El discurso esencial
En la vida pública de los grupos eclesiales oficiales queda poco espacio para el discurso esencial, es decir, para la conversación sobre nuestra experiencia personal con la fe, sobre nuestras tentaciones y dudas, sobre nuestras preguntas temerosas y sobre la noche, que a veces parece carecer de salida. Al hablar de discurso esencial, también me refiero al mensaje renovador de Jesús en nuestra vida cotidiana: de cómo juzga y purifica; de cómo, de repente, exige una nueva libertad y abre el camino a la esperanza y a la fuerza.
Me pregunto: este discurso personal, ¿por qué se da tan raras veces en la Iglesia? ¿Qué me impide tomar en serio mi experiencia con la fe y revelarla en una conversación? Si confronto la experiencia viva que he hecho con la fe, y si reconozco la exigencia de esta experiencia personal, ¿qué me puede ocurrir?