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¿Soy joven y guapa?
Estaba convencida de que era una vieja divorciada.
Casi no pego ojo en toda la noche. No tengo costumbre de trasnochar, me martillea la música de la discoteca en la cabeza, el pelo me huele a tabaco y el estómago se me queja de tanto alcohol. Me quedo adormilada y me despierto cuando sale el sol, como siempre. Pero esta mañana no estoy tranquila ni me siento en paz conmigo misma y, desde luego, no estoy en condiciones para ponerme a meditar. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Ha sido una noche divertida, ¿no? He conocido gente interesante, me he puesto mi vestido, he bailado, he coqueteado con hombres…
HOMBRES.
Cuanto más pienso en esa palabra, más frenética me pongo, hasta rozar el pánico. Ya no sé cómo se hace esto. Entre los 15 y los 25 he sido la coqueta más valiente y desvergonzada del mundo. Me parece recordar que era divertido eso de conocer a un tío, atraerlo lentamente, lanzándole indirectas y provocaciones veladas sin la menor cautela ni temor a las consecuencias.
Pero ahora sólo siento pánico e incertidumbre. Me pongo a pensar y convierto la noche en algo mucho más grande de lo que ha sido, viéndome emparejada con un galés que no me ha dado ni su email. Imagino nuestro futuro juntos, incluyendo las discusiones porque él fuma. Me planteo si entregarme a un hombre puede acabar destrozándome el viaje, el trabajo, la vida… Por otra parte, algo de romanticismo estaría bien. Llevo una larga temporada de sequía. (Recuerdo que Richard el Texano, hablando de mi vida amorosa, me dijo un día: «Tienes un problema de sequía, nena. Tienes que buscarte un aguador»). Me imagino a Ian viniendo a verme en su moto, con su torso musculoso de experto en minas, haciéndome el amor en mi jardín y me parece una idea muy agradable. Pero esta idea tan atractiva se convierte en un chirrido que acaba en un frenazo en seco, porque no quiero que nadie me vuelva a romper el corazón. Y entonces echo de menos a David, acordándome de él como hacía meses que no me acordaba y pensando: Debería llamarlo para ver si quiere volver a intentarlo. (Entonces recibo un mensaje telepático muy preciso de mi amigo Richard, que me dice: Una idea genial, Zampa. ¿Qué pasa, que te hiciste una lobotomía anoche aparte de tomarte unas copitas de más?) En pocos minutos paso de elucubrar sobre David a obsesionarme (como en los viejos tiempos) con mi exmarido, mi divorcio…
Pero ¿ese tema no lo habíamos liquidado ya, Zampa?
Y entonces me da por pensar en Felipe, el brasileño guapo y mayor. Es simpático. Felipe. Dice que soy joven y guapa y que lo voy a pasar muy bien en Bali. Tiene razón, ¿no? Debería relajarme y pasarlo bien, ¿no? Pero esta mañana no acabo de verle la gracia al asunto.
Se me ha olvidado cómo se hacía esto.