La crítica sexual en la pareja

Buena parte de las críticas sexuales se derivan de circunstancias que tienen poco o nada que ver con la persona a quien se está criticando. Por ejemplo, Ray creía que lo estaban estafando sexualmente porque su mujer no se mostraba abiertamente apasionada mientras hacían el amor. Ray había leído las suficientes novelas eróticas como para «saber» cómo se comportaba una mujer verdaderamente excitada: respiraba con más rapidez, gemía y jadeaba; el cuerpo se le arqueaba y se le retorcía, y las uñas se clavaban en la piel de su compañero. Pero cuando Ray hacía el amor con su mujer, ella no hacía ninguna de esas cosas; más bien, su respuesta era tranquila, y no porque no estuviera excitada, sino porque tal era la naturaleza inherente de su reacción. Ray empezó a sentirse defraudado, privado de las gratificaciones que le hacía esperar una visión poco realista de lo que es la sexualidad. Además, se sentía disminuido, ya que pensaba que debía ser la inadecuación de él lo que dejaba tan impávida a su mujer. Finalmente, incapaz de dominar su frustración y su desengaño, Ray criticó coléricamente la pasividad de su mujer:

—Jamás te mueves y casi nunca se te oye. ¿Qué demonios es lo que te pasa?

Hay muchos hombres y mujeres que, como Ray, tienen expectativas totalmente faltas de realismo sobre lo sexual, tanto en lo que se refiere a su propio funcionamiento como a la respuesta de su pareja. Fantasear con temas sexuales, creando ambientes eróticamente excitantes o imaginándose, quizá, que uno hace el amor con un astro del cine es una cosa. En tanto que la fantasía no sustituya a la realidad, y si no crea un sentimiento de culpa, puede ser un estímulo de la experiencia sexual. Pero hay personas que miden sus propias habilidades (o las de su compañero) en función de ideales fantaseados. Creen que todo el mundo goza, noche tras noche, de verdaderos éxtasis sexuales; se imaginan que todas las mujeres son capaces de tener orgasmos múltiples y que todos los hombres pueden sostener indefinidamente el contacto sexual. Lo más probable es que tales fantasías desemboquen en críticas inadecuadas, basadas en una visión deformada de lo que debe ser una vida sexual satisfactoria.

Las críticas inadecuadas se originan también en expectativas que no carecen tanto de realismo como de formulación. El psiquiatra Clifford Sager ha señalado que cada uno de nosotros inicia una relación con una carga de expectativas y promesas que son tanto conscientes como inconscientes, tanto explícitas como tácitas. Las expectativas y promesas inconscientes y tácitas forman una «agenda secreta», esto es, un contrato emocional que uno de los miembros de la pareja hace con el otro, sin que ninguno de los dos tenga conciencia de su existencia. Tales contratos pueden referirse a todos los aspectos concebibles de una relación: al poder, a los hijos, al dinero, a las actividades de los momentos de ocio y a la vida sexual.[6]

Por ejemplo, Amy, una mujer de 27 años, y su marido Martin de 36, llegaron a estar al borde del divorcio. Las repetidas críticas de él, en torno al escaso interés de Amy por la vida sexual, se hicieron demasiado hostiles para que ella pudiera hacerles frente. Además, Amy creía que las críticas eran inmerecidas. Cuando el terapeuta que consultaron tomó nota de la historia sexual de la pareja, Amy expresó que ella y Martin hacían el amor un par de veces por semana, como promedio.

—Las únicas veces que yo me niego —expresó— son cuando estoy realmente agotada por mi trabajo, o cuando no me siento bien.

Martin admitió que los hechos eran como Amy los había enunciado, y sin embargo, siguió acusándola de que lo «rechazaba» sexualmente. Después de varias sesiones de asesoramiento (conseling), el terapeuta consiguió descubrir el «contrato» que Martin había aportado inconscientemente a su matrimonio, un acuerdo emocional del que ella no tenía conocimiento alguno.

—Martin era esencialmente una persona insegura —explicó el terapeuta—. Su padre había muerto cuando él tenía ocho años, y la madre, que siempre había sido emocionalmente retraída, acentuó esta característica. En su fantasía, la muerte de su marido había «demostrado» que dar y recibir afecto era correr un riesgo demasiado grande, de manera que el niño creció en una atmósfera fría, correcta, pero esencialmente sin amor. Como resultado, lo que él más deseaba, inconscientemente, en la relación con una mujer, era una aceptación emocional total… que para él significaba una disponibilidad constante en lo sexual. El contrato de Martin expresaba más o menos lo siguiente: «Yo seré buen marido y cuidaré de ti y de los hijos que tengamos, pero a cambio quiero que me des una cálida relación sexual cada vez que te la pida».

