La quietud
A veces reflexiono sobre la psicoterapia y la religión. Algunos piensan que este trabajo es religioso o espiritual. Yo, sin embargo, no estoy tan seguro.
El sentimiento religioso surge en nosotros cuando topamos con un límite, o cuando nos encontramos ante un misterio inescrutable para nosotros. En ese momento nos detenemos; en vez de avanzar, nos paramos. Este detenerse es lo esencial en el sentimiento y en la realización religiosos, el detenerse ante el límite y ante el misterio. Si comprobáis interiormente qué ocurre cuando os detenéis, notáis un movimiento en el alma, o en el pecho, o en el corazón. En ese momento algo se abre de par en par. Es justamente el detenerse lo que nos une con aquello que se halla más allá del límite y del saber. El detenerse une. Este tipo de sentimiento religioso o de realización religiosa es muy simple, y en esta actitud y en esta realización, todos son iguales. No existen las diferencias. Es una realización que cada uno lleva a cabo en solitario. Entre aquéllos que se entregan a esta realización se crea una comunión, una comunión muy profunda y humilde. Ésta es la religión que une.
En ese punto, cuando nos detenemos ante el límite, nos damos cuenta también de cuánta fuerza nos exige el estar simplemente quietos, sin avanzar. Nos resulta difícil de soportar. A muchos les resulta sumamente difícil detenerse. En su lugar intentan superar el límite. Se crean imágenes, intentan averiguar algo, construyen todo un sistema de ideas sobre aquello que podría hallarse detrás, quizás hagan también experiencias especiales, y sin estar realmente en contacto con aquello que se halla más allá, lo llaman una experiencia religiosa.
Algunos incluso llegan a proclamar esta llamada experiencia religiosa, exigiéndoles a otros la fe en su experiencia religiosa. Es extraño. Para mí es arreligioso.
En psicoterapia o, en general, en medicina, el médico, o terapeuta, o asistente, o los familiares que acompañan el quehacer sanador, hacen la misma experiencia de un límite, de un misterio que no podemos superar. En esa situación, lo que da fuerzas tanto al que actúa, o debería actuar, como a aquel que padece, es precisamente el detenerse en una actitud sencilla y centrada. Así experimentan el mismo movimiento interior de una amplitud que se abre, y de recogimiento. Uno se detiene ante ello, resulte lo que resulte después, aunque fuera la muerte. Eso sería religioso en este contexto.
En cambio, cuando en vez de detenerme en el límite donde éste se revela, empiezo a actuar, a ponerme nervioso, a intentar alguna cosa más, esto se parece de alguna manera a lo que ocurre cuando alguien, como persona religiosa y a través de la experiencia o de la realización, topa con un límite, pero no se detiene: pasa el límite sin que en el fondo pueda o tenga el permiso de hacerlo. Así corremos el peligro de cargarle algo a un paciente, o a otra persona que sufre, porque en el límite fracasamos.