Bryce sabía que seguía viva por pura suerte. Y pura adrenalina que la hacía concentrarse en su meta con tanta claridad. Con calma.
Pero cada cuadra que avanzaba mientras el sol se ponía, sus piernas iban más lentas. Sus reacciones eran más rezagadas. Le dolían los brazos y le pesaban. Cada vez que tiraba del gatillo le costaba más esfuerzo.
Sólo un poco más, era lo único que necesitaba. Sólo un poco más hasta asegurarse de que los habitantes de Prados de Asfódelo estuvieran en un refugio antes de que cerraran todos. No faltaba tanto tiempo.
El refugio a mitad de la cuadra seguía abierto, unas figuras defendían la entrada mientras más familias humanas entraban corriendo. La Puerta Mortal estaba a unas cuadras al norte, todavía abierta hacia el Averno.
Así que Bryce se plantó en la intersección, enfundó la espada de Danika de nuevo y volvió a levantar el rifle de Hunt a su hombro. Le quedaban seis tiros.
Ithan llegaría pronto. En cualquier momento.
Un demonio salió detrás de la esquina, sus garras dejaban arañazos en las piedras. El rifle le lastimó el hombro al disparar. El demonio todavía estaba cayendo, deslizándose por el suelo, cuando ella apuntó el rifle de nuevo y volvió a disparar. Otro demonio cayó.
Quedaban cuatro balas.
Detrás de ella, los humanos gritaban órdenes.
¡Rápido! ¡Al refugio! ¡Dejen la bolsa y corran!
Bryce le disparó a un demonio que venía volando por la intersección, directo hacia el refugio. El demonio cayó como a siete metros de la entrada. Los humanos lo terminaron de matar.
Dentro del refugio, los niños gritaban y los bebés lloraban.
Bryce volvió a disparar. Otra vez. Otra vez. Otra vez.
Otro demonio llegó corriendo desde la esquina, directo hacia ella. Jaló el gatillo.
Vacío. Terminado. Agotado.
El demonio saltó, con las fauces abiertas de par en par para revelar dos hileras gemelas de dientes afilados como dagas. Directo hacia su garganta. Bryce apenas tuvo tiempo de levantar el rifle y meterlo entre sus mandíbulas. El metal y la madera crujieron y el mundo se ladeó con el impacto.
Ella y el demonio chocaron contra el suelo y ella sintió que sus huesos protestaban por el golpe. El demonio cerró la boca en el rifle y lo rompió en dos.
Bryce logró lanzarse hacia atrás para separarse del demonio mientras él escupía pedazos de rifle. De la boca le escurría saliva que caía en las calles ensangrentadas; empezó a avanzar hacia ella. Parecía estar saboreando cada paso.
Tenía la espada envainada bajo la espalda, así que Bryce buscó el cuchillo que traía en el muslo. Como si le fuera a servir de algo, como si pudiera detener este…
El demonio se recargó en sus patas traseras, listo para saltar y matar.
El piso tembló detrás de ella y Bryce levantó la mano con la muñeca en un ángulo, apuntando el cuchillo hacia arriba…
Una espada le atravesó la cabeza gris al demonio.
Una espada masiva, de más de un metro de largo, en manos de un hombre enorme con armadura. La espada irradiaba una luz azul. La armadura y el casco a juego emitían más luz. Y en el pecho del hombre brillaba el emblema de una cobra en posición de ataque.
Uno de los guardaespaldas hada de la Reina Víbora.
Otros seis corrieron a su lado haciendo temblar las piedras de la calle bajo sus pies. Iban con las espadas y las pistolas fuera. Ninguno parecía estar adormecido por el veneno. Sólo precisión letal.
Y con los guardias de la Reina Víbora, lobos y zorros y caninos de todas las razas llegaron a luchar.
Bryce se puso de pie y le asintió al guerrero que la había salvado. El hombre hada se dio la vuelta, con sus manos envueltas en metal tomó al demonio por los hombros y lo desgajaron con un grito poderoso. Lo rompió en dos.
Pero más seres, lo peor del Averno, venía hacía ellos por tierra y por aire. Así que Bryce liberó la espada de Danika de su espalda de nuevo.
Envió fuerza a su brazo y plantó los pies en la tierra al ver a otro demonio que venía galopando hacia ella por la calle. Los metamorfos caninos estaban distrayendo demonios por todas partes, formando una barrera de pelo y dientes y garras entre la horda atacante y el refugio a sus espaldas.
Bryce fintó hacia la izquierda y movió la espada hacia arriba cuando el demonio cayó en su trampa. Pero la espada no atravesó los huesos para llegar a los órganos suaves y vulnerables de abajo. La criatura rugió, giró y volvió a atacar. Ella apretó los dientes y levantó la espada en desafío, el demonio estaba demasiado enloquecido para notar que ella era el distractor.
Mientras el enorme lobo gris atacaba desde atrás.
Ithan atacó al demonio en una explosión de dientes y garras, tan rápido y brutal que ella se quedó pasmada. Había olvidado lo grande que era en esta forma, todos los metamorfos eran al menos tres veces del tamaño de los animales normales, pero Ithan siempre había sido más grande. Tal como su hermano.
Ithan escupió la garganta del demonio y se convirtió en hombre en un instante. La sangre cubría su camiseta color azul marino y sus jeans pero antes de hablar, sus ojos color castaño destellaron alarmados. Bryce giró y vio cara a cara el aliento putrefacto de un demonio que se lanzaba en su contra.
Se agachó, movió la espada hacia arriba y el grito del demonio casi le reventó los tímpanos cuando ella dejó que la bestia arrastrara su panza en la espada. Lo evisceró.
La sangre y órganos le mancharon los zapatos, sus mallas desgarradas, pero se aseguró de haber decapitado al demonio antes de voltear a ver a Ithan. Justo en el momento que él sacaba una espada de la funda a sus espaldas y partía a otro demonio en dos.
Se miraron a los ojos y ella se guardó todas las palabras que había necesitado decirle. También lo vio en los ojos de él, cuando él se dio cuenta de qué chamarra y qué espada traía ella.
Pero ella le sonrió con tristeza. Sería después. Si de alguna manera sobrevivían, si lograban vivir al menos otros cuantos minutos y entrar al refugio… Ya hablarían entonces.
Ithan asintió, comprensivo.
Bryce sabía que no era sólo la adrenalina lo que le daba fuerzas cuando se lanzó de nuevo a la batalla.
—Los refugios van a cerrar en cuatro minutos —anunció Declan en la sala de conferencias.
—¿Por qué no ha llegado el helicóptero? —le preguntó Ruhn a Fury. Se puso de pie y Flynn con él.
Axtar revisó su teléfono.
—Está en camino desde…
Se abrieron las puertas en la parte superior del salón y Sandriel entró con un viento de tormenta. Y no había señal de sus triarii ni de Pollux cuando bajó las escaleras. Nadie habló.
Hunt se preparó cuando ella volteó a verlo, sentado entre Ruhn, que ya estaba de pie, e Hypaxia. Las esposas gorsianas estaban sobre la mesa frente a él.
Pero ella regresó a su lugar en la mesa de abajo. Tenía cosas más importantes en mente, supuso él. Su atención pasaba entre las pantallas, las transmisiones y los reportes. Sandriel dijo:
—No hay nada que podamos hacer por la ciudad si las Puertas están abiertas al Averno. Tenemos órdenes de permanecer aquí.
Ruhn saltó.
—Nos necesitan…
—Tenemos que permanecer aquí —las palabras retumbaron como truenos por toda la habitación—. Los asteri enviarán ayuda.
Hunt se dejó caer en su asiento y Ruhn hizo lo mismo a su lado.
—Gracias, carajo —murmuró el príncipe y frotó sus manos temblorosas sobre su cara.
Seguro habían enviado a la Guardia Asteriana, entonces. Y más refuerzos. Tal vez los triarii de Sandriel habían ido a Lunathion. Podían ser idiotas psicóticos, pero al menos sabían pelear. Carajo, el Martillo por sí solo podría ser una bendición para la ciudad en este momento.
—Tres minutos para el cierre de los refugios —dijo Declan.
En el caos general del sonido que Declan había empezado a transmitir, se escuchó el aullido de un metamorfo que le advertía a todos que llegaran a un sitio seguro. Que abandonaran los límites que habían establecido contra la horda y corrieran como nunca hacia las puertas metálicas aún abiertas.
Los humanos seguían huyendo. Adultos con niños y mascotas en brazos corrían hacia las puertas, apenas más grandes que la puerta de una cochera para un solo automóvil. Los guerreros de la Reina Víbora y algunos de los lobos seguían en la intersección.
—Dos minutos —dijo Declan.
Bryce e Ithan lucharon lado a lado. Cuando uno caía la otra no. Cuando una llamaba la atención de un demonio, el otro lo ejecutaba.
Una sirena empezó a sonar en la ciudad. Una advertencia. Pero Bryce e Ithan permanecieron en la esquina.
—Treinta segundos —dijo Declan.
—Ve —indicó Hunt—. Ve, Bryce.
Ella evisceró a un demonio y por fin giró para correr al refugio. Ithan se movió con ella. Bien, llegaría al interior y podía esperar ahí hasta que la Guardia Asteriana llegara para eliminar a todos esos pendejos. Tal vez ellos sabrían cómo cerrar los vacíos de las Puertas.
La puerta del refugio empezó a cerrarse.
—Están demasiado lejos —dijo Fury en voz baja.
—Van a llegar —repuso Hunt aunque notó la distancia entre la puerta que se cerraba y las dos figuras que corrían hacia ella, el cabello rojo de Bryce ondeaba como una bandera a sus espaldas.
