La sala de conferencias tembló.
Ruhn había mantenido distraída a Sandriel, la mantuvo hablando mientras la reina Hypaxia liberaba a Hunt del control del halo. Había sentido el movimiento de su poder en la mesa, vio el halo de Hunt que empezó a brillar y entendió lo que estaba haciendo la bruja con su mano sobre la de Hunt.
No había nada salvo muerte fría en los ojos de Hunt cuando el halo empezó a descarapelarse de su frente. El verdadero rostro del Umbra Mortis.
Sandriel volteó, se dio cuenta demasiado tarde de quién estaba a sus espaldas. Y ya no tenía ninguna marca en la frente. Algo similar al terror cruzó la cara de la arcángel cuando Hunt le enseñó los dientes.
Se acumularon los relámpagos en sus manos. Las paredes crujieron. Empezó a llover escombro del techo.
Sandriel fue demasiado lenta.
Ruhn sabía que Sandriel había firmado su propia sentencia de muerte cuando no regresó con sus triarii. Y había sellado su destino oficialmente cuando reveló que había puesto a Bryce en la línea de fuego de los asteri.
Ni siquiera su poder de arcángel podía protegerla de Athalar. De lo que él sentía por Bryce.
Los relámpagos de Athalar se estrellaban en el piso. Sandriel apenas tuvo tiempo de levantar los brazos para invocar un viento huracanado cuando Hunt ya estaba sobre ella.
Los relámpagos estallaron y toda la habitación crujió.
Ruhn se lanzó bajo la mesa y jaló a Hypaxia con él. Cayeron trozos de roca en la superficie sobre ellos. A su lado, Flynn maldijo y Declan se agachó para proteger su computadora. Una nube de escombros cayó sobre el lugar, ahogándolos. El éter cubrió la lengua de Ruhn.
Los relámpagos se encendieron y recorrieron toda la habitación.
Luego el tiempo se movió y se hizo más lento, empezó a deslizarse lento, muy lento…
—Carajo —decía Flynn entre jadeos, cada palabra una eternidad y un instante, el mundo fuera de su eje otra vez, lento y arrastrándose—. Carajo.
Luego los relámpagos cesaron. La nube de escombro pulsó y vibró.
El tiempo retomó su paso normal y Ruhn salió de debajo de la mesa. Sabía lo que vería dentro de la nube giratoria y electrizada que tenía capturada la atención de todos. Fury Axtar tenía una pistola apuntada hacia el sitio donde la arcángel y Hunt habían estado. El polvo había convertido su cabello negro en blanco.
Hypaxia ayudó a Ruhn a ponerse de pie. Tenía los ojos muy abiertos mientras buscaba dentro de la nube. La reina bruja sin duda estaba consciente de que Sandriel la mataría por haber liberado a Hunt. Le había apostado a que el Umbra Mortis saldría victorioso de esta batalla.
La nube de polvo se despejó, los rayos empezaron a desvanecerse en el aire lleno de polvo. La bruja había salido bien librada. Vio aparecer el rostro de Hunt salpicado de sangre y las plumas que revoloteaban con un viento fantasma.
Y de su mano, sostenida del cabello, colgaba la cabeza cercenada de Sandriel.
Tenía la boca todavía abierta en un grito y brotaba humo de sus labios. La piel de su cuello estaba tan dañada que Ruhn supo que Hunt le había arrancado la cabeza con sus propias manos.
Hunt levantó la cabeza frente a él muy despacio. Como si fuera uno de los héroes antiguos del mar Rhagan estudiando una criatura muerta. Un monstruo.
Dejó caer la cabeza de la arcángel que chocó contra el piso y rodó hacia un lado, el humo todavía le salía de la boca, de las fosas nasales. El flagelo de sus relámpagos la había quemado desde el interior.
Los ángeles de la habitación se hincaron en una rodilla. Hicieron una reverencia. Inclusive Isaiah Tiberian que tenía los ojos abiertos como platos. Nadie en el planeta tenía ese tipo de poder. Nadie lo había visto completamente liberado en siglos.
Dos gobernadores muertos en un día. Uno a manos de su hermana y otro a manos del… lo que fuera Hunt para su hermana. Por el asombro y miedo en la cara de su padre, Ruhn supo lo que el Rey del Otoño estaba pensando. Estaba considerando si Hunt lo mataría a él, por cómo había tratado a Bryce.
Bryce, su hermana Astrogénita.
Ruhn no sabía qué pensar al respecto. Que ella hubiera pensado que él valoraba esa mierda de El Elegido más que a ella. Y cuando habían peleado, ¿ella había permitido que la relación entre ellos se rompiera con tal de que él no averiguara lo que ella era? Había renunciado al privilegio y el honor y la gloria… por él.
Y todas esas advertencias que le había hecho sobre el Rey del Otoño, de que su padre había matado al último Astrogénito… Ella también vivía con ese miedo.
