Lunes, 14 de enero de 2008

Caroline y yo íbamos de camino a Windsor para una reunión con la directiva. Ella tenía que hablar con ellos de presupuestos y yo iba para presentar los planes de contratación para el nuevo almacén que abría ese nuevo año.

Caroline iba conduciendo y hablando de trabajo mientras circulábamos a toda velocidad por la M4. Yo estaba agotada y me dolía la garganta.

Salir de la oficina nunca me viene bien. Altera mi rutina. Ya estaba planeando las comprobaciones que haría al llegar a casa, mientras me decía a mí misma que tendría que hacerlo bien, como era debido, para no acabar repitiéndolo toda la puñetera noche, haciendo un ruido que Stuart podría oír entre las tablas del suelo.

—Pareces cansadísima, cielo —dijo entonces.

—¿Sí?

—Ayer te acostaste tarde, ¿no?

—La verdad es que no. Creo que estoy pillando un resfriado o algo.

Volví a mirar por la ventanilla. Si fuera capaz de dormir unos minutos, me sentiría mejor.

—¿Cómo van las cosas con ese hombre tan encantador del piso de arriba?

—Bueno, al final no me ha retirado la palabra, después de todo. Fuimos a pasar el día juntos fuera de la ciudad.

—Suena de maravilla.

—Estuvo bien.

—No pareces muy convencida.

—Solo somos amigos, Caroline —dije.

—Y una mierda —replicó.

Me eché a reír, en contra de mi voluntad.

—No quiere nada más, te lo aseguro.

—Ojalá dejarais de dar tantas puñeteras vueltas el uno alrededor del otro y os lanzarais —dijo.

—Oye, no va a pasar nada —insistí—. Si fuera a pasar, ya habría pasado. Él me gusta, o eso creo. Pero prefiero no estar con nadie.

—¿No te sientes sola a veces?

—No.

—Yo sí. Desde que Ian se fue…, la verdad es que es lamentable. Intento no desmoronarme por los niños, pero cuando van a ver a su padre los fines de semana la casa está demasiado tranquila. Estaba pensando en apuntarme a un club, o algo así. ¿Qué te parece?

—¿Te refieres a uno de esos para solteros? ¿A una agencia matrimonial?

Se le sonrojaron las mejillas.

—¿Por qué no? No es fácil conocer a buenos tíos, ¿no crees? Creía que… tal vez…

—Que tal vez ¿qué?

—Que tal vez querrías venir conmigo.

Me quedé mirando el lateral de su cabeza mientras ella mantenía los ojos fijos en la carretera y apretaba entre los dedos el volante. Intenté pensar en algo que decir.

—Hemos llegado —dijo, entrando en el aparcamiento—. ¿Preparada para enfrentarte a los leones?