Echar la culpa
La crítica es destructiva cuando nos valemos de palabras y frases indicadoras de que pensamos que el comportamiento en cuestión fue intencionado.
JEFE A SECRETARIA: ¡Esta carta está plagada de errores tipográficos! No parece que a usted le importe mucho cómo está el trabajo que me entrega.
PADRE A HIJO: ¡Mírate la ropa! ¿Por qué tienes siempre que ensuciarte de esa manera?
Echar la culpa supone que sabemos cuál es la intención de la persona a quien criticamos, sin tener en consideración otras explicaciones posibles, tales como el nivel de experiencia o de capacidad de esa persona, errores accidentales o urgencias de tiempo. Como resultado, quienes tienden a echar la culpa suelen encontrarse «sermoneando» a los otros, y recurriendo a acusaciones, preguntas intencionadas y generalizaciones en el estilo de «siempre» y «nunca».
La respuesta de la persona a quien se culpa, lo mismo que la de aquélla a quien se ridiculiza, es defensiva. El individuo criticado siente que debe demostrar que la acusación es falsa. Pero cuando una persona está ocupada en acusar y la otra en defenderse, es raro que pueda haber un uso constructivo de la crítica.