Caminos espirituales

7 de junio de 1984

Muchos de los llamados caminos espirituales intentan abreviar o simplificar algo que, para lograrse, requiere el camino entero y el tiempo entero. La afirmación que todo depende únicamente del yo mismo (self), tiene algo tentador y, en muchos aspectos, es correcta. Absolutizada, sin embargo, constituye una forma peligrosa del orgullo desmesurado, ya que niega las relaciones e implicaciones que nos condicionan. La espiritualidad humilde reconoce las implicaciones y se conforma con lo necesario para actuar.

24 de enero de 1987

Tus textos causan mucha impresión. Se nota el esfuerzo intenso y prolongado y la gran fuerza espiritual. Pero también tienen un toque de lujo y reclaman el otro lado.

6 de julio de 1988

Gracias por tus ponencias sobre Psicología y Mística.

Para mí, el camino de cada uno resulta de una confluencia de muchas fuerzas. Cuando las percibimos en conjunto, intuimos que se hallan al servicio de un sino que no se deja captar científicamente. Tanto la psicología como la meditación pueden estar al servicio de este sino, sea como ayuda o como tentación. Por tanto es necesaria una metaposición que se halla por encima de ambos. Por su contenido es difícil de captar, pero al igual que el árbol, se reconoce por su fruto. Entre estos frutos cuentan la sabiduría, la humildad, el amor, la serenidad, la valentía, la gratitud, el asentimiento a la plenitud, al límite y a la justa medida. En última consecuencia implica que encaremos lo efímero de nuestra propia vida, reconociendo la muerte como el final.

22 de marzo de 1991

Cuando nos invade una sensación de vacío, muchas veces resulta beneficioso imaginarse cómo las propias raíces se extienden aún más hacia abajo, hasta que alcancen las aguas que corren, allí ocultas, y nos comunican la plenitud del Todo.

18 de diciembre de 1993

Me alegro de encontrar en usted alguien que tanto me impulsa como me cuestiona, y que me obliga a pensar con más exactitud. La diferenciación entre la Fe de la Revelación y la Fe de la Creación no resiste un pensamiento estricto. Yo tampoco publicaría nunca una definición de este tipo. En Felicidad dual, Gunthard Weber recogió unos comentarios que durante un taller hice de forma más bien casual, y no quise inmiscuirme. De todos modos, mi intención fue la de señalar la dialéctica entre fe y falta de fe o, más exactamente, entre fe (o también, esperanzas en contra de toda evidencia) y percepción. Es decir, la fe siempre implica una negación de una realidad.

La bella frase de «quien nunca sufrió, ¡qué sabrá!», es un recuerdo de mis tiempos de estudiante que desde entonces me viene acompañando. Y no sé a qué se refería en un principio. Sea como fuere, si de la Biblia o no, se trata de una frase de peso.

En lo que a la Biblia se refiere, soy un incrédulo. Para mí es un libro humano que tanto me fascina, como también me enajena de mi centro si me entrego a él. Por tanto, en mi trabajo tampoco me oriento en conceptos bíblicos. Lo que significan humildad y orden, contrición y amor, justicia e injusticia, culpa e inocencia, o conciencia e incluso gracia, se deduce y se percibe a través de la simple mirada. Para mí son verdades de la Tierra.

En consonancia con la Tierra, también ejerzo un poder que puede parecer sacerdotal; no obstante, se halla al servicio de la reconciliación con los excluidos u olvidados, con los menospreciados o descalificados. Frecuentemente, este poder se convierte en salvación, por lo que parece grande; sin embargo, no pretende salvar la vida, porque, en sintonía incluso con lo espantosa, se contiene donde, de forma inevitable, también la fatalidad se hace valer y tiene que hacerse valer.

No conozco ningún proyecto de promoción teológica que integre este tipo de trabajo (o de pastoral). Incluso lo considero peligroso. Fácilmente podrían socavar la pastoral eclesial en vez de fomentarla, por ejemplo, cuando la Tierra aparece como lo verdaderamente sanador y sagrado.

23 de noviembre de 1998

Me alegré de recibir su carta y el libro de «Individuación espiritual». Cuando empecé a leerlo, me resultó difícil orientarme y distinguir qué era experiencia y qué, especulación. Cuando me di cuenta de que me desviaba de mi centro, lo volví a dejar. Por lo visto hay muchos accesos al misterio, y no todos son para todos aquello que sus almas necesitan. A pesar de todo, le doy las gracias.

Religión, psicoterapia, cura de almas
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