una coincidencia interesante, dada la cercanía con el género policiaco y el hecho de que el personaje tenga varias profesiones. También hay referencias religiosas, como el apartado: «Busca y encontrarás», es decir, Quarendo invenietis, la frase de Jesucristo.

En otros lugares he combinado a varios autores en un pasaje, como cuando enumero las actividades propias del pensamiento lento y del rápido. Si el lector consulta la nota a ese pasaje[331], descubrirá que en ella no se cita un libro, sino tres libros, porque aunque el cuerpo principal del pasaje está tomado de Kahneman (Pensar rápido, pensar despacio), he añadido ejemplos de Malcom Gladwell (Inteligencia intuitiva) y de una aventura de Sherlock Holmes (El signo de los cuatro). Copio aquí de nuevo el pasaje, marcando ahora en cursiva los ejemplos tomados de Gladwell, y subrayando los de la novela de Arthur Conan Doyle. El resto pertenece, por supuesto, a Kahneman:

El sistema 1, pensar rápido, se identifica por regla general con el pensamiento instintivo, impulsivo o intuitivo y está detrás de actos como percibir que un objeto está más lejos que otro, hacer que pongamos cara de desagrado ante un cuadro horroroso, detectar hostilidad en una voz, ser un buen vendedor de coches, responder a ¿2 + 2=?, observar manchas de tierra rojiza en un zapato, conducir un coche por una carretera vacía, seleccionar al intérprete de un instrumento que requiere buenos pulmones, o entender frases sencillas.

El sistema 2 se activa en situaciones como estar atento al disparo en una carrera, ser el mejor vendedor de coches de una empresa, buscar a una mujer con el pelo blanco, contar las veces que aparece la letra a en una página de texto, rellenar el impreso de la declaración de la renta, seleccionar de manera justa al intérprete de un instrumento que requiere buenos pulmones, caminar a un paso más rápido de lo que es natural, recordar un lugar en el que hay tierra rojiza, o comprobar la validez de un argumento lógico concreto.

En otra ocasión, he ofrecido una enumeración aparentemente casual que en realidad no lo es (supongo que la referencia no se les habrá pasado a los lectores catalanes):

No se debe olvidar, en definitiva, que las palabras son los signos más evidentes que existen, pues una palabra siempre está ahí en lugar de otra cosa, aunque a veces se trate de algo muy abstracto, como «alma», «Dios» o «bondad», y otras de algo muy concreto, como «bicicleta», «cuchara» o «manzana».

Por supuesto, los tres objetos concretos son propios de la prueba para enfermos de alzhéimer que se popularizó con el documental dedicado al alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat Pasqual Maragall, que se titulaba precisamente Bicicleta, cuchara, manzana.

Aparte de estas pequeñas bromas, existen muchos otros juegos y pequeños misterios en este libro, que tienen casi siempre la particularidad de no ser planteados de manera explícita, precisamente porque, como ya he dicho, el pensamiento Holmes se dedica a buscar, incluso cuando parece que no hay nada que buscar. En la página web dedicada a este libro (danieltubau.com/notanelemental) se muestran algunos de estos enigmas y se proponen otros muchos. Además, allí el lector podrá descubrir que el libro que tiene entre las manos posee otro significado oculto.

Termino con dos preguntas, una sencilla y otra más difícil. La primera procede de una ocurrencia de Baring-Gould, el autor de la primera biografía (no autorizada) de Sherlock Holmes: ¿por qué algunos expertos prefieren llamar a la colección de escritos del detective, no el canon holmesiano, como es usual, sino «el Conan»?

La otra pregunta es bastante más compleja: ¿qué tiene en común Sherlock Holmes con personajes como el profesor Challenger, Philip Marlowe, Arsène Lupin, Phileas Fogg, Fu Manchú, Ñero Wolfe, Tarzán, la Pimpinela Escarlata, Raffles o Moriarty? Sí, ya sé que es fácil encontrar una relación entre este y aquel personaje, pero ¿qué tienen en común todos ellos? Y no, no se trata de que todos sean personajes de ficción, porque a la lista anterior se puede añadir a personas reales como Billy el Niño o Cyrano de Bergerac. Es algo que une a todos ellos de manera muy estrecha, pero que no tiene que ver con la literatura en sí ni con los géneros literarios[332].

No tan elemental
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