La aceptación superficial
Mostrarse plácidamente de acuerdo con una crítica es una manera singularmente eficaz de socavar su valor. ¿Cuántas veces no hemos oído decir a alguien: «Creo que tienes razón» o «Lo siento»? Pero el alcance de la respuesta de quien lo dice se limita al de esa mera aceptación verbal. Al asentir superficialmente, el criticado —o la criticada— se «desengancha», queda en libertad de no tener que hacer frente a la crítica de manera realista y productiva, y al mismo tiempo, es libre de continuar haciendo lo mismo que, en primer lugar, provocó la crítica. Si —según la conocida expresión— «amar significa no tener nunca que disculparse», entonces disculparse significa no tener que hacer nunca nada para cambiar aquello por lo que uno se disculpa.
Esta respuesta ante la crítica frustra a quien la formula, que siempre oye decir que se va a producir algún cambio, pero jamás ve que se produzca realmente. Es muy posible que el crítico se sienta enojado, impotente y, lo que es peor aún, ignorado.
—Mi marido nunca escuchó realmente nada que yo le dijera —relata una mujer—. Yo siempre cuidé de no criticarlo más que cuando sentía que era por su propio bien, y él casi siempre se mostraba de acuerdo con lo que yo decía, pero rara vez hacía algún esfuerzo por actuar en consecuencia. Finalmente, decidí que yo no le importo bastante y por eso no presta atención a mis palabras. Últimamente ya no puedo creer nada de lo que él dice, porque me di cuenta de que usa las palabras de la misma manera que algunas personas usan las palmadas en la espalda; para conformarme y nada más.
Un acuerdo plácido no es lo mismo que la actitud de elusión/retraimiento. Aun cuando ambas respuestas den la posibilidad de evadir la crítica, la segunda pone en juego un distanciamiento físico que establece inmediatamente una relación negativa. El acuerdo promete explícitamente que habrá alguna respuesta positiva, y con frecuencia se necesita bastante tiempo para que el crítico se dé cuenta de que eso no es más que una ilusión.