67

Como lectora e investigadora, me frustra mucho llegar a ese momento de un texto ascético en que el alma abandona el tiempo y el espacio presente y se funde con el infinito. Desde Buda y Santa Teresa hasta los místicos sufíes y mi propia gurú, a lo largo de toda nuestra historia han sido muchas las grandes almas que han querido expresar lo que significa fundirse con la divinidad, pero estas descripciones nunca acaban de satisfacerme. Muchas emplean el exasperante adjetivo indescriptible. Pero hasta los más elocuentes cronistas de la experiencia mística —como Rumi, que decía haberse atado a la manga de Dios, o Hafiz, que aseguraba vivir tan unido a Dios como dos hombres en una pequeña balsa, «riéndonos al toparnos siempre el uno con el otro»—, me dejan insatisfecha, porque no me conformo; quiero experimentarlo yo también. Sri Ramana Maharshi, un venerado gurú indio, daba largas charlas sobre su experiencia trascendental y al final siempre decía a sus alumnos: «Id a descubrirlo vosotros».

Pues yo acabo de descubrirlo. No quiero decir que lo que viví esa tarde de jueves en India fuera indescriptible, pero lo fue. A ver si consigo explicarlo. Resumiendo mucho, me vi transportada por el túnel del Absoluto y, mientras avanzaba a toda velocidad, entendí de golpe el funcionamiento del universo. Salí de mi cuerpo, del templo, del planeta y del tiempo, y entré en el vacío. Estaba dentro del vacío, pero a la vez formaba parte de él y lo contemplaba. Era un lugar de ilimitada paz y sabiduría. Era un lugar consciente e inteligente. Era Dios, lo que significa que estuve dentro de Dios. Pero sin ninguna tosca connotación física, es decir, no era Elizabeth Gilbert encajada en el músculo del muslo de Dios, o algo así. Simplemente, formaba parte de Dios. Y, además, yo también era Dios. Era un fragmento diminuto del universo, pero también era exactamente del mismo tamaño que el universo. («Todos saben que una gota se pierde en un océano, pero pocos saben que un océano se pierde en una gota», escribió el sabio Kabir; y yo atestiguo que es verdad).

Pero aquello no fue una sensación alucinógena. Fue algo completamente básico. Fue celestial, sí. Fue el amor más profundo que he experimentado en mi vida, muy superior al que pudiera haber imaginado, pero no era eufórico. Tampoco era emocionante. Había eliminado el ego y la pasión, así que no podía sentir euforia ni emoción. Aquello era simplemente algo evidente. Fue como estar contemplando una ilusión óptica, forzando la mirada para ver si se descubre el truco, hasta que de pronto cambia la perspectiva y resulta —¡si estaba clarísimo!— que los dos jarrones eran dos rostros. Una vez que se ha desentrañado una ilusión óptica, jamás la volvemos a ver como al principio.

—Así que éste es Dios —pensé—. Pues «encantada de conocerte».

Donde yo estaba no puede describirse como un lugar terrenal. No era oscuro, ni claro; no era grande, ni pequeño. No era un sitio ni yo estaba técnicamente de pie en él ni yo era técnicamente «yo». Aún tenía ideas, pero eran discretas, silenciosas y contemplativas. No sólo sentía una indudable compasión y fusión con todo y con todos, sino que me parecía imposible y verdaderamente extraño que alguien pudiera sentir algo distinto. También me parecían ingenuas y distantes mis antiguas ideas sobre quién y cómo era yo. Soy una mujer, soy estadounidense, soy locuaz, soy escritora. Todo ello me parecía tan gracioso como obsoleto. ¿Por qué te vas a meter en una diminuta caja de identidad pudiendo experimentar tu infinitud?

Me preguntaba: «¿Por qué me habré pasado la vida buscando la felicidad cuando tenía la dicha tan cerca?».

No sé cuánto tiempo estuve sumida en ese magnífico éter unificador antes de pensar repentinamente: «¡Quiero quedarme así para siempre!». Y fue justo entonces cuando empecé a salir de ello. Bastaron esas dos palabritas —¡yo quiero!— para volver lentamente hacia la Tierra. Entonces mi mente empezó a protestar en serio —¡No! ¡Yo no quiero irme de aquí!— mientras seguía mi camino de vuelta.