»Pero —continuó el terapeuta— para Amy eso no estaba en modo alguno explícito. Ella no tenía idea de la necesidad de Martin, ni del contrato tácito que él esperaba ver respetado. Como resultado, sus exigencias eran para ella, en primer lugar, una exigencia abusiva, y después se convirtieron en una crítica injusta e inmerecida.

Las expectativas sexuales basadas en normas externas o arbitrarias son otra causa de críticas inadecuadas. Un hombre acusaba a su mujer de escasa sensibilidad sexual porque sólo hacían el amor una vez por semana, en tanto que él había leído que una pareja «promedio», de su edad, tenía contactos sexuales tres veces por semana. Los terapeutas se encuentran constantemente con parejas que les preguntan con qué frecuencia «deben» tener relaciones, cuánto «debe» durar el juego erótico preliminar, o si los contactos sexuales orales son «normales». Pero no hay reglas —es decir que no hay nada que «se deba» o «no se deba», que esté «bien» o «mal»— en el contacto sexual entre adultos con consentimiento recíproco. Tampoco se ha de juzgar a nadie por comparación con otras personas. Algunas parejas pueden estar felicísimas haciendo el amor dos veces por día; otras pueden no serlo menos teniendo contactos sexuales dos veces al mes e incluso dos veces al año. Criticar a una pareja sexual porque su comportamiento no responde a tal o cual promedio mítico o norma arbitraria es un error estúpido.

Las críticas referentes al comportamiento sexual también están fuera de lugar cuando se originan en una información inexacta acerca de la sexualidad humana. Actualmente, la mayoría de las mujeres saben que la capacidad orgásmica varía ampliamente de una persona a otra, y que hay más de una manera de alcanzar la culminación sexual. Pero una mujer que no esté al tanto de estos hechos, y que raras veces llegue al orgasmo, puede regañarse a sí misma con críticas destructivas, diciéndose: Algo me debe de funcionar mal. Si su compañero está igualmente mal informado, es posible que se reproche constantemente por no ser capaz de hacerla llegar al orgasmo. De manera similar, un hombre mayor, que no sepa que el período refractario (el tiempo, después de una eyaculación, durante el cual un hombre no puede tener otra erección) se incrementa con la edad, puede culparse de ser incapaz de hacer el amor con la misma frecuencia que antes. Si su compañera tampoco está al tanto de este cambio fisiológico, que es normal, es posible que lo humille por su «falta» de masculinidad.

El mayor peligro, por cierto, reside en que las críticas sexuales pueden convertirse en profecías que se autorrealizan. Un hombre o una mujer a quien se critica repetidas veces por fallos sexuales imaginarios, puede llegar a presentar, efectivamente, una disfunción sexual. Según nos lo recuerdan los expertos, el más importante de los órganos sexuales es la mente. Si nos dejamos convencer psicológicamente —mediante críticas o por cualquier otro medio— de que somos, en algún sentido, sexualmente inadecuados, es probable que esa inadecuación se concrete fisiológicamente. La impotencia, por ejemplo, resulta frecuentemente del temor de no ser potente.

El contacto sexual, tal como lo señalan Masters y Johnson, es probablemente la forma fundamental de comunicación entre el hombre y la mujer; es decir, que las críticas formuladas en el dormitorio suelen extenderse rápidamente a otros aspectos de una relación. Pero lo inverso también es verdad: la relación sexual puede convertirse en el espejo de la relación como tal, y los conflictos y críticas que se dan en terrenos no sexuales pueden desplazarse al ámbito de la sexualidad. Como resultado, es posible que observaciones hirientes referidas a la capacidad sexual de uno de los miembros de la pareja, no tengan en realidad nada que ver con lo sexual; cabe que sean formuladas como una manera de vengarse, o de establecer el dominio, o de crear un sentimiento de inferioridad en el compañero o compañera para tenerlo bajo control. Es posible que una persona pasiva, incapaz de plantear exigencias en otros niveles de una relación, se valga de la crítica sexual como una manera de liberar su enojo o su hostilidad reprimida.

No es necesario seguir insistiendo en los efectos de una crítica sexual destructiva, que no sólo estropea la vivencia sexual del momento, sino que deja además un resabio amargo. En algunos hombres y mujeres, moviliza preocupaciones que pueden disminuir el interés por contactos sexuales futuros, o la capacidad de responder a ellos. En vez de experimentar sus sensaciones, se distraen preguntándose, con ánimo de autocrítica: ¿Lo estaré haciendo demasiado rápido? ¿O demasiado lento? ¿Seré demasiado burdo o demasiado suave al tocarla? ¿Le estaré dando satisfacción o no?

Cuando la crítica reaviva este tipo de ansiedades, uno se convierte en espectador más que en participante, y además, en un espectador autocrítico. La actividad amatoria se centra, entonces, más en el funcionamiento que en el placer. Y sin embargo, en el terreno sexual, la paradoja consiste en que, si lo que se hace es placentero, uno puede estar razonablemente seguro de que, haga lo que haga, lo está haciendo bien.

