La serenidad
Nos inquietamos cuando nos chocan las dicotomías de bueno y malo, hombre y mujer, justo e injusto, felicidad y desdicha, salud y enfermedad, vida y muerte.
A la serenidad llegamos cuando aguantamos las dicotomías como dos partes que siempre forman un conjunto, cuando nos fusionamos con ellas y, a través de ellas, ganamos amplitud y grandeza. La serenidad así lograda, al final desemboca en la devoción. Pero en el momento oportuno también nos obliga a los hechos, a actuar con fuerza concentrada.