La noche del espíritu
Quisiera decir algo sobre la noche del espíritu. Hoy en día está de moda peregrinar a Oriente, para allí encontrar la sabiduría y la iluminación. Ciertamente es algo grande que también hay allá en Oriente. Pero aquello que aquí, en Occidente, tenemos como gran tradición espiritual, apenas se conoce ya. La gente se retira de ello. La gran mística conoce los tres caminos: el camino de la purificación, el camino de la iluminación y el camino de la unión. Pero en el fondo, únicamente se trata del camino de la purificación. Emprender este camino nos exige lo último.
El camino de la purificación culmina en la noche del espíritu. Éste es un concepto de San Juan de la Cruz. Noche del espíritu significa renunciar al saber bajo cualquier forma; renunciar, por ejemplo, a conocer el trasfondo o los misterios del mundo, o a saber algo de Dios. Una renuncia total. Así, uno se vacía.
En el taoísmo, ésta sería la imagen del centro vacío. Allí hay una quietud absoluta. Pero lo curioso es que cuando uno se adentra en ese centro vacío y afronta la noche del espíritu, queriendo saber cada vez menos, leyendo, por ejemplo, cada vez menos, cavilando cada vez menos y manteniéndose centrado en esta actitud, de repente ocurre algo a su alrededor sin que él mismo tenga que hacer nada. Uno se detiene, y manteniendo la quietud de esta manera, llega a la sintonía con algo más grande.
A partir de ahí surgen las comprensiones profundas que nadie podría idearse; nacen de esa disciplina sencilla de la noche del espíritu. Esto implica también olvidarse, estar dispuesto, por ejemplo, a olvidarse de su origen, de su propia historia. Éste sería el camino.
He mostrado algo de esta sencillez de no querer saber nada, o sólo muy poco. Estando así centrado, se nota inmediatamente qué es esencial. Únicamente necesito escuchar muy pocos detalles e inmediatamente sé qué es esencial; éste es el resultado de ese recogimiento sencillo. A este respecto os leeré un pequeño texto de mi libro Verdich-tetes: