—Danika no robó nada —susurró Bryce y sintió que el frío le carcomía el cuerpo. Lo único que la mantenía de pie era el brazo de Hunt que la envolvía, su cuerpo era un muro cálido a sus espaldas.
Los ojos marrones de Sabine, del mismo tono que los de Danika pero sin su calidez, eran implacables.
—¿Por qué creen que cambié las grabaciones? Ella pensaba que el apagón la ocultaría, pero era demasiado tonta como para darse cuenta de que era posible que el audio siguiera grabando y que se registrara cada uno de sus pasos al dejar su puesto para ir a robar el Cuerno y luego reaparecer un minuto después, regresar a su patrulla, como si no le hubiera escupido en la cara a nuestra diosa. No sé si ella provocó el apagón para robarlo o si sólo aprovechó la oportunidad.
—¿Por qué se lo llevaría? —preguntó Bryce, apenas capaz de pronunciar las palabras.
—Porque Danika era una niña mimada que quería ver si podía salirse con la suya. En cuanto me alertaron que habían robado el Cuerno, vi los videos y cambié las grabaciones de todas las bases de datos —la sonrisa de Sabine era una llaga cruel—. Yo limpié su cochinero… como lo hice toda su vida. Y con sus preguntas han puesto en peligro el poco legado que iba a dejar.
Hunt abrió ligeramente las alas.
—Enviaste a ese demonio esta noche a atacarnos…
Sabine arqueó las cejas claras.
—¿Cuál demonio? Llevo toda la noche esperándolos aquí. Me quedé pensando en su puta visita a mi Madriguera y decidí que necesitaban un recordatorio no meterse este caso —les enseñó los dientes—. Amelie Ravenscroft está esperando del otro lado de la calle, lista para hacer la llamada si haces cualquier cosa, Athalar. Dice que hace unos momentos estaban dando un buen espectáculo —concluyó con una sonrisa maliciosa.
Bryce se sonrojó y dejó que Hunt lo confirmara. Por la manera en que se tensó, supo que era verdad.
Sabine dijo:
—Y en lo que respecta a lo que dije la noche que murió Danika: no podía mantener la boca cerrada, sobre nada. Sabía que ella había robado el Cuerno, también sabía que era probable que alguien la hubiera matado por eso porque no pudo callarse —otra risa fría—. Todo lo que hice fue proteger a mi hija. Mi hija imprudente y arrogante. Todo lo que tú hacías sacaba lo peor en ella.
El grito de Hunt retumbó en la noche.
—Cuidado, Sabine.
Pero la Alfa se limitó a resoplar.
—Se van a arrepentir de haberse metido conmigo.
Caminó hacia el borde de la azotea. Su poder pulsaba a su alrededor con un ligero brillo mientras consideraba el mismo salto que Bryce había contemplado hacía un año y medio. Sólo que Sabine podría aterrizar con gracia en el pavimento. Sabine volteó para verlos por encima del hombro delgado y vieron el brillo de dientes alargados.
—No maté a mi hija. Pero si ponen en peligro su legado, los mataré.
Y luego saltó. Se transformó con un suave destello de luz y se fue. Hunt corrió hacia la orilla, pero Bryce sabía lo que vería: un lobo que aterrizaba con suavidad en el pavimento y que salía corriendo hacia la oscuridad.