¡Quiero!

¡No quiero!

¡Quiero!

¡No quiero!

Cada vez que repetía desesperadamente esas palabras notaba cómo iba traspasando las sucesivas capas de mi ilusión, como un héroe de una comedia de acción atravesando una docena de toldos al caer de un edificio. Aquella nostalgia inútil me estaba haciendo regresar a mis pequeños confines, a mis limitaciones de criatura mortal, a mi limitado mundo de viñeta de cómic. Vi regresar mi ego como se ve una foto Polaroid ir tomando nitidez segundo tras segundo —el rostro, las arrugas en torno a la boca, las cejas— hasta quedar completa la foto, hasta que me veo como he sido toda la vida. Me estremezco del miedo y la pena que me da haberme quedado sin una experiencia tan divina como ésta. Pero paralelamente al pánico también descubro un testigo de todo lo sucedido, una versión más sabia y madura de mí, que sacude la cabeza y sonríe, consciente de una cosa: si este estado de felicidad me parecía transitorio, estaba claro que no lo había entendido. Por tanto, aún no estaba preparada para habitarlo de forma completa. Iba a tener que practicar más. En el momento en que descubro eso es cuando Dios me deja ir, me deja colarme entre sus dedos con este último mensaje piadoso y telepático:

Puedes regresar cuando hayas comprendido por completo que siempre estás aquí.

Come, reza, ama
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
cita.xhtml
Section0000.xhtml
Section0001.xhtml
Section1000.xhtml
Section1001.xhtml
Section1002.xhtml
Section1003.xhtml
Section1004.xhtml
Section1005.xhtml
Section1006.xhtml
Section1007.xhtml
Section1008.xhtml
Section1009.xhtml
Section1010.xhtml
Section1011.xhtml
Section1012.xhtml
Section1013.xhtml
Section1014.xhtml
Section1015.xhtml
Section1016.xhtml
Section1017.xhtml
Section1018.xhtml
Section1019.xhtml
Section1020.xhtml
Section1021.xhtml
Section1022.xhtml
Section1023.xhtml
Section1024.xhtml
Section1025.xhtml
Section1026.xhtml
Section1027.xhtml
Section1028.xhtml
Section1029.xhtml
Section1030.xhtml
Section1031.xhtml
Section1032.xhtml
Section1033.xhtml
Section1034.xhtml
Section1035.xhtml
Section1036.xhtml
Section2000.xhtml
Section2037.xhtml
Section2038.xhtml
Section2039.xhtml
Section2040.xhtml
Section2041.xhtml
Section2042.xhtml
Section2043.xhtml
Section2044.xhtml
Section2045.xhtml
Section2046.xhtml
Section2047.xhtml
Section2048.xhtml
Section2049.xhtml
Section2050.xhtml
Section2051.xhtml
Section2052.xhtml
Section2053.xhtml
Section2054.xhtml
Section2055.xhtml
Section2056.xhtml
Section2057.xhtml
Section2058.xhtml
Section2059.xhtml
Section2060.xhtml
Section2061.xhtml
Section2062.xhtml
Section2063.xhtml
Section2064.xhtml
Section2065.xhtml
Section2066.xhtml
Section2067.xhtml
Section2068.xhtml
Section2069.xhtml
Section2070.xhtml
Section2071.xhtml
Section2072.xhtml
Section3000.xhtml
Section3073.xhtml
Section3074.xhtml
Section3075.xhtml
Section3076.xhtml
Section3077.xhtml
Section3078.xhtml
Section3079.xhtml
Section3080.xhtml
Section3081.xhtml
Section3082.xhtml
Section3083.xhtml
Section3084.xhtml
Section3085.xhtml
Section3086.xhtml
Section3087.xhtml
Section3088.xhtml
Section3089.xhtml
Section3090.xhtml
Section3091.xhtml
Section3092.xhtml
Section3093.xhtml
Section3094.xhtml
Section3095.xhtml
Section3096.xhtml
Section3097.xhtml
Section3098.xhtml
Section3099.xhtml
Section3100.xhtml
Section3101.xhtml
Section3102.xhtml
Section3103.xhtml
Section3104.xhtml
Section3105.xhtml
Section3106.xhtml
Section3107.xhtml
Section3108.xhtml
Section4000.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml