El detective semiótico
Sherlock Holmes es el primer gran semiólogo conocido.
Umberto Eco.
La primera vez que me interesé de manera explícita por la semiótica fue gracias a Sherlock Holmes. Sucedió cuando leí un artículo en el que se contaba una conferencia de Umberto Eco en la que el semiólogo italiano, que por entonces aún no había escrito El nombre de la rosa, hacía una demostración de sus habilidades deductivas ante los alumnos de una universidad. Simplemente observando la manera en la que iban vestidos, sus peinados o su actitud, Eco era capaz de deducir, inferir o adivinar muchas de las características que los definían: su clase social, sus opiniones políticas y algunos detalles muy llamativos. Por aquel entonces yo apenas había oído hablar de Umberto Eco; sabía que estaba relacionado con la ciencia de la comunicación y con el estudio de los medios de masas y que había escrito dos libros bastante conocidos en ciertos ambientes: Obra abierta y Apocalípticos e integrados, cuya portada me había llamado la atención, pues mostraba un dibujo de Superman[69]. Volví a oír hablar de Eco años después, debido a que mi padre estaba escribiendo Periodismo cultural, un libro muy relacionado con la semiótica y la teoría de la comunicación. Mi padre me contó algunas de las teorías de Eco y su relación con las de Marshall McLuhan y Dwight Macdonald, pero no recuerdo que llegara a entender plenamente a qué se dedicaba exactamente un semiólogo o qué ciencia era esa llamada semiótica. Años después, gracias a la crónica de aquella conferencia de Eco, empecé a entender que la semiótica era algo muy parecido a lo que hacía Sherlock Holmes.
Con el tiempo, la relación entre la semiótica y Holmes se acentuó, pues Eco y otros de sus colegas de profesión, como Thomas Sebeok, aludían continuamente al detective como precursor de su ciencia, citándolo casi siempre en compañía de Charles Sanders Peirce. Gracias a uno de los libros de Sebeok he podido contar páginas atrás la curiosa aventura de Charles Sanders Peirce y su reloj[70]. En 1983, Eco y Sebeok publicaron una deliciosa antología de ensayos en torno a Sherlock Holmes, Auguste Dupin y Charles Sanders Peirce, que titularon El signo de los tres, como homenaje a la novela de Holmes El signo de los cuatro. Aquel libro convirtió de manera definitiva a Sherlock Holmes en algo así como el santo patrón de la semiótica. Yo lo leí en 1989 y llené sus márgenes de anotaciones y mis horas de placeres inagotables.
En El signo de los tres se señalan algunas de las habilidades de Holmes en diversas ciencias, pero se presta especial atención a la semiótica y otras disciplinas afines, como la lógica o la psicología social aplicada. También se insiste una y otra vez en la estrechísima relación entre Holmes y Peirce y en la posibilidad de que lo que Peirce llamaba abducción o retroducción quizá sea la mejor definición del método de Holmes. Pero antes de saber en qué consiste la abducción, debemos averiguar por qué Holmes es considerado uno de los santos patrones de la semiótica.