De qué manera afecta la crítica al comportamiento
El tercer factor que influye sobre nuestra actitud hacia la crítica es el comportamiento manifiesto, la forma en que actuamos al ser criticados. Cuando Sarah salía del despacho de su supervisor y rompía algo, estaba confirmando, con su comportamiento, sus reacciones cognoscitivas y emocionales. Como frecuentemente dejamos que nuestro comportamiento dicte la manera en que interpretamos nuestros sentimientos (Si grito, debo de estar enojado… Si huyo, debo de estar asustado), las acciones de Sarah contribuían a perpetuar el ciclo destructivo.
El comportamiento es, en buena medida, producto del aprendizaje. Cuando continuamente registramos la misma respuesta básica ante el mismo estímulo básico, se establece entre los dos una asociación. Si la evaluación de los resultados los señala como favorables, lo más probable es que sigamos usando el comportamiento que los produjo. Si los resultados son considerados desfavorables, el comportamiento tiende a no repetirse. Es necesario recordar que lo importante no es el resultado, sino la forma en que lo interpretamos. Lo que puede parecer un resultado inadecuado o negativo a una persona, otra puede interpretarlo como adecuado o positivo.
Considérese por ejemplo el caso de Robert E., de 35 años, secretario de un diputado.
—Cuando él critica algo que yo he hecho —dice Robert—, me mantengo en calma y lo escucho hasta que ha terminado. Como hemos trabajado juntos durante muchos años, puedo decirle con franqueza lo que pienso de sus comentarios y cómo me hacen sentir. La mayoría de las veces el diálogo continúa hasta que el problema se aclara. Es raro que a mí me molesten sus críticas, y él me respeta por eso.
Pero las cosas son muy diferentes cuando quien critica a Robert es su mujer.
—No puedo aguantarlo —dice sin ambages—. Me enojo, la interrumpo, rechazo sus críticas y empiezo, en cambio, a señalar sus fallos. Entonces, ella, a su vez, me grita y se pone a llorar. Por lo común, la batalla termina cuando le digo que se calle y ella se va de la habitación. Lo más frecuente es que pase una hora o más antes de que podamos volver a conducimos uno con el otro como seres humanos.
¿Por qué Robert reacciona de manera tan diferente ante las críticas de su jefe y las de su esposa? Ha aprendido que la forma en que responde en el primer caso ha tenido —y seguirá teniendo, probablemente— un resultado que Robert considera favorable: encuentra la oportunidad de expresar su propia posición y se gana el respeto de su jefe.
Pero, podrá objetar el lector, no se puede decir que el conflicto renovado e insoluble que se produce entre Robert y su mujer a causa de las críticas de ella tenga un resultado favorable. ¿Por qué, entonces, él sigue respondiendo de manera tan colérica? La respuesta es que, por más que la mayor parte de la gente no lo considere productivo, para Robert funciona. En una etapa temprana de su matrimonio aprendió que, para él, gritar producía un resultado positivo: las críticas se interrumpían, se cortaba un enfrentamiento desagradable y, después de un breve período de tensión, la vida volvía a la normalidad.
En pocas palabras, aunque desde el punto de vista del comportamiento la respuesta de Robert sea destructiva en un caso y constructiva en el otro, él ha aprendido que ambas, cada una a su manera, le dan resultados favorables. (Digamos de paso que los resultados también son favorables tanto para el jefe de Robert como para su mujer. Al diputado le gusta tener un secretario inteligente, que está dispuesto a escuchar y aprender. Y la mujer se siente aliviada porque, cuando se va de la habitación, queda libre de la necesidad de seguir discutiendo y corriendo, tal vez, el riesgo de empeorar las cosas). En cada caso, su forma de actuar influye mucho sobre lo que Robert piensa y siente ante las críticas. La lección es clara: si podemos conseguir cierto control sobre nuestro comportamiento, podemos también controlar en cierta medida nuestros pensamientos y sentimientos, y tal vez, cambiarlos.