La elusión (o evitación) y el retraimiento
Estas dos actitudes constituyen otro estilo de respuesta destructiva. El adolescente a quien critican por no ayudar en la casa, o por usar el equipo estéreo con demasiado volumen, se retira a su habitación dando un portazo. El empleado criticado por un trabajo deficiente elude (o evita) establecer contacto con su jefe durante el resto de la semana. El estudiante a quien su profesor criticó busca un asiento poco visible. El marido o la mujer a quien el cónyuge critica, evita continuar la discusión yéndose del cuarto.
Cuando hacemos frente a la crítica (o más exactamente, cuando no le hacemos frente) aislándonos de quien nos critica, nos privamos de descubrir cualquier valor que pudiera tener la crítica. La actitud de irnos tiende a reafirmar nuestra estimación cognoscitiva de la situación como «desagradable», y refuerza, además, la idea de que el retraimiento es una «solución». Si una situación similar se plantea o amenaza con plantearse en el futuro, es más probable aún que nos retraigamos también frente a ella. La elusión y el retraimiento tienden, pues, a convertirse en reacciones fijas ante la crítica, lo cual no sólo nos priva de toda oportunidad de obtener algún beneficio de ésta, sino que nos hace aparecer a los ojos de los demás como alguien incapaz de aceptar la crítica.