Hunt le lanzó una sonrisa feroz al Rey del Otoño.
Ruhn sintió una enorme satisfacción al ver a su padre palidecer.
Pero luego Hunt volteó a ver a Fury, que se estaba limpiando los escombros del cabello, y gritó:
—Al carajo con los asteri. Trae tu maldito helicóptero.
Cada decisión, cada orden de Hunt provenía de un lugar que llevaba mucho tiempo silenciado.
Él vibraba con poder, los relámpagos de sus venas rugían y ansiaban salir al mundo, quemar y desgarrar. Él controlaba su poder, le prometió que le permitiría salir sin límites en cuanto llegaran a la ciudad, pero primero tenían que llegar a la ciudad.
Fury temblaba, como si incluso ella hubiera olvidado lo que él era capaz de hacer. Lo que le había hecho a Sandriel con una satisfacción primigenia, se había alojado en un sitio con tanta rabia que lo único que existía eran sus relámpagos, su enemiga y la amenaza que ella representaba para Bryce. Pero Fury dijo:
—El helicóptero está aterrizando en la azotea en este momento.
Hunt asintió y ordenó a los ángeles que quedaban sin voltearlos a ver:
—Nos vamos ahora.
Ninguno de ellos objetó a su mando. A él no le importaba un carajo que hubieran hecho una reverencia, lo que fuera que eso significara. Sólo le importaba que fueran con él a Lunathion lo más rápido posible.
Fury ya estaba en la salida con el teléfono al oído. Hunt caminó tras ella, atravesó la habitación llena de alas en movimiento y pies que marchaban, pero miró por encima de su hombro:
—Danaan, Ketos… ¿vienen?
Los necesitaba.
Ruhn se puso de pie sin hacer preguntas; Tharion esperó a que la hija de la Reina del Río le asintiera antes de levantarse. Amelie Ravenscroft dio un paso al frente, sin hacer caso de la mirada de Sabine, y dijo:
—Yo también voy.
Hunt volvió a asentir.
Flynn estaba ya en movimiento, sin tener que aclarar que iría con su príncipe… para salvar a su princesa. Declan señaló las pantallas.
—Yo seré sus ojos en el campo de batalla.
—Bien —dijo Hunt y se dirigió a la puerta.
El Rey del Otoño y el Premier de los lobos, los únicos Líderes de la Ciudad que quedaban presentes, permanecieron en el salón junto con Sabine. Jesiba e Hypaxia tendrían que encargarse de supervisar. Ninguna de las mujeres siquiera reconocía a la otra pero tampoco había animadversión entre ellas. A Hunt no le importó.
Subió las escaleras en silencio hacia la azotea, sus compañeros iban detrás de él. Estaban a treinta minutos en helicóptero de la ciudad. Tantas cosas podían salir mal antes de que llegaran. Y cuando llegaran… sería una masacre pura.
Las aspas del helicóptero hacían volar el cabello negro de Fury cuando iba cruzando el helipuerto. Flynn venía cerca, miró su transporte y silbó impresionado.
No era un vehículo de lujo. Era un helicóptero militar. Con todo y ametralladoras montadas en cada puerta y una reserva de armas y pistolas en sacos amarrados al piso.
Fury Axtar no había venido a esta reunión esperando que fuera amistosa. Recibió los audífonos que le entregó el piloto que se bajaba de la nave y luego metió su cuerpo delgado a la cabina.
—Yo iré contigo —le dijo Hunt haciendo una señal hacia el helicóptero mientras los ángeles despegaban a su alrededor—. Mis alas todavía no pueden resistir el vuelo.
Ruhn saltó al helicóptero detrás de Flynn y Amelie. Tharion se apropió de la ametralladora de la izquierda. Hunt seguía en la azotea, gritando órdenes a los ángeles que partían. Establezcan un perímetro alrededor de la ciudad. Equipo de búsqueda: investiguen el portal. Envíen a los sobrevivientes a triaje al menos a siete kilómetros de distancia de los muros de la ciudad. No se permitió pensar lo fácil que era regresar al papel de comandante.
Luego Hunt se subió al helicóptero y tomó la ametralladora de la derecha. Fury encendió interruptor tras interruptor en el panel de control. Hunt le preguntó con voz ronca:
—¿Sabes lo que sucedió en la azotea con Bryce y Juniper?
Lo había destrozado escuchar a Bryce mencionarlo, que había considerado saltar. Escuchar que había estado tan cerca de perderla incluso antes de conocerla. Ruhn volteó a verlos, su mirada angustiada confirmaba que él se sentía igual.
Fury continuó con la preparación para el vuelo y respondió:
—Bryce fue un fantasma durante mucho tiempo, Hunt. Fingía que no lo era, pero sí —al fin el helicóptero se elevó por los aires—. Tú la trajiste de vuelta a la vida.