La ansiedad relativa al buen funcionamiento, que provocan las críticas, puede ser causa de impotencia, incapacidad para llegar al orgasmo, eyaculación prematura y otras disfunciones sexuales. A la inversa, si se evitan las críticas negativas, incluso tales disfunciones (si son de origen psicológico, por supuesto) pueden ser superadas por el crecimiento gradual de la intimidad.

El psiquiatra Raymond Babineau, en un trabajo aparecido en la publicación profesional Medical Aspects of Human Sexuality, describe a una pareja en la cual los dos eran vírgenes al casarse.

[Al comienzo] el marido tendía a eyacular con bastante rapidez, y la mujer raras veces alcanzaba el orgasmo durante el coito… Afortunadamente, ninguno de los dos consideró la situación disfuncional, y a medida que pasaban los meses se vieron signos alentadores de lenta mejoría… Después de ocho años de matrimonio, habían llegado a una buena adaptación sexual recíproca. El paso del tiempo había ayudado al marido, disminuyendo su urgencia eyaculatoria. La mujer confiaba ya totalmente en su capacidad orgásmica y se interesaba más por el contacto sexual que ocho años antes.

Esta pareja tuvo la buena suerte de lograr un crecimiento sexual conjunto. Ya podemos imaginarnos lo que habría sucedido si cada uno hubiera tenido una actitud más crítica frente al otro. Ella podría haberle acusado de egoísta por su eyaculación precoz, y él de insensible por su dificultad orgásmica. Además, cada uno podría haber caído en la autocrítica, diciéndose: «Algo me debe de funcionar muy mal.»[7]

Todas las tácticas habituales de crítica destructiva que estudiamos en capítulos anteriores se usan, demasiado a menudo, para criticar a la pareja sexual. Por ejemplo:

GENERALIZACIÓN: Nunca dedicas tiempo suficiente al juego erótico. O: Siempre tardas demasiado en llegar al orgasmo.

REALIMENTACIÓN DEFECTUOSA: No quisiera que me tocaras de esa manera. [¿De qué manera?]

AVERGONZAR: ¿Qué te pasa? No está muy vistosa esa erección.

CULPAR: Si pudieras esperarme un poco más no me sentiría tan frustrada.

PREGUNTA ACUSADORA: ¿A eso le llamas ser delicado?

Pero también en el nivel sexual las críticas se pueden comunicar de muchas otras maneras, más sutiles e incluso más lesivas aún. El lenguaje táctil, por ejemplo, puede funcionar como una crítica que, sin palabras, exprese falta de interés o disgusto: apartarse cuando el compañero intenta un abrazo, o aceptarlo en actitud rígida y tensa; retirar una mano que acaricia; mantener obstinadamente cerrados los labios durante un beso, o rehuirlo alejando totalmente la cara. Un hombre que pierde súbitamente la erección o una mujer que no lubrica, pueden estar expresando con su cuerpo que su pareja no consigue excitarlos.

La crítica negativa no se limita tampoco al acto mismo de hacer el amor. Hay personas que suscitan discusiones, provocan ansiedades o plantean exigencias inmediatamente antes o después de un contacto sexual. Crear tensión y estrés es una forma efectiva de destruir los sentimientos sexuales, y lo mismo se consigue con la insistencia en ciertos tipos de posturas sexuales o de juego erótico.

Las críticas sexuales destructivas generan con frecuencia un miedo al rechazo o al abandono, que puede conducir a un «recelo crítico» sumamente contraproducente.

—Las cosas han llegado al punto en que me siento aterrorizada cada vez que hacemos el amor —relata una mujer—. Lo único que puedo pensar es: ¿Y si no le agrado? ¿Y si no llego al orgasmo? Aunque no quiero perderlo, sé que él está buscándome los fallos sólo por tener una excusa para dejarme.

En otros casos, la persona criticada puede reaccionar con hostilidad ante la amenaza implícita en la crítica.

—Cada vez que ella me reprocha algo que supuestamente estoy haciendo mal en la cama —comentó un marido— le digo lo que ella está haciendo mal.

En este tipo de círculo vicioso, el contenido de la crítica llega a perder sentido:

—No creo que ninguno de los dos preste atención a lo que se dice —continuó el hombre—. Estamos demasiado ocupados en defendemos mediante contraataques.

Pero los que se aman deben ser capaces de confiar el uno en el otro para tener una buena relación sexual. La doctora Helen Kaplan, una de las terapeutas sexuales más destacadas en los Estados Unidos, cree que la confianza mutua es uno de los elementos psicológicos esenciales para llegar al orgasmo. Sin embargo, es imposible sentirse confiado y seguro con un compañero o compañera sexual que formula habitualmente críticas negativas. Por ende, es importante que los miembros de la pareja sepan cómo plantear sus críticas sexuales de manera positiva, y también que sepan aceptarlas con ánimo constructivo.

Nadie es perfecto
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