La devoción
Quisiera decir algo de la relación entre psicoterapia y religión. En el ámbito de la religión, mirándolo sin prejuicios, se puede ver qué ocurre en el alma cuando una persona se experimenta como religiosa. La experiencia religiosa empieza donde alguien topa con un límite, detrás del cual no puede mirar ni tampoco puede llegar ni con sus conocimientos, ni con sus deseos, ni con sus miedos. Para mí, la actitud religiosa adecuada sería detenerse ante este límite y respetar el misterio que se halla detrás. Eso significa tanto devoción como humildad. De esta actitud nace una gran fuerza, justamente porque el misterio es respetado.
Algunos no lo soportan, este algo incierto, grande, que quizás intuyamos pero no podemos captar. Reflexionan acerca de aquello que se halla detrás, o intentan influir sobre ello con ritos, con sacrificios, con oraciones o con lo que sea. Esta es la religión tal como la experimentamos en la mayoría de los casos, pero es diferente de la religión que acabo de describir en un principio, ya que rehúye el misterio y su fuerza y su distancia inaudita.
También la psicoterapia existe bajo ambas formas. Hay una psicoterapia que actúa como si pudiera saltarse los límites y dominar y cambiar los destinos. Y hay una psicoterapia que se para ante el misterio y lo toma en serio, tal como es. Así, por ejemplo, toma en serio el hecho de que una persona se vaya a morir porque está enferma.
No intenta hacerle creer que con determinadas psicoterapias pueda librarse de esa enfermedad y de esa muerte, sino que le lleva hasta ese límite y espera. Así, el terapeuta se mantiene respetuoso, permanece centrado y humilde y dispone de una fuerza mucho mayor que si intentara darle un giro al destino.
La psicoterapia que aquí muestro es de este tipo. Por eso tiene una dimensión espiritual o religiosa, pero únicamente en este sentido, de detenerse ante el misterio y de respetarlo.