Oink.»
Fue apenas un breve sonido, casi nada. Ni siquiera fue tan fuerte ni tan parecido al ruido que hacen verdaderamente los cerdos. Pero mientras caminaba por el hotel y casino Rio All-Suite, atravesó mi mente anestesiada por el Vicodin como si fuese un misil. Sólo lo había oído de pasada, mientras caminaba frente a ese primo lejano de un cerdo, un periodista. Y supe de inmediato lo que significaba.
Todavía no había adelgazado lo suficiente desde que había dejado a Jordan y me sentía tan insegura sobre mi aspecto que me impuse una instantánea dieta de choque después del descontrol. Lo único que me permitía comer cada día era lechuga y barras de fibra. Los hombres pueden ser muy crueles.
Estaba en el Rio a causa de VSDA, una convención de la industria del vídeo, y al día siguiente Playboy tenía su Fiesta Húmeda y Salvaje anual en un parque acuático cercano. Estaban conmigo en el festival de bikini Nikki y Jill Kelly. A la distancia, en algún punto entre la masa de carne apretada, vi un rostro conocido. Él era de complexión sólida, con una fuerte mandíbula y pelo rubio que le llegaban hasta el trasero. Era el cabrón que solía dirigir el estudio Sterling. Y tenía buena apariencia.
Jenna
La primera vez que vi a Jay fue cuando empecé a filmar películas para Wicked en el estudio Sterling. Enseguida pensé: «¡Dios mío, qué guapo es ese tío! ¡Pero qué engreído!». Era dominante, irritante, arrogante, y no parecía importarle nadie más que él mismo. Iba de aquí para allá como si fuese el dueño del lugar. Y lo era, por cierto.
Más allá de eso, Jay no me causó mayor impresión. Lo recuerdo pellizcándome el culo y guiñándome el ojo una tarde mientras yo recibía un masaje en la sala de maquillaje. Me pareció un tío bastante desagradable. Ésa fue la única vez que estuvimos juntos. Cuando yo entraba al set, intentaba esquivarlo y él me miraba con ironía. No creo que le gustasen las histerias de control, pero eso no tenía demasiada importancia pues no estaba obligado a tratar conmigo.
Jay ya tenía bastante de qué ocuparse, pues estaba saliendo con Chasey Lane, la chica original de Wicked, y ella era todo un drama. Un día la vi en el exterior del estudio, en su coche, llamándolo a gritos. Cuando Jay salió corriendo, ella se golpeaba la cabeza contra el volante. Le sangraba el rostro. Él le decía una y otra vez:
—Cariño, ¿qué te ocurre? Tienes que calmarte. Estoy trabajando.
Recuerdo haber sentido pena por él, para variar.
Cuando lo reconocí en la Fiesta Húmeda y Salvaje, fue como verlo por primera vez. Le pregunté a Jill si Jay estaba solo en ese momento y, audaz como siempre, Jill se tomó la libertad de ir a decirle a Jay que yo estaba interesada.
Desde la distancia vi una expresión que parecía enfado cruzar fugazmente su rostro. Luego vino en línea recta hacia mí, me cogió entre sus brazos y me llevó hasta el pasillo de entrada al parque acuático. Pensé que iba a raptarme.
Conseguí liberarme y le dije que me telefonease a la habitación de hotel que yo compartía con Nikki. Me llamó esa noche muy tarde y me invitó a su habitación. Accedí, pero tan pronto como colgué me entró el pánico. Jay tenía la reputación de ser sexualmente rudo con las mujeres. Así que lo dejé plantado.
Cuando lo vi al día siguiente en la convención, me acerqué a él y le dije:
—Disculpa lo de anoche. Me quedé dormida.
Era, por cierto, una completa mentira. Jay estaba cabreado, así que lo invité a venir como mi pareja a una fiesta en la que yo sería anfitriona. Me dejó plantada.
Después de la fiesta, alrededor de las tres de la madrugada, se me aproximó en el bar del hotel y me dijo que yo había obtenido lo que merecía. Ahora estábamos en paz. Desayunamos juntos y fuimos a su habitación para ver la tele.
Yo ya había vivido lo suficiente como para saber con certeza que no veríamos la tele, y eso me asustaba mucho a causa de su reputación. Me senté en una esquina de su cama, sintiéndome sumamente incómoda, y miramos Species, lo que era divertido porque yo acababa de ir a una audición para Species 2.
Luego me abrazó, me puso de espaldas contra la cama y me besó.
Jay sabía cómo besar: el secreto es mantener los labios blandos pero aplicar presión con la musculatura que tu boca. Fue perfecto. A partir de entonces, no nos detuvimos. Recorrió cada milímetro de mi cuerpo. Tal como había sucedido cuando nos conocimos, era dominante. Me mordió por todas partes, desde el cuello hasta los muslos, y me ordenaba que hiciese cosas que por lo general no me gustaban. Pero lograba que funcionasen, pues las hacía para proporcionarme placer, no para gozar él. Me tentaba con algo, luego se echaba atrás y me hacía suplicarle. Cuando por fin follamos, me puso la polla dentro en tres o cuatro estocadas y luego la retiró. Luchó tentándome durante horas, hasta que ambos nos quedamos dormidos. Lo más sorprendente es que él no se corrió ni una sola vez. El tío tenía un autocontrol excelente.
