Viernes, 21 de mayo de 2004
Al final llegué a Heathrow con menos de una hora para facturar. La última parte del camino, llegar a King’s Cross, coger el Heathrow Express y arrastrar aquella estúpida maleta de aquí para allá, había sido dura. Cada vez estaba más y más nerviosa.
El momento en que facturé en el mostrador de American Airlines fue decisivo. Estaba allí, estaba a salvo. Pasé un rato vagando por las tiendas de la terminal, pensando en gastar dinero en cosas que no necesitaba. No había comprado ropa interior desde antes de conocer a Lee. Si me la hubiera comprado para mí misma, me habría acusado de acostarme con otro. Toqué unas delicadas medias de encaje en la tienda de lencería y me planteé comprármelas. Entonces eché un vistazo a la terminal abarrotada y vislumbré una figura que se parecía mucho a él. Contuve la respiración, pero el hombre se volvió y vi que no se parecía en nada.
Me puse a pensar que Lee estaba allá, en Lancaster. Que estaría trabajando. Que estaba a ochocientos kilómetros de distancia y que, aunque descubriera que me había ido, yo estaría a salvo en el avión cuando él llegara aquí. No había nada en absoluto que él pudiera hacer ya.
Aun así, preferí entrar en la sala de embarque. No tenía ningún sentido andar rondando por allí.
A cada paso que daba, me sentía observada. Incluso allí, a kilómetros de casa, a kilómetros de Lee, veía su cara allá donde miraba. Iba a ser tan bueno librarse de todo eso…
Me puse a la cola para pasar por el punto de control de pasaportes de la sala de embarque, mientras echaba un último vistazo al mar de caras de la terminal, de caras que iban a lo suyo, alegres caras de vacaciones y cansadas caras de negocios. Trajes y pantalones cortos, gafas de sol y maletas. Ya casi había llegado. Unos cuantos pasos más, otro par de horas en la sala de embarque y estaría en el avión. Sería libre.
Y entonces, de repente, allí estaba, andando por delante de Tie Rack para ir hacia mí. Mirándome fijamente, con expresión impasible.
La cola todavía serpenteaba alrededor de la barrera de metal: no podía quedarme allí.
Entré en pánico y eché a correr lo más rápido que pude hacia un guardia de seguridad, un hombre de uniforme que paseaba por el lugar sin la menor idea de la que se le venía encima. Ni siquiera miré hacia atrás. Si lo hubiera hecho, habría visto a Lee enseñándole la placa al guardia, cuyos ojos se abrieron de par en par mientras volaba hacia él, con la boca abierta en una especie de grito mudo, una especie de «Ayúdeme, ayúdeme». Pero en lugar de interponerse entre Lee y yo, en lugar de convertirse en mi protector, en mi salvador, me agarró y me tiró al suelo, de manera que mi cara, mis manos y mis rodillas chocaron contra el granito; me sujetó los brazos a la espalda mientras Lee sacaba las esposas y me las ponía con un ruido seco en las muñecas. Y mientras Lee se esforzaba en recuperar el aliento y jadeaba diciendo «Estás detenida, estás detenida, joder», el guardia no dijo absolutamente nada. Se limitó a resollar y a sudar por el esfuerzo y la emoción de verse involucrado en algo tan dramático en su segundo día de trabajo.
Me oí decir «Ayúdeme, por favor… No es verdad, no me está arrestando, yo no he hecho nada…», pero fue inútil.
El guardia ayudó a Lee a ponerme en pie.
—Gracias, tío —dijo Lee.
—De nada. ¿Necesitas algo más?
—No, tío, tengo refuerzos fuera, en el furgón. Gracias de nuevo.
Todo acabó en un minuto. No había ningún tipo de refuerzo en el furgón, por supuesto. Ni siquiera había furgón. Solo había un coche, un coche de incógnito de la policía, abandonado con las luces parpadeando en el punto de carga y descarga delante de la puerta principal. Sujetándome con fuerza por un codo, me arrastró a la fuerza por la puerta.
Podía haber intentado echar a correr de nuevo. Pero no tenía ningún sentido.
—Sé buena chica, Catherine —me dijo—. Pórtate bien. Sabes que quieres hacerlo.
Me metió de un empujón en el asiento de atrás del coche. Esperaba que cerrara la puerta, que saltara al asiento delantero y que arrancara. Pero, en lugar de ello, entró en el asiento de atrás conmigo.
No recuerdo qué pasó después.