Jenna: Así que papá nos arrastró al condenado Fromberg, en Montana, que está a una hora de Billings. La población rondaba las cuatrocientas cincuenta personas. Pasé de una escuela con miles de alumnos a una clase de segundo año con nueve. Era un infierno.

Tony: Todas las chicas te odiaban. Se reunían para pegarte después de clase.

Jenna: Formaron una pandilla contra mí, unas cuatro de ellas, y me golpeaban y pateaban. Incluso los jodidos profesores me odiaban. Desde el minuto en que entré a la primera clase comenzaron los murmullos pues, ahora que me habían crecido los pechos, hacía ostentación de cada milímetro de mi carne. Llevaba camisetas estrechas y pantalones ajustados. Tenía un cuerpo atractivo y estaba decidida a exhibirlo.

Larry: Sencillamente floreciste de una sola vez, y todos esos chicos campesinos se colgaban de la valla para verte. Empezando por aquel tío Victor, se congregaban unos cuarenta tíos y yo quería apuñalarlos en la garganta.

Jenna: Sí, mi vestuario funcionaba en Las Vegas, aunque no en Montana. Pero era popular entre los chicos, y no iba a dejar de aprovecharlo por culpa de las chicas celosas del colegio. Así que se volvieron más violentas, pues sus novios las habrían dejado por mí. Había una esquina que yo debía atravesar de camino al colegio, y las chicas siempre me esperaban allí y me atrapaban. Se alimentaban en base a maíz, así que no les faltaba fuerza. Una de ellas me cogía por la espalda y otra me golpeaba en el estómago. No me lastimaban de verdad, pero me lanzaban infinitos tacos y me despeinaban por completo. En el colegio me escribían cosas con sus rotuladores en la parte de atrás de mis camisetas, me ponían goma de mascar en el pelo y otras cosas parecidas.

Larry: Pero te gustaba montar a caballo.

Jenna: Sí. Pasaba la mayor parte del tiempo sola. Salía en bikini y galopaba en mi caballo. Estaba superbronceada. Poseíamos 103 hectáreas y podía galopar con libertad. No me convertí en una prima donna porque pastoreaba, castraba y vacunaba al ganado y todo lo demás. Así que en algún sentido supongo que fue beneficioso para mí.

Sólo que no quería decirle a papá que me pegaban todos los días, pues me avergonzaba hacerlo.

Larry: Yo no tenía ni idea. Un día me telefonearon para decirme:

—Si no obligas a tu hija a asistir al colegio tendremos que ponerla en un hogar adoptivo.

Jenna: ¡Papá! Lo peor sucedió en Montana… Nunca te había hablado de los abusos, pues apenas podía hablar al respecto. Era tan terrible. Por ese motivo dejé de ir al colegio. De modo que, cuando me contaste lo que te habían dicho, reuní coraje y pensé internamente: «Vale, ¿esta gente amenaza mi vida e intenta enviarme a un hogar adoptivo? ¿Acaso quieren jugar conmigo? ¡Muy bien! ¡Pues jugaremos!». Ya no estaba dispuesta a tragarme la mierda. Así que me dirigí al colegio y la chica que abusaba de mí estaba inclinada sobre su armario intentando coger un libro o algo. Avancé a toda marcha y ¡buum!, golpeé su cabeza contra el armario con tanta fuerza que se la abrí. Ella se quedó petrificada mientras yo me retiraba. Había sangre por todas partes. La hice pedazos. Luego me dirigí a mi armario y cogí todas mi cosas, pues sabía que nunca regresaría allí. Recuerdo salir del colegio por última vez con esa intensa sensación de poder. Ya nadie volvería a tomar el control de mi vida.

Larry: Entonces regresaste a casa, me explicaste lo que habías hecho y todo lo que habías padecido. Yo te dije que recogieras tus cosas. Nos iríamos de Montana.