Ithan tropezó y Bryce lo tomó de la mano antes de que pudiera caer. En el costado de Ithan relucía una herida grave y la sangre manchaba su camiseta. Cómo podía siquiera correr…
La puerta estaba cerrada a la mitad. Estaba perdiendo centímetros cada segundo.
Una mano humanoide con garras sostuvo el borde de la puerta desde dentro. Varias manos.
Y luego ayudó una loba joven de pelo castaño, apretando los dientes, de rostro lupino, rugiendo mientras empujaba contra lo inevitable. Y todos los lobos detrás de ella sostuvieron la puerta que se deslizaba para intentar frenarla.
—Quince segundos —susurró Declan.
Bryce corrió y corrió y corrió.
Uno por uno, los lobos de la jauría de Ithan empezaron a soltar la puerta. Hasta que quedó esa joven sosteniéndola, con un pie apoyado contra la pared de concreto, gritando desafiante…
Ithan y Bryce corrieron hacia el refugio, el lobo concentrado en la puerta.
Quedaba apenas un metro de espacio. Pero no era suficiente para ambos. La mirada de Bryce se concentró en la cara de Ithan. La tristeza le llenó los ojos. Y la determinación.
—No —exhaló Hunt. Sabía exactamente lo que iba a hacer.
Bryce se quedó un paso atrás. Lo suficiente para usar su fuerza de hada y empujar a Ithan. Para salvar al hermano de Connor Holstrom.
Ithan giró hacia Bryce, con los ojos encendidos de rabia, desesperación y dolor, la mano extendida, pero era demasiado tarde.
La puerta de metal se cerró con un sonido que pareció hacer eco por toda la ciudad.
Que hizo eco por toda la ciudad cuando todas las puertas de los refugios se cerraron al fin.
Bryce iba demasiado rápido para detenerse y chocó contra la puerta de metal y gritó de dolor.
Giró en su sitio, tenía el rostro lívido. Buscó opciones pero no encontró nada.
Hunt lo leyó en su cara en ese momento. Por primera vez, Bryce no tenía idea de qué hacer.
Todo el cuerpo de Bryce temblaba cuando se ocultó en un pequeño nicho frente al refugio. La puesta de sol hacía que el cielo brillara con un vivo tono anaranjado y rubí, como el grito de batalla final del mundo antes de la noche que se avecinaba.
Los demonios habían avanzado, pero vendrían más. Pronto. Mientras las Puertas tuvieran esos portales al Averno, nunca dejarían de entrar.
Alguien, Ithan quizás, empezó a golpear la puerta del refugio a sus espaldas. Como si pudiera abrirse paso a través de la puerta, abrir un pasadizo para que ella entrara. Ella no hizo caso al sonido.
Los guerreros de la Reina Víbora todavía peleaban entre destellos de metal y luz al fondo de la calle. Algunos habían caído, convertidos en montones humeantes de armadura y sangre.
Si lograra llegar a su departamento, el edificio tenía suficientes encantamientos para protegerla a ella y a los que pudiera llevar a su interior. Pero estaba a veinte cuadras de distancia. Podría estar a veinte kilómetros.
Tuvo una idea y la sopesó, la consideró. Podía intentarlo. Lo tenía que intentar.
Bryce inhaló para prepararse. En su mano temblaba la espada de Danika como un carrizo en el viento.
Podía lograrlo. De alguna manera lo lograría.
Saltó hacia las calles empapadas de sangre, con la espada lista para atacar. No miró hacia atrás al refugio a sus espaldas y empezó a correr, la memoria ciega de la ciudad le llegó en automático para guiarla por la ruta más rápida. Se escuchó un gruñido tras la esquina y Bryce apenas logró levantar la espada a tiempo para interceptar al demonio. Le cortó el cuello parcialmente y salió corriendo de nuevo antes de que cayera al suelo. Tenía que seguirse moviendo. Tenía que llegar a la Vieja Plaza…
Había metamorfos muertos y soldados de la Reina Víbora en las calles. Más humanos muertos a su alrededor. La mayoría hechos pedazos.
Otro demonio bajó a toda velocidad desde el cielo rojizo…
Ella gritó cuando la tiró de espaldas y la lanzó contra un automóvil con tanta fuerza que las ventanas se rompieron. Tuvo un segundo para abrir la puerta del copiloto y meterse antes de que el demonio volviera a aterrizar. A atacar el auto.
Bryce pasó encima de los descansabrazos y la palanca de velocidades y buscó la puerta del lado del conductor. Tiró de la manija y cayó a la calle. El demonio estaba tan distraído destrozando las llantas del otro lado que no la vio salir corriendo.
La Vieja Plaza. Si tan sólo pudiera llegar a la Vieja Plaza…
Dos demonios corrían detrás de ella. Lo único que podía hacer era seguir corriendo mientras la luz empezaba a desaparecer.
Sola. Estaba sola aquí afuera.