La comunidad unida por el destino
Ahora bien, también existen sucesos y destinos en las familias de origen de determinados pacientes que no fueron vividos por ellos mismos y, a pesar de todo, llegan a producir enfermedades graves en ellos. También aquí el protagonista es el yo, pero de una manera extraña. Así, en muchos casos los pacientes intentan anular la separación de los padres o de los hijos muertos diciéndoles interiormente: «Te sigo.» Frecuentemente también realizan esta frase, sea a través de una enfermedad mortal, o un accidente grave, o un suicidio.
O también se intenta cambiar el destino fatal de una persona amada con medios mágicos, a veces incluso posteriormente, diciéndole interiormente: «Prefiero morir yo antes que tú.» También esta frase se realiza a veces, sea por una enfermedad, o por un accidente, o por un suicidio.
O también se intenta expiar la culpa propia o ajena por medio de la enfermedad o de la muerte, como si fuera posible compensar o borrar una fatalidad a través de otra fatalidad.
También aquí la mera habilidad artesanal no es suficiente. También aquí se requiere una Psicosomática claramente consciente del trasfondo religioso de la enfermedad y de la sanación, capaz de captar tales contextos; una Psicosomática que cuidadosamente sepa alejar a la persona de aquella actitud religiosa que pretende conjurar las realidades de la muerte, de la culpa y del destino de una manera mágica, para acercarla a una actitud que se somete a estas realidades, reencontrando justamente así lo propio: la propia grandeza y fuerza, la propia vida, la salud y la felicidad.
Sólo desde esta actitud, también el trabajo con constelaciones familiares puede desarrollar plenamente su fuerza reconciliadora y sanadora.
El centro vacío
La cuestión que ahora se plantea para el psicoterapeuta sería la siguiente: ¿Cómo puede llegar a esta actitud y cómo puede desencadenar y soportar estos efectos? A este respecto no necesito pensar mucho, ya que me atengo a un amigo mío, un tal Lao Tse, que murió hace mucho tiempo. En su libro Tao Te King habla sobre los efectos del retenerse y del retirarse a un centro vacío.
Quien se retira al centro vacío está libre de intenciones y de miedos. Como por sí solo, la gran variedad a su alrededor comienza a ordenarse sin que él mismo se mueva. Ésta es la actitud que el terapeuta puede adoptar ante los destinos difíciles y ante la enfermedad grave: retirarse al centro vacío. En ese momento no necesita cerrar los ojos, ya que el centro vacío no se encuentra aislado; está en unión. Así, pues, el terapeuta se expone al mismo tiempo a la enfermedad y al destino, con su mayor superficie, por así decirlo, y sin temor. Eso es especialmente importante, ya que quien siente miedo pensando en todo lo que podría pasar, ya ha perdido su fuerza y su actitud alerta. En el centro vacío, la persona se halla unida con fuerzas que sobrepasan en mucho al yo y sus planes. Entregándose a él, de repente surgen imágenes y frases de solución e indicaciones para el actuar concreto. A estas indicaciones se les sigue. Naturalmente también es posible el error, pero éste se regula a través del eco que le sigue. Así, pues, el terapeuta no necesita ser perfecto en esta actitud. No se arroga nada. Sólo permanece en silencio en este centro. Y es así como este tipo de terapia se logra.
Esta actitud sin intenciones, que asiente a la persona enferma tal como es, que asiente a su enfermedad tal como es, que asiente al propio destino tal como es. A esta actitud la llamo humildad. Ella resulta de la sintonía entre alma y yo y es la realización religiosa en sí.
Al final aún contaré una historia. Se trata de una historia filosófica, o religiosa, o terapéutica, puesto que en ella estas diferencias se suprimen. La historia se titula: