Avergonzar al receptor
Ciertas formas de crítica son casi una garantía de que no servirán a ningún propósito de mejora, y en esta categoría entra todo aquello que signifique confundir, avergonzar o humillar a la persona criticada.
Estábamos vistiéndonos para salir a cenar con unos amigos y, como hacemos habitualmente, mi mujer y yo nos preguntamos cómo se nos veía.
—¿Realmente te vas a poner esa camisa? —me preguntó con tono cortante.
—¿Por qué? Yo la veo muy bien.
—Ese cuello es demasiado corto y está completamente pasado de moda —me respondió.
Le dije que a mí no me importaba mucho la moda y continuó:
—Ya sé, y por eso siempre pareces andrajoso. A veces me da vergüenza que me vean contigo.
La observación realmente me hirió, porque no venia para nada al caso, e inmediatamente empecé a criticarle el vestido.
—Pues lo que tú te has puesto te va tan ajustado que te hace parecer más gorda.
Y los dos terminamos tratando de ridiculizarnos el uno al otro, y diciendo cosas que no sentíamos, pero que igualmente dolían. La velada se nos arruinó.
Además de ser una grosería, avergonzar a otra persona es una manera contraproducente de criticar, ya que casi invariablemente provoca el rechazo de la crítica («Yo no parezco andrajoso… Yo no soy gorda») y, al mismo tiempo, una actitud defensiva de venganza. Ambas reacciones perpetúan el ciclo destructivo.
Una crítica útil tiende a establecer la distinción entre el comportamiento que se critica y el individuo a quien se dirige, en tanto que la actitud de avergonzar deliberadamente a alguien confunde los dos elementos, pasando de lo que es un detalle específico a una generalización sobre el comportamiento como tal. «Esa camisa está pasada de moda» (específico) se convierte en «Siempre pareces andrajoso»; «Ese vestido te va muy ajustado» (específico) pasa a ser «Te estás poniendo gorda».
Una crítica también puede «avergonzar» de forma indirecta. Una manera de hacerlo es establecer una comparación desfavorable, como «Mi padre jamás se pondría semejante camisa». Otra es valerse del sarcasmo:
—Oye, ¿podrás respirar con ese vestido?
A veces, el que critica con intención de avergonzar no necesita valerse de palabras. Para su aniversario de bodas, un sueco regaló una vez a su mujer un collar hecho con trescientos botones que ella no se había ocupado de coserle en camisas y americanas. (Pero la mujer se rió la última, porque usó el collar como prueba de crueldad mental que le ayudó a ganar un proceso de divorcio).
El añadir un elemento «humillante» puede hacer que una crítica, tolerable en otro sentido, resulte absolutamente inaceptable, en cuanto representa un ataque explícito a la propia estimación.