La tarde siguiente, me vino a buscar para el vergonzoso regreso a mi hotel. Nadie parecía creer que sólo hubiésemos estado juntos. Algo en nuestro aspecto indicaba sin duda que habíamos estado follando y follando como animales durante todas la noche.
Aquel día, Jay tenía que regresar a Phoenix. Yo no quería que se marchase, lo que era una reacción extraña en mí. Lo usual es que no vea la hora de librarme de un tío con el que acabo de acostarme.
Jay
La primera vez que vi a Jenna fue cuando ella empezó a filmar películas para Wicked en mi estudio. Enseguida pensé: «¡Dios mío, qué guapa es esa chica! ¡Pero qué consentida!». Solía pasearse como si fuese no sé qué cosa, y yo pensaba: «¡Vete a tomar por el culo, cría!». Era el tipo de chica al que quieres poner en su sitio.
En realidad, cuando yo era pequeño quería ser cura. Pero a los trece o catorce años se me estropeó la vocación.
Llegué a la industria en 1982, como inversor, porque un amigo estaba rodando una película porno. Me interesaba aprender cómo se filmaba, así que empecé a trabajar para él en su equipo como técnico de vídeo. Poco después, Russ Hampshire me dio un empleo administrando un estudio que había comprado. Cuando Russ dejó el negocio, me hice cargo del estudio.
Cualquier tío que veía a Jenna por entonces quedaba prendado de ella. Jenna poseía esa clase de chispa. Pero estaba saliendo con un director de la industria llamado Rod. Cuando nos acompañaba en el set, ella era uno más del equipo. Pero si él se encontraba en el set a su lado… él era tan coñazo. Lo único que le decía a Jenna era: «Sí, lo que tú quieras». Yo pensaba: «¡Santo cielo, demuestra algo de hombría!». Ésa fue mi primera impresión de Jenna.
No empezamos demasiado bien.
Cuando la reconocí en la Fiesta Húmeda y Salvaje, fue como verla por primera vez. Tenía un aspecto sorprendente. Los dos habíamos crecido mucho desde el momento en que nos habíamos conocido. Yo me había retirado del negocio y había vuelto a Arizona con mi familia.
Me hallaba en la fiesta junto a T. T. Boy y algunos amigos de Vivid. Conocía a Jill Kelly desde antes de que ella entrase a la industria, y ella se me acercó diciendo:
—Jenna piensa que eres guapo.
Así que la siguiente ocasión en que nos cruzamos propuse:
—Vale, ¿estás preparada para ir?
Jenna me miró perpleja, así que la alcé y me la puse al hombro. Sólo estaba bromeando, intentando asustarla. Entonces volví a ponerla en el suelo y le di mi número telefónico.
Me llamó a las tres y media de la mañana, cuando yo ya estaba en la cama. La invité, pero ella nunca apareció. Me dejó plantado.
Cuando me la encontré al día siguiente le dije:
—Eres una cabrona.
Ella me devolvió algún comentario malicioso, así que ya estaba por marcharme cuando ella me invitó a una fiesta para Wicked esa misma noche en la que sería la anfitriona. Le dije que allí estaría, pero tan pronto como acepté supe que no iría.
Me la encontré al día siguiente en el casino Venetian y ella intentó parecer imperturbable. Yo estaba sentado junto a un grupo de personas y no quería que todos se enterasen de esa llamarada que había entre nosotros. Así que acordé con ella vernos en una cierta máquina tragaperras cinco minutos después e ir a desayunar juntos. Ella se marchó primero y yo me excusé luego para ir a buscar un trago.
No bien estuvimos a solas, caminamos unos pasos y corrimos hacia donde había un periodista japonés. Por supuesto, nos preguntó si éramos un ítem de la convención, pero yo le dije que era director e iba a realizar una de las películas de Jenna.
El restaurante estaba vacío, pero por si acaso nos sentamos en un apartado trasero. Charlar con ella era muy diferente a lo que yo había imaginado: era simpática, inteligente, coherente y divertida.
De pronto alcé la mirada y me percaté de que Joy King y todo el equipo de Wicked estaban sentados en la mesa situada justo frente a la nuestra. Nos hundimos en nuestros asientos y decidimos entonces huir a mi habitación.
Por lo general, a esas horas de la mañana, en el casino sólo quedan tíos con resaca. Pero todos en la industria del porno estaban despiertos. Nos movimos en zigzag hasta el ascensor, pero cada pocos metros nos cruzábamos con alguien. David Schlesinger, de Vivid, estaba jugando a los dados y nos preguntó adónde íbamos. Le dije que acompañaba a Jenna a su habitación.
—Pensé que ella se alojaba en el Rio —replicó él.
—Mmmm… Se ha cambiado de hotel —balbuceé.
Para el momento en que llegamos a mi habitación, todos en la industria sabían que estábamos saliendo. Con excepción de nosotros mismos.
A la mañana siguiente me subí a toda prisa a mi coche pues tenía que ir a una fiesta de cumpleaños.
Recuerdo haber visto el tatuaje de «Rompecorazones» de Jenna antes de partir. Me reí y comenté:
—Es gracioso. Parece estar a punto de rompérsete a ti.