Sopesar los pros y los contras
Se ha de decidir si los beneficios que se pueden obtener, atendiendo a una crítica, superan (o, por lo menos, compensan) el esfuerzo que esto implica. El monto de «energía de cambio» que se requiere no es más que un aspecto de la ecuación coste-ganancia. El otro es el beneficio que uno puede obtener del cambio efectivo.
Durante años, mi mujer me ha estado persiguiendo para que intervenga en la política local —dijo Brian, un abogado de mediana edad y gran éxito en su profesión—. Me critica continuamente, me trata de haragán y poco ambicioso, porque no quiero afiliarme al club político local, ni trabajar en las campañas electorales del partido. Piensa que, si lo hiciera, terminarían por elegirme para un cargo municipal o estatal.
Me lo pensé durante un tiempo —prosiguió— y, finalmente, decidí que el juego no valía la pena… para mí, en todo caso. La actividad política me resulta una pérdida de tiempo agotadora, y con frecuencia desagradable. Prefiero pasar el tiempo libre con mi familia, o irme de pesca, en vez de participar en reuniones y discursos interminables.
E incluso si hiciera lo que quiere mi mujer y terminara siendo elegido, ¿qué ganaríamos uno y otro? Cierta influencia y renombre, supongo. Pero yo me vería sometido a exigencias mucho mayores que ahora, y probablemente ganaría menos. Y estaría muchísimo menos tranquilo.
Quizás Eleanor piense que le gustaría ser la mujer de un concejal, pero apuesto a que después de un tiempo se hartaría, así que… no voy a cambiar, ni tampoco voy a discutir con ella. Simplemente, dejaré que siga diciéndome que no tengo ambiciones. Creo que, finalmente, llegará a compartir mi punto de vista.
Si realmente uno no puede ver que actuar de acuerdo con una crítica vaya a producirle beneficio alguno, o si cree que el cambio le exigiría demasiado esfuerzo personal, o si está satisfecho con las cosas tal como son, entonces no tiene que sentirse de ninguna manera obligado a responder a la crítica. Los problemas surgen cuando no se llega a esa conclusión mediante un análisis auténtico y sincero, sino como algo dictado por la haraganería, el falso orgullo, la ideologización u otros factores negativos.
Sin embargo, a veces es difícil discernir los beneficios potenciales de una crítica, a menos que estemos preparados para aceptarla con ánimo constructivo. Estar alerta a las ventajas que puede ofrecer el cambio es, en sí mismo, un estímulo para la acción positiva y una fuente de energía. Pero la capacidad de uno para reconocer tales ventajas depende, con frecuencia, de la forma en que se expresa la crítica.
Se recordará que, al analizar las técnicas para criticar de manera constructiva, hablamos de la importancia que tiene sugerir incentivos para el cambio, cosa que, lamentablemente, muchos críticos no hacen. Por consiguiente, para recibir constructivamente una crítica, será necesario que el lector se pregunte, y pregunte a quien lo critica, qué ganará con eso. La pregunta debe ser formulada de manera que exprese preocupación más bien que hostilidad:
—Me interesa saber de qué me servirá hacer lo que usted sugiere.
O bien:
—¿Puedes explicarme cómo crees tú que nos afectará eso?
Abrir un diálogo de ese tipo ayudará a cada uno a entender los motivos del otro y, lo que es más importante, al centrar la conversación más en los aspectos positivos que en los negativos, estaremos enfocando la crítica desde la perspectiva adecuada.
No es posible separar unos de otros estos seis factores de evaluación. Cada uno de ellos —la importancia, la fuente, el contexto emocional, la frecuencia, el coste de energía y los beneficios potenciales— actúa en relación con todos los demás. Todos deben ser tenidos en consideración al decidir si una crítica es válida y, en caso afirmativo, si vale la pena hacer algo al respecto.