El poder del discurso privado
Un tercer proceso mental que influye sobre la manera de reaccionar ante la crítica es el discurso privado, esto es, las cosas que «decimos» en silencio cuando criticamos a alguien, o cuando estamos (o creemos estar) a punto de recibir una crítica.
Pregúntese, usted mismo, si cuando le critican tiende a decirse: «Oh, oh, ya volví a meterme en líos», o: «Ahora tendré ocasión de saber en qué me equivoqué». Y cuando usted hace una crítica, ¿tiende a murmurar silenciosamente: «Qué estúpido puede ser fulano», o: «Veré si puedo ayudarle.»?
Puesto que, como ya hemos visto, la mayoría de las personas suponen que la crítica va a ser negativa, la mayor parte de esos enunciados, referentes a sí mismas, tienden también a ser negativos:
¿El jefe quiere hablar conmigo? Espero que no me despida.
¿Por qué la toman siempre conmigo?
Qué terrible va a ser esto.
¡Esto ya no lo aguanto más!
O, cuando es uno quien critica:
¿Por qué éste (o ésta) no podrá hacer nada bien?
Ojalá no tuviera que decir esto.
El discurso privado es un arma de doble filo. Por una parte, refleja la apreciación que hemos hecho ya de una crítica. Por otra, influye sobre cómo es probable que apreciemos la crítica, ya que tiende a confirmar y objetivar nuestras expectativas abstractas.
El discurso privado contribuye también a la forma en que nos sentimos y actuamos en respuesta a las críticas. Cuando los enunciados referentes a uno mismo son hostiles o denigrantes, provocan reacciones físicas y emocionales negativas. Por ejemplo, si a un alumno le dicen que se presente en el despacho del director y se pregunta: «¿Qué habré hecho mal esta vez?», lo más probable es que empiece a sentirse angustiado, enojado o culpable. Tal vez entre en el despacho con aire avergonzado, o tensando nerviosamente los puños. Pero si en cambio se dice: «Tal vez me hayan elegido abanderado», se sentirá esperanzado, marchará con paso ágil y entrará con la sonrisa pronta.
El discurso privado pone en movimiento un circuito cerrado, que puede operar en dos direcciones. Como luego veremos, es posible aprender a controlarlo de modo que conduzca a actitudes más bien positivas que negativas.