El consenso entre los cónyuges
Como luego veremos, hay varias técnicas específicas que ayudan a aumentar la eficacia de las críticas que haya que dirigir a los niños. En la base de todas ellas, sin embargo, se encuentra un factor general de máxima importancia: el consenso entre los cónyuges, expresión que se refiere a la medida en que ambos padres pueden estar de acuerdo en que el comportamiento que se critica existe realmente.
Ron, mi marido, está loco por nuestra hijita, y le encanta comprarle toda clase de juguetes. Pero se fastidia cuando vuelve del trabajo y se los encuentra todos desparramados por el cuarto de estar, la cocina o donde sea que Carrie haya estado jugando. Casi todas las noches la riñe por ser «dejada», como él dice. La otra noche llegó a gritarle: «¡No seas una niña tan dejada!».
Claro que Ron es una persona muy pulcra y organizada, pero Carrie también lo es, a su manera. Mantiene ordenada su habitación, las maestras dicen que es pulcra en su trabajo escolar, y las madres de sus amigas comentan siempre lo ordenada que es. Ron piensa que Carrie es dejada simplemente porque a la hora que él llega a casa, la niña no ha guardado aún sus juguetes. Pero cuando ha terminado de jugar, siempre los guarda.
En realidad yo no estoy de acuerdo en que él la critique tanto. Cada vez que la trata de «dejada», yo me siento mal, Carrie se siente injustamente acusada y Ron se enoja.
Uno de los objetivos (y de los resultados) del acuerdo entre los cónyuges es que ambos padres precisen y compartan una definición común del comportamiento que se critica. En el caso de Carrie, tal consenso no existía. Para Ron, la «dejadez» se definía por el hecho de dejar algunos juguetes desparramados por la casa. Pero cabe preguntarse si es ése el único determinante de la «dejadez». Para la mujer de Ron no lo es. Ella sabe que en su momento, la niña guardará los juguetes, y sabe que en otros aspectos de su vida diaria Carrie es sumamente pulcra. Al no haber una definición compartida de la «dejadez», las críticas de Ron no eran válidas, cosa que, según lo demostraba su reacción ante ellas, Carrie percibía claramente.
Además, Ron no se preocupaba por cotejar impresiones con su esposa antes de criticar a su hija. De haberlo hecho, el mayor contacto de la madre con Carrie, durante el día, le habría permitido tener una «muestra» más amplia del comportamiento de la niña, como base de un juicio más ajustado a la realidad. Tal como se daban las cosas, Ron percibía a su hija como «dejada», sobre la base de un aspecto aislado de su comportamiento, observado a una hora determinada.
Estos dos principios del consenso entre los cónyuges —el acuerdo sobre una definición del comportamiento criticado y la observación exacta, por parte de ambos, de si el comportamiento se da durante una cantidad de tiempo significativa— ayudan de varias maneras a la eficacia de la crítica. En primer lugar, el consenso aumenta la probabilidad de que la crítica sea válida. Y puesto que un niño pequeño no es capaz de evaluar con precisión las críticas, el consenso desempeña esa función por él, en cuanto bloquea las críticas injustas o inválidas.
Segundo, el proceso de llegar a un consenso llama frecuentemente la atención del miembro no crítico de la pareja sobre el hecho de que hay un comportamiento que es necesario criticar. Incrementa también la comunicación entre los padres, y hace que los dos participen activamente en la situación. (Esto impide que se produzcan discusiones del tipo de «¿Por qué no me dijiste que Johnny estaba intimidando a los otros niños?»).
En tercer lugar, el consenso ofrece a los niños un clima emocional constante, configurado por mensajes congruentes y no contradictorios. Cuando las críticas provenientes de sus padres se contradicen (o cuando uno de los padres no hace caso de un comportamiento que el otro critica), es frecuente que los niños se confundan y no sepan qué hacer. A veces resuelven el problema haciendo caso omiso de la crítica, como si se dijeran: Si no la oigo, no tendré que decidir qué hago. Es una manera de restablecer la congruencia, pero es una manera improductiva.
Si el consenso entre los cónyuges no siempre es factible, como sucede en el caso de familias en que falta uno de los padres, el que está a cargo del hijo puede buscar la corroboración de su crítica entre los familiares, amigos o maestros que pasen más tiempo con el niño.
En un marco escolar, el consenso entre los maestros es análogo al consenso entre los cónyuges. Es importante que los maestros compartan lo que tienen que criticar a un niño con otros maestros que también lo tengan en su clase:
Joel era muy revoltoso —expresó un maestro de educación física— y con frecuencia me veía en la necesidad de castigar a toda la clase de gimnasia, interrumpiendo una carrera o un partido de baloncesto, por las cosas que hacía él. Pero, cuando hablé con los maestros que tenían a Joel en su clase, me sorprendió saber que lo consideraban un alumno modelo.
Entonces presté más atención a lo que sucedía en la clase de gimnasia, y me di cuenta de que las travesuras de Joel eran su forma de defenderse ante los compañeros que se burlaban de él porque no era bueno para el deporte, las carreras o los ejercicios. En vez de criticarlo por ser travieso, traté de ayudarle para que supiera hacer frente, de forma más madura, a los chicos que lo provocaban.