Tony: Te hice tantas cosas crueles. Recuerda cuando te puse en una bicicleta sin ruedillas de sostén.
Jenna: … me diste un empujón y luego me soltaste. Además era una bicicleta grande. Estabas loco. Una de las peores cosas, que me dejó arruinada durante un mes, fue cuando estábamos ante un complejo de edificios y dijiste:
—Si tocas ese trébol te crecerán alas.
Luego te fuiste a jugar y yo me quedé sentada durante horas mirando ese trébol. Por fin reuní el valor suficiente como para tocarlo. Corrí hacia donde estabas gritando:
—¡Toqué el trébol, toqué el trébol!
Y tú me alzaste por los hombros exclamando:
—¡Oh, cielos! ¿Has visto esto? ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Cómo harás para ir por la vida con alas?
Me senté y lloré durante días y días, hasta que por fin acudí a papá.
—¿Qué te ocurre? —me preguntó.
—Papá, me están creciendo alas —sollocé.
Recibiste un duro castigo después de eso.
Tony: ¿Recuerdas cuando solíamos jugar a los ninjas? Trepábamos por las paredes, íbamos a las casas de los vecinos y nos escondíamos detrás de sus sillones mientras ellos miraban la tele.
Jenna: Y vestíamos enteramente con atuendos de ninja, todos de negro. Es decir, que corríamos por los patios de los vecinos con disfraces iguales a los de los ladrones. ¿Qué hubiera ocurrido si alguien nos disparaba?
Lo peor de todo sucedió una vez en la Séptima y Franklin. Yo no quería salir, pero tampoco deseaba estar sola en mi habitación. Tony pensaba salir, sin importar lo que yo quisiese, así que me decidí a acompañarlo. Él me dijo que tenía que vestirme toda de negro y me colgó a la espalda esa jodida espada samurái. ¡Papá, esa espada tenía casi dos veces mi altura!
Tony: Se quedaba enredada en cualquier cosa.
Jenna: Caminábamos rodeando los muros, tras las casas de los vecinos, y Tony iba siempre más veloz que yo, pues yo era muy pequeña. Tony se subió a esos cubos de basura y… (Empieza a reír.)
Tony: Ah, no. Déjame contarte lo que sucedió. Trepamos por el muro y al poco de asomarnos descendimos otra vez, pues esos vecinos habían encendido la luz de la cocina. Así que bajamos de pronto y al pisar el suelo sentimos como si la tierra se moviese. Luego las nubes abrieron paso a la luz de la luna y con su brillo nos percatamos de que todo el terreno estaba lleno de cucarachas. Era un suelo de cucarachas. Así que sólo corrí, sin detenerme…
Jenna: Y yo gritaba: ¡Tony!
Tony: Corrí tan velozmente como Joe DiMaggio[16], saltando cubos de basura hasta llegar al final de la calle y luego crucé a la otra acera.
Larry: ¿Sabíais que Joe DiMaggio era primo segundo de vuestro abuelo?
Tony: Sí. Es algo curioso. Bueno, estaba sacudiéndome las cucarachas cuando me volví y vi a Jenna, que apenas había pasado el cubo de basura y ¡bum!, patinó dando de lleno contra el pavimento. Su espada resonó en toda la calle y sus estrellas ninjas volaron por todas partes.
Jenna: Y lo único que salía de mis labios era un llanto continuo. Por ese incidente tuve que ir a urgencias.
Tony: Arrojar estrellas ninjas era uno de nuestros juegos favoritos. Siempre podíamos decir dónde habíamos pasado debido a esos dos pequeños hoyos que dejábamos aquí y allá.
Jenna: ¿Recuerdas cuando me perseguías por la casa y yo intenté esconderme…?
Tony: … y te escondiste bajo la manta. Yo cogí una estrella ninja y empecé a hurgar. Por fin vi un pequeño bulto.
Larry: No había nadie más en casa. Yo estaba trabajando.
Tony: Sí, teníamos toda la casa para nosotros. De modo que al ver el pequeño bulto arrojé la estrella y, ¡joder!, Jenna salió disparada.
Jenna: Se me clavó. Me puse de pie y la tenía clavada en la cabeza.
Tony: No se había clavado demasiado. Sólo era una herida superficial.
Jenna: Tuve que arrancarla, y me quedó un gran magullón. Y entonces papá llegó a casa y preguntó qué había ocurrido. Yo mentí. Le dije que huía de ti, había intentado ocultarme bajo la cama y me había golpeado la cabeza. Mentí para protegerte, y papá me castigó. Yo me sentía tan fastidiada. Pero Tony me compensó luego regalándome unas gomas de mascar de la Gran Liga.
Larry: Yo tardé mucho tiempo en saber la verdad.
Tony: Han pasado tantas cosas que nunca te he contado.
Jenna: Recuerdo una ocasión en que estábamos en la senda de bicicletas y te peleaste con un chico. Él te cogió la cabeza con un brazo y tú te estabas asfixiando a causa del asma. Me habías dado una navaja para que te la sostuviese y yo me preguntaba: «¿Qué hago? ¿Lo apuñalo?». Pero no tuve valor suficiente para hacerlo, así que fui corriendo y salté sobre el chico. Empecé a golpearlo en la espina dorsal con el puño del cuchillo, intentando que te dejase en paz. Estaba en una situación tal que hubiera matado por salvarte, por salvar a mi hermano.