¡Mira hacia aquí! (y no mires hacia allá)
Sí, sí, ya sé que soy un poco distraído para este tipo de cosas. Pero ¿ha traído su revólver o no?
Holmes a Watson en «El problema del puente de Thor».
Después de tanto hablar de gorilas, supongo que todos los lectores habrán visto enseguida al gorila oculto en la tomografía. Sin embargo, Trafton Drew, investigador de la Universidad de Utah, hizo un experimento mostrando a destacados radiólogos cien placas y entre ellas la que incluía al gorila. Los radiólogos, que son considerados entre las personas con mayor capacidad de observación, no sabían que se trataba de un experimento y su propósito era encontrar cualquier anormalidad en los pulmones. Aunque parezca asombroso, un 83% de los radiólogos profesionales vieron todos los nódulos, pero no vieron el gorila[328].
Los autores de relatos policiales son expertos en emplear trucos para desviar la atención de los lectores, señalando algo que parece importante, pero cuya verdadera función en el relato es lograr que no se observe con atención otro detalle, que en su momento llevará a la solución del misterio. Es el mismo mecanismo que el de los carteristas que golpean el lado contrario. Nosotros creemos que lo importante es que un testigo escuchara un ruido en mitad de la noche, y no nos damos cuenta de que ese ruido ocultó otro menor, que era el que realmente importaba. Sherlock Holmes a menudo juega con los policías de Scotland Yard y con Watson, y Conan Doyle con los lectores, al proporcionarles informaciones llamativas pero innecesarias; los policías y Watson se distraen intentando dar respuesta a esos enigmas, pero Holmes no se deja engañar y descubre lo que verdaderamente conduce a la solución del misterio. Sin embargo, Conan Doyle no abusa de este método, al contrario que muchos de sus discípulos de la novela detectivesca, como Agatha Christie, pues raramente ofrece al lector la posibilidad de solucionar el caso con las pistas iniciales. El lector de las aventuras de Sherlock Holmes disfruta viendo cómo el detective avanza en sus deducciones, pero pocas veces intenta competir con él. Eso sí, las demostraciones de Holmes hacen que el lector se dé cuenta de la cantidad de signos que existen en cualquier situación. Aunque no pueda resolver el caso, sí puede aplicar esos conocimientos a su vida cotidiana.
Ya hemos visto que psicólogos como Simons y Chabris han demostrado sin ningún género de dudas que cuando nos concentramos en una única cosa nos volvemos incapaces de ver cualquier otra, desde un gorila que pasa delante de nosotros, hasta paredes que cambian de color. Una de las conclusiones de estos experimentos es que no debemos fiarnos de nuestra intuición en situaciones que se salen de lo normal, y ya sabemos que el problema es que no siempre sabemos qué situaciones se van a salir de lo normal; es por eso por lo que el libro de Chabris y Simons dedicado a sus descubrimientos acerca de la percepción selectiva se tituló El gorila invisible, cómo nuestra intuición nos engaña.
Los experimentos de percepción selectiva, de ceguera por focalización y otros similares también muestran que las ideas fijas y las obsesiones nos vuelven ciegos, que es fácil que construyamos una imagen del mundo exterior que no se corresponde demasiado con la realidad y, por supuesto, que podemos ser ciegos a algo que tenemos delante porque nuestra percepción está condicionada por otra cosa que ha ocupado en exclusiva nuestra atención, como explica Holmes al inspector Hopkins en «Peter el Negro»: «Estaba usted tan absorto en el joven Neligan que no tuvo tiempo para pensar en Patrick Cairns». En otras ocasiones, lo que nos hace ciegos es que solo vemos aquello que ya esperamos ver o, al contrario, que no estamos preparados para ver algo que se sale de lo previsible, como cuando Watson pregunta a Holmes qué es lo que vio al examinar un lugar y Holmes le responde: «Lo que esperaba ver».
Y ahora ha llegado el momento de mirar este libro de otra manera y descubrir si el lector ha visto en sus páginas ciertas cosas que no esperaba ver.