Larry: ¿Alguno sabe qué fue de Rolly?

Tony: Lo metieron en prisión. Rolly era mi mejor amigo.

Jenna: Yo lo quería más que a nadie. Pero no era el tipo de tío junto al cual me veríais.

Tony: Tú eras una animadora y él un chico muy gordo.

Larry: A mí Rolly me caía bien. Nunca me enfadé con él. Vosotros pensabais que me enfadaba con él.

Jenna: Vale, claro, pero porque él siempre te robaba las cosas.

Tony: Robaba todo lo que no estuviese guardado con llave.

Larry: ¿Quién robó mi pistola automática?

Tony: ¿La que estaba en el armario del comedor? La cogí yo.

Jenna: Debió de ser esa Sterling de nueve milímetros.

Tony: Después de todo lo que hice con esa pistola, no podría devolvértela.

Jenna: ¡Hemos llegado a tales extremos! Me sorprende que nunca nos capturaran.

Larry: Ha sido sólo cuestión de suerte.

Jenna: Era ir siempre más allá, fastidiar, quemar y nublar a la gente con los extintores. Reíamos hasta el punto de quedar medio muertos.

Tony: Cada tanto nos veíamos forzados a detenernos por un tiempo.

Larry: Vosotros habéis tenido siempre un gran sentido del humor.

Tony: Tengo la sensación de que nuestra vida ha estado siempre basada en la violencia.

Jenna: A causa de eso suelo tener ataques de ansiedad. Siempre los tuve. Yo era una chica muy tímida.

Larry: Jenna sufrió sobre todo porque yo la sobreprotegía. Después de lo sucedido con Judy, no podía permitirme perderla. Además, también había perdido a mi padre. Estábamos apostando en el Frontier. Él fue al lavabo y sufrió un infarto. Tenía apenas cincuenta y cuatro años. No conseguí llevarlo a tiempo a un hospital. Así que perdí a la mayoría de las personas que amaba, y no podía afrontar la idea de perder al resto.

Jenna: Papá tuvo una vida sorprendente. Fue al servicio militar inmediatamente después de graduarse en la secundaria.

Larry: Eso fue en 1957. Fui un… asesor durante 729 días, 26 horas y 27 minutos en la séptima división acorazada en Vietnam. ¿Pero quién está contando aquí?

Jenna: Es difícil creer que fueses testigo y participases en semejantes actos de violencia.

Larry: Te daré un ejemplo. Cogí a veinte monjas y algunos huérfanos y los saqué de un pequeño poblado un poco al suroeste de Nha Trang. Esperaba que viniesen helicópteros a buscarlos, pero nos perseguían efectivos del norvietnamitas y algunos del Vietcong. De modo que me situé a medio camino entre los helicópteros y una hilera de árboles. Llevaba a la espalda mi ametralladora Thompson y mi rifle M14 en las manos. Cuando salieron de entre los árboles, empecé a disparar sin cesar. Al día siguiente encontraron allí los cuerpos de sesenta y una personas que yo había matado. Y eso no incluye los cuerpos de norvietnamitas que volaron contra la hilera de árboles.

Jenna: Mató a todos esos hombres sin pestañear; pero le asustaban los insectos.

Tony: Y después lo enviaron a África para luchar allí contra una revolución comunista.

Larry: Vinieron unos delegados del gobierno y me dijeron que acabaría mi servicio si organizaba y entrenaba soldados en el Congo para luchar contra la revolución comunista de Simba. Es curioso, pues las primeras veces tú intentas ser tan correcto y caballeroso. Yo me había criado con las películas de Roy Rogers y Gene Autry, y ellos nunca le disparaban a nadie por la espalda. Eran los de sombrero blanco contra los de sombrero negro. Y tenían que hacerlo todo del modo correcto.

Pues bien, descubrí que en la guerra la mejor forma de sobrevivir es andando a hurtadillas y disparándole a la gente. Cuando llegué a África todavía me quedaba algo de humanidad. Cada vez que capturábamos a los rebeldes, los sometíamos a juicio y luego existían condenas: los poníamos en prisión y o bien los ejecutábamos, o los enviábamos de regreso a sus poblados. Pero después de dos meses de medir mis pasos entre los horrores de la masacre de Simba, izamos la bandera negra. Si corrías, entonces eras un rebelde de Simba. Si te quedabas quieto, eras un rebelde de Simba muy disciplinado. Así que les disparábamos a todos. Llegábamos a un poblado y, en lugar de recorrer casa por casa, arrasaba con todo el lugar. Solicitaba que pasasen los Mustangs P51. Empleábamos Napalm. Dirigía un contingente de descerebrados. Íbamos de poblado en poblado matando a todo el mundo. No nos importaba. Sencillamente no nos importaba.

Jenna: Ahora comprendo el motivo de que quisieras ser agente de policía.

Larry: Ya sabes, esa sensación no es algo que se pase con el tiempo. Siempre está ahí. Pero tenía que sacármela de encima. Me llevó diez años volver a ser sociable después de eso, pues en el mundo yo me sentía por completo fuera de mi elemento. Antes de conocer a tu madre, yo había contactado con gente que conocía en la Legión Extranjera francesa. Pensaba alistarme con ellos pues la verdad es que no podía afrontar el mundo. Era incapaz de mantener una conversación.