Mística
HARTMUT WEBER A todo esto ya le puso freno Jesús cuando dijo: «Hágase tu voluntad». Eso debería estar también en cada una de esas oraciones.
Usted ya acaba de mencionar otra palabra clave, muy importante para mí: «mística». No sé si estaré en lo cierto, pero pienso que aquello que usted describe como religión natural se acerca mucho a lo que los místicos pensaban y sentían. Según mi parecer, hoy en día existe de nuevo una gran apertura ante la mística, que durante mucho tiempo parecía enterrada. Y también está la célebre frase de Karl Rahner que dice que el cristianismo, o será místico o ya no será. ¿Usted se consideraría correctamente interpretado, sin que yo pretenda atarlo con ello?
HELLINGER Respeto la pregunta. También en la mística distingo. Por tanto, quisiera referirme, en un primer lugar, a aquello que me parece problemático en la mística: en los comportamientos religiosos he observado que siguen determinados patrones que nosotros conocemos; por ejemplo, el patrón de interlocutores o partes contractuales de igual rango; o el patrón de las relaciones en una red familiar; o el patrón de la relación amorosa, es decir, la unión mística y la mística nupcial. Todo eso me parece problemático, porque transfiere algo humano a un misterio inefable.
Por otra parte, en la gran mística —sobre todo, en Occidente, pero también, en el Islam, hasta donde yo lo veo y lo he leído— se da la experiencia que lo divino constantemente se sustrae. Es decir, que no puede estar en nuestras manos, ni tampoco en nuestros corazones, sino que constantemente se sustrae, de manera que el místico, al vivir una experiencia mística, únicamente la toma como una experiencia sin que se atreva a darle el nombre de «religiosa». Por tanto, en esta mística, toda llamada experiencia religiosa se deja de lado inmediatamente y uno se abre a algo aun más grande, ante lo que uno se detiene con devoción. Ésta es para mí la actitud mística en sí. Es totalmente natural. También la encontramos en los grandes poetas, en músicos —Bach, por ejemplo, es para mí uno que ante ese gran misterio hace su gran música—, y la encontramos en los grandes filósofos, por ejemplo, en Heidegger. Cuando leo a Heidegger, me nace este sentimiento de devoción ante un misterio. Él me conduce a ello sin darle ningún nombre.