La imagen de Dios
HARTMUT WEBER En su libro Der Abschied (El Adiós), usted escribió: «No basta con mirar a las víctimas o a los perpetradores, o a ambos juntos. Tanto las víctimas como los perpetradores están englobados en algo que actúa detrás de ellos. Por tanto, debe ser un poder que dirige la Historia, también en sus aspectos terribles. Por una parte es un poder terrorífico o, digamos, atemorizante en su grandeza y su incondicionalidad. Para ese poder, ambas partes son iguales, tanto víctimas como perpetradores. Por eso, víctimas y perpetradores pueden amarse cuando se sienten englobados en este poder. Sólo cuando esto se admite, cuando entra en juego este aspecto religioso de trasfondo, puede darse la reconciliación y puede darse la libertad para los vivos.»
Pienso que estas frases resumen muy bien aquello que usted acaba de decir. Ahora bien, mi problema es el siguiente: ésta es una imagen —usted habla de un poder, los cristianos frecuentemente hablan de Dios— muy diferente de aquélla que tradicionalmente proclaman, por ejemplo, las Iglesias. ¿No se establece aquí una barrera que a muchas personas puede dificultarles el acceso a su trabajo?
HELLINGER Hay una discusión entre muchos teólogos de renombre acerca de Dios después de Auschwitz y de que la imagen antigua de Dios ya no es viable. De repente también se dan cuenta de que la imagen de Dios que nosotros nos formamos como de alguien que está por nosotros, que se preocupa de nosotros y, por así decirlo, centra todo su interés en nosotros, no puede resistir la realidad. Es decir, ahora más bien procuramos mirar primero la realidad, tal como transcurre, también con sus aspectos terribles, y abandonarnos a este poder, también en sus aspectos terribles. Así —y eso es lo sorprendente—, en las almas nace una profunda paz. De repente se alcanza un nivel totalmente distinto de «hágase tu voluntad», un nivel muchísimo más profundo.
Moviéndose en este nivel, lo terrible pierde muchos de sus aspectos, porque en lo hondo empieza a extenderse algo, una paz y una fuerza que no pueden lograrse de ninguna otra manera.